El Estado policial es real
Pasa en EE.UU.
La reacción del régimen de Bush al 11-S
y la ratificación del régimen de Obama de esa reacción han destruido el
gobierno democrático responsable de EE.UU.
Se ha concentrado tanto poder
irresponsable en el poder ejecutivo que la Constitución de EE.UU. ha dejado de
ser un documento aplicable.
Créase o no la historia oficial del
11-S, el resultado es el mismo: el 11-S se utilizó para crear una “guerra
contra el terror” sin fin y un Estado policial.
Es extraordinario que tantos
estadounidenses crean que “no puede suceder aquí”, cuando ya ha sucedido.
Hemos vivido una década de evidencia
indiscutible de la construcción de un Estado policial:
La Ley PATRIOTA, el espionaje ilegal de
los estadounidenses en violación de la Ley de Vigilancia de Inteligencia
Exterior, la iniciación de guerras de agresión –crímenes de guerra según el
Estándar de Núremberg– basadas en mentiras intencionales, los memorandos
legales urdidos por el Departamento de Justicia justificando la violación de
leyes interiores e internacionales contra la tortura por el poder ejecutivo, la
detención indefinida de ciudadanos estadounidenses en violación de los derechos
constitucionalmente protegidos de habeas corpus y de debido proceso, el uso contra acusados en procesos de evidencia
secreta y de “testigos expertos” secretos a quienes no se puede
"contrainterrogar", la creación de tribunales militares a fin de
evadir los tribunales federales, memorandos legales secretos que dan
autoridad al presidente para lanzar ciberataques preventivos contra
cualquier país sin demostrar que dicho país constituye una amenaza, y el
asesinato por parte del régimen de Obama de ciudadanos estadounidenses sin
evidencia o debido proceso.
Como si esto no fuera suficiente, el
régimen de Obama crea ahora nuevos poderes presidenciales al elaborar leyes
secretas, negándose a revelar el razonamiento legal en el cual se basa el poder
que se hace valer.
En otras palabras, ahora se originan
leyes en memorandos secretos del poder ejecutivo y no en leyes del Congreso.
¿Congreso?
No necesitamos un maldito Congreso.
A pesar de las leyes que protegen a los
denunciantes y a los medios y del Código Militar de EE.UU. que exige que los
soldados informen de los crímenes de guerra, algunos denunciantes como el
agente de la CIA John Kiriakou, responsables de medios como Julian Assange y
soldados como Bradley Manning son perseguidos y procesados por revelar crímenes
del gobierno de EE.UU. Los criminales quedan libres y se castiga a los que
informan de los crímenes.
La justificación del Estado policial
estadounidense es la “guerra contra el terror”, una patraña que se mantiene
vigente mediante “operaciones encubiertas” del FBI. Hablando normalmente, una
operación encubierta es cuando una mujer policía se presenta como prostituta
con el fin de comprometer a un “cliente”, o un cliente se presenta como
narcotraficante o consumidor para comprometer a los adictos o traficantes. La
“operación encubierta” del FBI va más allá de esos crímenes sin víctimas que
abarrotan las prisiones de EE.UU.
Las operaciones encubiertas del FBI son
diferentes. Tampoco hay víctimas ya que nunca tiene lugar una conspiración,
pero los agentes del FBI no se presentan como fabricantes de bombas para
terroristas que tienen un complot pero carecen de armas. En su lugar, el FBI tiene
la conspiración y busca una persona o grupo desafortunado o demente o a un
musulmán enfurecido por el último insulto de Washington contra él o su
religión. Cuando el FBI ubica su víctima, sus agentes se acercan a la persona
seleccionada simulando que son de al Qaida o algo parecido y tientan al
perpetrador seleccionado con dinero, la promesa de fama, o con amenazas, hasta
que la víctima apoya el complot del FBI y es arrestado.
Trevor Aaronson en su libro, The
Terror Factory: Inside the FBI’s War on Terrorism [La fábrica del terror: Dentro de la Guerra contra el Terrorismo del
FBI], documenta que el FBI ha urdido hasta ahora 150 “conspiraciones
terroristas” y que casi todos los demás “casos de terroristas” no están
relacionados con el terrorismo, como la inmigración, a la que se ha
colgado una acusación de terrorismo. Los ‘prenstitutos’ de los medios
estadounidenses no preguntan por qué, si hay tanto terrorismo real que se
necesita una guerra estadounidense contra él, el FBI tiene que inventar y
gestionar complots terroristas.
