viernes, 11 de enero de 2013

El Sabor del Pecado



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Sobre la autora
     .             -Soy Violeta Santamarina, tengo 33 años y soy Argentina.



            -Me encanta comer helado mientras hablo por teléfono con mis amigas. Soy licenciada en Ciencias de la Comunicación. Desde los 18 trabajo como periodista con un impás de cuatro años donde trabajé como productora de telenovelas. Notarán entonces que estuve en contacto con historias de la ficción y de la realidad. Con conocimiento de causa les digo, la realidad, siempre supera a la ficción. Hay ciertos temas que sólo nos divierten y nos interesan a nosotras.
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Sábado, Diciembre 26, 2009

Estaba poniendo los fideos en agua cuando suena el timbre de casa.       Sorprendida por no haber estado esperando a nadie respondo y descubro que era Martina, mi prima.
Al abrir la puerta y ver su cara adiviné que necesitaba una oreja amiga e incondicional.

-Que suerte que te encuentro, necesito hablar urgente con alguien- fueron sus primeras palabras envuelta en mar de lagrimas.

Martina tiene 33 años, casada y con dos hijos.
Llevaban cuatro años de noviazgo con Miguel cuando se embarazó de su primer hijo y decidieron casarse. Desde allí hasta hace un año y medio se dedicó a armar su hogar, criar sus hijos y estar esplendida para su marido.
Hace 15 meses decidió reinsertarse en el mercado laboral.
Cabe aclarar que también se reinsertó al mercado social, ya qué, hasta ese entonces sólo frecuentaba a las maestras del jardín de infantes, al verdulero y de vez en cuando al carnicero.
Un estudio de abogados necesitaba una abogada sin demasiada experiencia para comenzar su carrera allí y a Martina le vino como anillo al dedo.
Comenzó a dividirse en mil pedazos para hacer de madre, de esposa, de abogada y lo logró.
El problema apareció cuando conoció a Lucio (36 años, abogado exitoso, soltero, buen mozo y muy, pero muy charlatán).
Lucio se planteó como objetivo anual el conquistar y llevarse a la cama a la bella Martina y demostrarle a ella y al mundo que todos podemos tropezar.
Hace meses que Martina venía contándome las decenas de manifestaciones de amor que Lucio le hacia a diario. Flores, desayunos sorpresa, CD, libros dedicados, notitas de amor.
Ella se resistía y auto convencía que su matrimonio estaba primero, que ella era un modelo para sus hijas y que nada ni nadie la iba a desviar de aquel juramento de amor eterno que un día realizó junto a su esposo frente al altar.
Reconocía que la rutina había achanchado su matrimonio. Que cada vez el sexo era mas espaciado y que su queridísimo Miguel había ya olvidado los gestos de romanticismo. Pero consideraba que era algo común y cotidiano.
Ayer llegó llorando a mi casa sintiéndose una basura y creyendo que por los poros destilaba traición.
Lucio había ganado la pulseada y había logrado finalmente acostarse con ella durante el horario del almuerzo.

-No puedo ir a mi casa y mirar a la cara a mi marido. No puedo mirar a los ojos a mis hijas, me comporté como una prostituta y lo peor de todo es que no me gustó. No se porqué lo hice.

-Por mi parte, no se si hice bien o mal pero yo le minimice el echo.
-Le dije que lo dejara pasar, que lo positivo era que no le había gustado por lo tanto no lo iba a repetir.
-¿No?
-Infiel… que palabra dura y rígida. Infiel es aquel que lo hace a diario y con premeditación.
-Vos, más que nadie, como abogada sabes que lo grave es la premeditación y la reiteración. Si fue una vez y nunca mas, ya esta. Borrón y cuenta nueva.
-Acá no paso nada. Seguí con tu vida, con tu matrimonio y no le des más importancia que la de un desliz de un mediodía agitado.
-Martina, partió rumbo a su casa, un poco mas tranquila. Pero yo quede pensando, ¿será esta la única vez? ¿Una vez que uno engaña abre la puerta a múltiples engaños?
-¿Podrá Martina seguir con su vida “como si nada” o este será el inicio del fin de su matrimonio?
-¿Se vuelve de una infidelidad guardando silencio y no mostrando a la pareja que se lo engañó?
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