miércoles, 20 de abril de 2011

Animales

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Autorizados por la Biblia, los evangelios y el Corán, hoy dos mil millones de cristianos, mil cuatrocientos millones de musulmanes y diez millones de judíos se sienten con el derecho divino consagrado en el Génesis de disponer como a bien les plazca de los animales: de enjaularlos, de rajarlos, de cazarlos, de befarlos, de torturarlos, de acuchillarlos, en las granjas-fábricas, en los cotos de caza, en las plazas de toros, en los circos, en las galleras, en los mataderos, en los laboratorios y en las escuelas que practican la vivisección. "Dios es amor" dicen los protestantes. No. Dios es odio. Odio contra el hombre, odio contra los animales. E infames las tres religiones semíticas que invocan su nombre.
En Judea y en tiempos de los reyes Ezequías (727-698 antes de Cristo) y Josías (639-609 antes de Cristo) la mafia sacerdotal y carnívora de los levitas emprendió una profunda reforma religiosa a la que se debe el Pentateuco con sus leyes y los seis siguientes libros de la Biblia cuando menos, y cuyo propósito esencial era centralizar todos los mataderos de Judá en uno solo, el templo de Jerusalén, de suerte que los esbirros de Yavé tuvieran el monopolio de la carne con el pretexto de que era para los sacrificios en el altar del creador del mundo.
De cuantos libros ha escrito la humanidad en arcilla, en papiro, en pergamino, en papel, con ideogramas, jeroglíficos, caracteres cuneiformes o letras de alfabeto, el tercero y cuarto de la Biblia, el Levítico y Números, son los más viles.
En ellos Yavé el Monstruo le exige a su pueblo de carnívoros sacrificios de animales.
Ya en el Génesis leemos:
"Y vio Yavé que la maldad del hombre era grande en la tierra y que todos sus pensamientos tendían siempre al mal. Se arrepintió entonces de haberlo creado y se afligió su corazón. Entonces dijo: 'Borraré de la faz de la tierra a los hombres y a los animales, pues me arrepiento de haberlos creado'" (Génesis 6:5-7).
¿Y por qué también a los animales? ¿Qué culpa tenían ellos de la maldad del hombre? ¿Por qué tenían que pagar ellos por él?
Después de lo cual manda el diluvio.
Y en Josué 11:6, en plena devastación de la tierra de Canaán, Yavé le ordena a Josué, su esbirro mayor:
"No les temas a tus enemigos porque mañana a esta hora los entregaré heridos de muerte a Israel. Les cortarás entonces los jarretes a sus caballos y echarás al fuego sus carros".
Y así se hace, los derrotan sin dejar un solo sobreviviente, les cortan los jarretes a los caballos y echan al fuego los carros.
¿Qué culpa tenían los caballos?
Desde el Génesis queda pues consagrado el atropello de los animales. Por algo dice Yavé el sexto día de la creación:
"Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza y que tenga autoridad sobre los peces del mar y las aves del cielo, sobre los animales del campo, las fieras salvajes y los reptiles que se arrastran por el suelo" (Génesis 1:26).
Las leyes referentes al sacrificio de animales del Levítico no hacían más que sancionar la injusticia.
He aquí resumidas, sin las descripciones detalladas y sangrientas de que van acompañadas, algunas de ellas:
"Si todo el pueblo de Israel peca por inadvertencia, en cuanto se dé cuenta de su pecado ofrecerá un becerro como sacrificio de expiación" (Levítico 4:13-21).
"Si el que peca es el sumo sacerdote, le ofrecerá a Yavé un becerro sin defecto" (Levítico 4:3-12).
"Si el que peca es un jefe, traerá como ofrenda un macho cabrío y lo degollará en el lugar de los holocaustos" (Levítico 4:22-26).
"Quien toca por inadvertencia inmundicias humanas o pronuncia un juramento insensato, como sacrificio de reparación le llevará a Yavé una hembra de oveja o de cabra y el sacerdote hará expiación por él" (Levítico 5:3-6).
"Si un hombre yace con una esclava, ambos serán azotados y él le ofrecerá a Yavé un carnero como expiación por su culpa (Levítico 19:20,21).
Y esta perla de la infamia:
"Si un hombre se ayunta con un animal, morirán él y el animal. Y si una mujer se deja cubrir por un animal, los dos morirán también. Son responsables de su propia muerte" (Levítico 20:15,16).
¡Carajo, yo jamás he visto a un pobre burro persiguiendo a una puta vieja para cubrirla!
Y ésta es la Ley que no venía a abolir Cristo (Mateo 5:17), sino a darle su plenitud.
Porque a la mujer le vino la regla, porque dio a luz una niña, por lo uno, por lo otro, por lo otro van cayendo degollados becerros, chivos, corderos, carneros, cabras, tórtolas, vacas, ovejas, pichones, para después ser quemados en el altar del Monstruo.
Manual de los carniceros, el Levítico se lo destinó Yavé a los de la tribu de Leví, su preferida, los levitas, a quienes eligió como sus sacerdotes y de quienes proviene la estirpe rezandera e hipócrita de curas, pastores, popes, rabinos y ayatolas que después de milenios siguen estafado al mundo.
Y a las leyes contra los animales del Levítico se le suman las de Números: cada día, "ofrecidos en holocausto de calmante aroma para Yavé", se le sacrificarán dos corderos de un año sin defecto, uno por la mañana y otro al atardecer; el sábado serán dos corderos; el primer día de cada mes, siete más un carnero; el día de la Pascua, lo mismo; y lo mismo el día de las primicias, "además de un macho cabrío para que expíe por vosotros"; el día 15 del séptimo mes, trece novillos, dos carneros y catorce corderos sin defecto.
Y así los capítulos 28 y 29 de Números van haciendo la larga lista de los animales que hay que sacrificarle a Yavé en tal fiesta o en tal día "como sacrificio por el pecado".
Mayor infamia imposible.
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