ENTREVISTA A NOAM CHOMSKY
Noam Chomsky entrevistado por Bárbara
Schijman
debate, 10
de diciembre de 2010
¿Cuál es su reflexión
en torno del caso Wikileaks?
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CHOMSKY: Hay varios escándalos, pero
podemos estar seguros de que no serán comunicados o discutidos. El escándalo
más grave es el desprecio notable por la democracia por parte del cuerpo
diplomático, el Departamento de Estado, los periodistas que han informado de
todo esto y la comunidad intelectual que no logra siquiera advertirlo. La
revelación más espectacular de las filtraciones, capturando la mayor parte de
los titulares, es el material concerniente a los Estados árabes e Irán que, de
acuerdo con Hilary Clinton y muchos otros, muestra que el mundo árabe apoya las
preocupaciones de Estados Unidos sobre la amenaza iraní e, incluso, quiere que
bombardeemos Irán.
¿Qué lectura hace de los cables?
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CHOMSKY: Hay sólo dos problemas. Uno menor
es que los cables informan lo que los diplomáticos quieren escuchar y que saben
que sus amos financieros en Washington desean escuchar. El punto fundamental
fue bien expresado por Craig Murray, el valiente ex embajador británico en
Uzbekistán que se atrevió a informar sobre las atrocidades ocurridas allí y que
el Ministerio de Asuntos Exteriores no quiso escuchar y, en consecuencia, fue
echado del servicio diplomático. Dijo: "Por supuesto, los documentos
reflejan la opinión de Estados Unidos, son comunicaciones oficiales del
gobierno de Estados Unidos. Lo que muestran es algo que presencié
personalmente, que los diplomáticos como clase muy rara vez cuentan verdades
desagradables a los políticos, sino que informan y refuerzan lo que sus
patrones quieren oír, con la esperanza de recibir ascensos". En resumen,
no sabemos lo que los líderes árabes piensan respecto de estas filtraciones.
¿Y el segundo problema?
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CHOMSKY: El problema más significativo,
por lejos, es que para los diplomáticos, el Departamento de Estado, y los
comentaristas el mundo árabe se reduce solamente a dictadores dirigentes.
Desnudando una absoluta falta de interés por el mundo árabe. Tienen
conocimiento apenas de algunas personas allí, aquellas que fueron consultadas
recientemente en una encuesta cuidadosamente publicada por el prestigioso
Instituto Brookings.
¿Qué arrojó la encuesta?
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CHOMSKY: En pocas palabras, los árabes
sí perciben una amenaza iraní: el diez por ciento de la población. El 88 por
ciento considera a Israel la mayor amenaza, el 77 por ciento a Estados Unidos.
La oposición a la política de Estados Unidos es tan fuerte que el 57 por ciento
piensa que la situación en la región mejoraría si Irán tuviera armas nucleares.
Para aquellos cuyo desprecio por la democracia es tan profundo que ni siquiera
lo pueden percibir, estas cifras carecen de sentido. Si los dictadores nos
apoyan, ¿qué más importa? De más está decir que éstas son actitudes que los
argentinos reconocerán muy bien de la historia reciente.
¿Qué otra cuestión le llamó
la atención?
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CHOMSKY: Hay algunas otras revelaciones
importantes. La embajada de Tel Aviv, o bien no tiene ni idea de lo que sucede
entre Israel y Palestina o, de lo contrario, está mintiendo descaradamente en
sus informes a Washington sobre el ataque israelí a Gaza, en diciembre de
2008/enero de 2009. Un cable de la embajada de Estados Unidos en Tegucigalpa
reporta un estudio del golpe militar realizado por el personal de la embajada,
concluyendo que era ilegal e inconstitucional, conclusiones que no tuvieron eco
alguno en Washington cuando Obama, luego de algunas vacilaciones, se separó de
la mayor parte de Europa y América Latina al reconocer que las elecciones se
llevaron a cabo bajo un régimen militar brutal. Y algunas otras cosas. Pero la
revelación principal, creo yo, refiere una cultura imperial en su actitud hacia
la democracia y los derechos humanos.
¿Cuál es su percepción
acerca de la Ley de Arizona?
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CHOMSKY: La ley es, claro está, una
abominación. La misma somete a una gran parte de la población a una
investigación intrusiva por el solo hecho de que alguien piensa de otro, que no
se ve lo suficientemente blanco. Esto tiene poco que ver con las cuestiones más
generales en torno a la "inmigración ilegal", y es especialmente
llamativo en este caso.