Los medios tampoco preguntan cómo los
talibanes, que resisten la invasión estadounidense y el intento de ocupación de
Afganistán, combatiendo a la superpotencia EE.UU. hasta llegar a un punto
muerto después de 11 años, llegaron a ser designados terroristas. Los
medios ‘prenstitutos’ de EE.UU. tampoco quieren saber cómo los miembros de las
tribus en regiones remotas de Pakistán llegan a ser designados “terroristas”
merecedores de ataques de aviones teledirigidos [drones] contra ciudadanos,
escuelas y clínicas de un país con el que EE.UU. no está en guerra.
En su lugar los medios protegen y
perpetran el engaño que ha llevado al Estado policial en EE.UU. Los medios
estadounidenses se han convertido en Leni Riefenstahl, como Hollywood con la
película de propaganda antimusulmana Zero Dark Thirty. Esta cinta de propaganda es un crimen de odio que propaga la
islamofobia. A pesar de todo, es probable que obtenga premios y que hunda a los
estadounidenses en la tiranía y en una guerra centenaria en nombre de la lucha
contra la amenaza musulmana.
Lo que aprendí hace muchos años como
profesor es que las películas son importantes moldeadoras de actitudes
estadounidenses. Una vez, después de una explicación exhaustiva de la
Revolución Rusa que llevó al régimen comunista, un estudiante alzó su mano y
dijo: “Eso no pasa en la película”.
Primero pensé que estaba haciendo un
chiste divertido, pero luego me di cuenta de que pensaba que la verdad residía
en la película, no en el profesor que conocía bien el tema. Desde entonces me
he preguntado cómo ha podido sobrevivir tanto tiempo EE.UU. considerando la
ignorancia de su población. Los estadounidenses han vivido del poder de la
economía de EE.UU. Ahora, cuando ese poder se desvanece, los estadounidenses tendrán
que enfrentar la realidad.
Una realidad que les resultará poco
familiar.
Algunos estadounidenses afirman que
hemos tenido Estados policiales en otros tiempos de guerra y que una vez que se
gane la guerra contra el terror se desmantelará el Estado policial.
Otros afirman que el gobierno será
juicioso en su uso del poder y que el que no haga nada malo no tendrá nada que
temer.
Son consuelos de los embaucados. El
Estado policial Bush/Obama es mucho más exhaustivo que el de Lincoln, Wilson o
Roosevelt, y la guerra contra el terror no tiene fin y ya dura tres veces más
que la Segunda Guerra Mundial. El Estado Policial está adquiriendo “derechos de
ocupantes ilegales”.
Además, el gobierno necesita el Estado
policial para protegerse de la obligación de rendir cuentas por sus crímenes,
mentiras y derroche de dineros públicos. Se han creado nuevos precedentes de
poder ejecutivo en conjunción con la Sociedad Federalista que,
independientemente de la guerra contra el terror, propugna la teoría del
“ejecutivo unitario”, que afirma que el presidente tiene poderes que no están
sometidos al control del Congreso y el Aparato Judicial. En otras palabras el
presidente, si lo desea, puede ser un dictador.
El régimen de Obama se está aprovechando
de esta teoría republicana. El régimen ha utilizado el deseo republicano de un
ejecutivo fuerte, sin limitaciones ni controles, junto al factor miedo para
completar la creación del Estado policial de Bush/Cheney.
Como Lawrence M. Stratton y yo
documentamos en nuestro libro The Tyranny Of Good Intentions, antes del 11-S la ley como protección del pueblo ya iba perdiendo
terreno a favor de la ley como arma en manos del gobierno.
Si el gobierno quería atraparte había
pocas barreras, si es que había alguna, para que un acusado fuera incriminado y
condenado por un jurado de cerebros lavados temerosos del crimen.
No puedo decir si el sistema de justicia
de EE.UU. ha servido alguna vez mejor la justicia que a la ambición de los
fiscales.
Ya en los años treinta y cuarenta el Juez
de la Corte Suprema de EE.UU. George Sutherland y el Fiscal General Robert
Jackson alertaron contra los fiscales que sacrifican “el trato justo para
aumentar sus estadísticas de éxito”.