¿En qué sentido
especialmente llamativo?
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CHOMSKY: Porque están inmigrando hacia
áreas robadas a México en una guerra de agresión que el presidente Ulysses S.
Grant, quien ha peleado en ella, describe como "una de las más injustas
que jamás haya emprendido una nación más fuerte contra una mucho más
débil".
¿Qué diría acerca de la reacción
de la sociedad en torno de la ley?
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CHOMSKY: Lamentablemente, la mayoría de
la población de Estados Unidos la apoya. ése es uno de los elementos
relacionados con los sentimientos anti inmigratorios que está en aumento. éstos
han sido comunes desde hace más de un siglo, a medida que los inmigrantes en
esta sociedad inmigratoria intentaban integrarse. Esta situación de oposición
se repite frente a cada nueva oleada. Los sentimientos son especialmente
extremos ahora, una especie de reacción ante las dificultades económicas, una
reacción tanto irracional como repugnante, pero sin embargo comprensible. El
racismo viene de lejos en el tiempo. Benjamin Franklin, por ejemplo, quizá el
más civilizado de los Padres Fundadores, especulaba acerca de si los alemanes y
los suecos debían ser autorizados a entrar, habida cuenta de que no son lo
suficientemente blancos. Hasta bien entrado el siglo XX, Jefferson, así como
muchas otras personalidades, estaba encantado por los mitos del origen
anglosajón y la necesidad de preservar la pureza de la raza totalmente mítica.
¿Cómo está encarando el
asunto el gobierno de Barack Obama?
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CHOMSKY: Hasta ahora, el gobierno de
Obama se está oponiendo formalmente a la ley por considerarla inconstitucional.
¿Cree que la ley
es una nueva forma de instalar la distinción de amigo/enemigo?
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CHOMSKY: En cierto modo; pero está lejos
de ser el peor de los casos. Basta con mirar hacia atrás, en la Ley de
Exclusión de Orientales (Oriental Exclusion Acts). O pensemos en la década de
1930 y 1940. Estados Unidos retornó refugiados judíos de Europa antes de la
guerra y prohibió la inmigración. Después de la guerra, los sobrevivientes
estaban viviendo bajo condiciones típicas de campos de concentración, como
informaron los propios investigadores de Harry Truman. No eran admitidos en
Estados Unidos. Truman se consideraba a sí mismo profundamente humanitario al
exigir que el Reino Unido permitiera que cien mil personas pudieran ir a
Palestina. La vergüenza de estos años aún no se reconoce.
En 2008, el Parlamento Europeo aprobó la
Directiva Retorno, también conocida como la Directiva de la Vergüenza, que permite,
entre otras cuestiones, detener a aquellas personas a ser deportadas.
¿Qué paralelismo encuentra
entre Europa y Estados Unidos a este respecto?
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CHOMSKY: Siempre he sentido que Europa
es mucho más racista que Estados Unidos, a pesar de que permanecía un tanto
oculto por la relativa homogeneidad de las sociedades.
¿En qué lo advierte, por ejemplo?
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CHOMSKY: Para tomar sólo un ejemplo
entre muchos. Estados Unidos es un caso inusual en cuanto que los niños nacidos
en el país son ciudadanos norteamericanos. Tomemos a Francia, por ejemplo. La
negación del Holocausto recibe una publicidad enorme, acompañada por muchas
posturas con pretensiones de superioridad moral, pero sería incomparablemente
peor que la negación del Holocausto si Francia estuviera deportando judíos a la
miseria y la opresión, como de hecho lo está haciendo, con pocas protestas
detectables dentro de Francia. Los gitanos fueron tratados por los nazis igual
que los judíos. No siento que los paralelismos sean muy útiles. El racismo se
manifiesta de muchas maneras diferentes.
A veces, parecería que las clases
dirigentes en Estados Unidos le temen más a la democracia que a otros regímenes
políticos.
¿Cómo lo ve usted?
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CHOMSKY: No conozco ninguna razón para
creer en ello, salvo en un sentido limitado. Los enormes sistemas de propaganda
del siglo XX -- conocida ahora como la Industria de las Relaciones Públicas --
se desarrollaron en las sociedades más libres, Gran Bretaña y Estados Unidos,
hace aproximadamente un siglo, cuando los sectores dominantes reconocieron que
la población estaba ganando tantos derechos que se estaba tornando difícil
controlarla por la fuerza. De ahí que resultara necesario desarrollar medios de
control de actitudes y opiniones. Estos métodos fueron tomados bastante
explícitamente como un modelo por los nazis, quienes los utilizaron con
demasiada eficacia en una sociedad que, hasta hacía muy poco, había sido un
modelo de democracia. Los bolcheviques lo intentaron también, pero de un modo
más cruento.
En una oportunidad
dijo: "La propaganda es a la democracia lo que la violencia es al
totalitarismo". ¿Podría explicar la idea?
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CHOMSKY: Es muy directo, muy cercano a
una cuestión tautológica. Un ejemplo bien ilustrativo es el desarrollo de la
industria de las relaciones públicas.
¿Cree que la estructura de
los medios masivos de comunicación refleja las estructuras de las sociedades
en el mundo?
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CHOMSKY: Sin duda alguna. Reflejan la
estructura de poder, lo que no sorprende.
¿Cómo sería posible tener un
control democrático de los medios?
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CHOMSKY: Tal vez, el período de mayor --
y verdadera -- libertad de prensa tuvo lugar en las sociedades más libres de
Gran Bretaña y Estados Unidos en el siglo XIX. En ese entonces, había una gran
variedad de periódicos, la mayoría de ellos dirigido por obreros, comunidades
étnicas y otros. Se registraba una gran participación popular. Estos diarios
reflejaban una gran variedad de opiniones y eran muy leídos también. Fue una
época de una gran vitalidad en Estados Unidos. Hubo esfuerzos, especialmente en
Inglaterra, por controlarlos y censurarlos. Si bien estos empeños no
funcionaron, otras razones los llevaron más o menos a su desaparición.
¿Como cuáles?
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CHOMSKY: Dos cuestiones puntualmente.
Por un lado, al sector empresarial le era posible poner una cantidad importante
de capital en sus propios periódicos, lo que hacía imposible que otros pudieran
competir. El otro factor tenía que ver con la publicidad, la dependencia en los
anunciantes. Los anunciantes son empresas. Cuando el ingreso de los diarios se
vuelven dependientes de los anunciantes, naturalmente van a ceder a los
intereses de estos últimos. Otros factores también se pusieron en juego,
reforzando estas tendencias. No es imposible recuperar algo así como las
circunstancias que alentarían contar con medios más libres e independientes. La
agenda la marcan los anunciantes entonces...
Supongamos que un periódico comience a
publicar la verdad, que la invasión a Irak fue una invasión criminal que
destruyó el país. Ese diario o el canal de televisión del que se trate no van a
recibir ningún anuncio. Volvemos, una vez más, al punto de vista de George
Orwell acerca de una cultura intelectual en la que las elites y las grandes
universidades son inculcadas en el entendimiento de que hay cosas que
simplemente no habría que decir. Esto no es mecánico, como una manzana aislada
que cae hacia abajo, no hacia arriba. Y hay excepciones.
¿Por ejemplo?
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CHOMSKY: Conozco una importante: La
Jornada, de México. Es una publicación de una calidad muy alta, con un equipo
de editores y un staff impresionante. Es el segundo diario más grande de
México. Recibe muy poca publicidad comercial, probablemente, porque no es del
agrado de las clases empresariales.
Si tomamos una de las nociones más
reconocidas del concepto de democracia, que indica que, entre otras cuestiones,
en una sociedad democrática los medios de comunicación deben ser libres e
imparciales,
¿Qué es lo que hay en realidad en
tantos rincones del mundo?
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CHOMSKY: Otros pueden escribir sobre la
Argentina en particular. Lo que tenemos en Estados Unidos lo documenté en
extenso, como lo han hecho tantos otros. Los medios de comunicación se ciñen a
un concepto de "objetividad", que se enseña, de hecho, en las
escuelas de periodismo y es muy honrado: si los periodistas se ajustan al
espectro del debate en Washington son "objetivos". Si se mueven más
allá en la elección de temas, formulación de cuestiones, presentación de informes,
etcétera, entonces son "parciales", "emocionales", hasta
incluso subversivos. Dado que el espectro es muy angosto, mayoritariamente
determinado por las preocupaciones compartidas entre los muy estrechamente
integrados nexos Estado -- corporaciones, tenemos un alto nivel de conformismo
con el poder, pero casi en su totalidad no reconocido e internalizado, tal como
Orwell lo describió.
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