Ciertamente cuesta encontrar en las
filas de los fiscales federales de la actualidad al fiscal de Jackson “quien
atempera su celo con gentileza humana, busca la verdad y no
víctimas, sirve la ley y no propósitos faccionarios y encara su tarea
con humildad”.
Basta con considerar la condena injusta
del gobernador demócrata de Alabama, Don Siegelman, por lo que fue
aparentemente un complot de Karl Rove para librar al Sur de gobernadores
demócratas.
El régimen “demócrata” de Obama no ha
investigado este falso enjuiciamiento ni ha mostrado clemencia hacia su propio
inocente.
¿Recordáis la rapidez con la que Bush
eliminó la condena a prisión del operador de Cheney que reveló el nombre de
una agente encubierta de la CIA?
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Los demócratas son un partido político
atemorizado y cobarde que teme la justicia y forma parte del corrupto Estado
policial tanto como los republicanos.
Actualmente el propósito de un
procesamiento es servir la carrera del fiscal y la del partido que lo nombra.
La carrera de un fiscal depende de las altas tasas de condenas que requieren
acuerdos con el fiscal y en las que la evidencia contra un acusado nunca se
demuestra ante el tribunal o ante el jurado, y por casos de alto perfil, que
pueden lanzar a un fiscal a una carrera política, como lo consigúió Rudy
Giuliani con su trampa para incriminar a Michael Milken.
Glenn Greenwald explicó cómo el
defensor de la libertad en Internet Aaaron Swartz fue llevado a la muerte por
la ambición de dos fiscales federales, la procuradora Carmen Ortiz y el
procurador adjunto Stephen Heymann, quienes no sintieron remordimientos al
destruir a una persona inocente con acusaciones ridículas e inventadas a fin de
progresar en sus carreras.
Es raro que un fiscal sufra alguna
consecuencia por presentar acusaciones falsas, por usar conscientemente
evidencias falsas, o incluso pagarlas, y por mentir ante el juez y el jurado.
Como pocas veces son responsabilizados,
los fiscales emplean métodos ilegales y poco éticos y abusan rutinariamente de
su poder. Como los jueces están esencialmente preocupados de despejar sus
legajos judiciales, pocas veces se vela por que se haga justicia, lo que
explica por qué EE.UU. no solo tiene un mayor porcentaje de ciudadanos en la
cárcel que cualquier otro país del mundo, sino también la mayor cantidad
absoluta de prisioneros.
EE.UU. tiene realmente más ciudadanos en
la prisión que la “autoritaria” China que tiene una población cuatro veces
mayor. EE.UU., posiblemente el mayor abusador de los derechos humanos de la
historia, presenta constantemente acusaciones de violaciones de los derechos
humanos contra China.
¿Cuáles son las acusaciones de derechos
humanos contra Washington?
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En EE.UU. el colapso del derecho ha ido
más allá de fiscales corruptos y sus falsas acusaciones. A menos que necesite o
desee un juicio exhibicionista, un Estado policial no necesita fiscales y
tribunales. Al producir memorandos legales que digan que el presidente puede
arrojar a las personas a prisión sin proceso y ejecutarlas sin proceso
simplemente mediante la declaración de que algún funcionario en el poder
ejecutivo piensa que la persona tiene una posible o potencial conexión con el
terrorismo, los amigos de la tiranía del Departamento de Justicia (sic) han
dejado de lado la necesidad de tribunales, fiscales y procesos. El régimen de
Bush/Obama ha convertido el poder ejecutivo en juez, jurado y verdugo. Todo lo
que se necesita es una afirmación sin pruebas de algún funcionario del poder
ejecutivo. Es el mal personificado.
Ya no hace falta una evidencia para que
el presidente de EE.UU. encarcele de por vida a las personas o las prive de su
vida. Un memorando secreto del Departamento de Justicia se ha filtrado a NBC
News que revela el razonamiento tiránico que
autoriza al poder ejecutivo a ejecutar ciudadanos estadounidenses solo sobre la
base de la creencia sin que se requiera evidencia de que son terroristas o
están asociados con terroristas.
En el EE.UU de la “libertad y la
democracia”, el principio legal operativo ya no es que alguien es inocente
hasta que se demuestre su culpabilidad. Si el gobierno dice que eres culpable,
lo eres. Punto. No se requiere evidencia para liquidarte. Incluso Stalin
pretendía tener evidencias.
El gobierno de EE.UU. trabaja paso a
paso hacia la determinación de que todos y cada uno de los críticos del
gobierno son culpables de suministrar “ayuda y alivio” a “enemigos
terroristas” de Washington, lo que incluye al gobierno democrático de Hamás en
Gaza. Los únicos críticos eximidos de esta regla que se prepara son los
neoconservadores que critican al gobierno de EE.UU. por ser demasiado lento en
la represión de sus críticos y “antisemitas” como el ex Presidente Jimmy
Carter, que critica la apropiación ilegal de tierras palestinas por parte del
gobierno israelí. La mayor parte de Palestina ha sido robada por Israel con la
aquiescencia y la ayuda de Washington. Por eso ya no queda nada para una
“solución de dos Estados”.
No cabe duda alguna de que el robo de
Palestina por parte del gobierno israelí es ilegal; sin embargo, Washington,
del que Israel depende totalmente, no hace nada respecto al derecho. Derecho,
no necesitamos ningún maldito derecho. Washington tiene poder. Poder es
derecho.
Acostumbraos a esta realidad.
El derecho no solo ha dejado de existir
para los palestinos, sino también para los estadounidenses y para las
marionetas de EE.UU. de la OTAN el Reino Unido y Europa, residuos lamentables
de naciones otrora grandes que ahora son cómplices de los crímenes de
Washington contra la humanidad.
La Open Society Justice Initiative, una
ONG basada en Nueva York, ha publicado un informe que documenta que 54
gobiernos están involucrados en el programa de Washington de entregas
extraordinarias y tortura.
Veinticinco de los gobiernos que ayudan a Washington a
secuestrar, desaparecer y torturar a personas son europeos.
La primera década del Siglo XXI ha
presenciado la destrucción de toda la jurisprudencia que se concibió para
proteger a los inocentes y vulnerables desde la aparición de la ahora difunta
conciencia moral de Occidente.
La conciencia moral de Occidente que
nunca se aplicó en el exterior. Lo que pasó a la gente en las colonias de
Europa y a los habitantes nativos de EE.UU. y Australia es una historia muy
diferente.
A pesar de todo, a pesar de su falta de
protección de los impotentes, el principio del vigor de la ley fue un principio
prometedor.
Ahora EE.UU. bajo Bush y Obama, que se
parecen como dos gotas de agua, ha abandonado el principio per se.
El Estado policial de Obama será peor
que el Estado policial de Bush/Cheney. A diferencia de los conservadores,
quienes a veces sospechaban del poder del gobierno, los robots de Obama creen
que el poder del gobierno es una fuerza del bien si está en las manos
adecuadas. Dado que los partidarios de Obama lo ven como miembro de una minoría
oprimida, confían en que Obama no abusará de su poder. Eso es parecido a pensar
que como los judíos sufrieron tanto a manos de Hitler Israel será justo con los
palestinos.
Glenn Greenwald escribe que “el poder
más extremista que algún líder político puede ejercer es el poder de hacer que
ejecuten a sus propios ciudadanos sin ninguna acusación o debido proceso, lejos
de cualquier campo de batalla. El gobierno de Obama no solo ha ejercido
exactamente ese poder en teoría, también lo ha ejercido en la práctica”.
Es el poder de un dictador. Que se haya
dicho que Sadam Hussein y Muamar Gadafi tenían ese poder formaba parte de su
satanización como “brutales dictadores”, una justificación para derrocar sus
gobiernos y asesinar a los dictadores y a sus partidarios.
Irónico, ¿verdad?, que el presidente de
EE.UU. asesine ahora a sus oponentes políticos lo mismo que como Sadam Hussein
asesinaba a los suyos.
¿Cuánto falta para que los críticos
pasen de la lista de exclusión aérea a la de exterminio?
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Paul Craig Roberts fue editor de The
Wall Street Journal y secretario asistente
del Secretario del Tesoro estadounidense. Es autor de HOW THE ECONOMY WAS LOST ,
publicado por CounterPunch/AK Press. Su último libro es Economies in
Collapse: The Failure of Globalism, publicado
en Europa en junio de 2012.
rCR
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