lunes, 3 de junio de 2013

Euforia por las Armas




Eduardo Monteverde
                                          
        Las armas se cultivan con más esmero que todas las formas del arte.
       Son parte de la literatura, el cine y la plástica.
       Muchas personalidades estarían incompletas si no delinearan su perfil con un artefacto de fuego.
        Se llega al extremo de decir que es el gatillo el que empuja al dedo y no a la inversa.
       Las armas se han convertido en parte del cuerpo.
       El antropólogo Robert Adrey insiste en que el hombre es un depredador cuyo instinto natural es matar con un arma. Y es un asesino certero.


        De un grupo de 693 casos registrados en el forense de la capital, 265 heridas fueron penetrantes en el cráneo, 177 en tórax, 138 en tórax y abdomen, 69 en el abdomen, 44 en el cuello.
        En la ciudad de México, según cifras de la Procuraduría, se comete un promedio diario de 1.55 homicidios intencionales con arma de fuego, mientras que los asesinatos por arma blanca tienen un promedio diario de 0.45, y es que resulta fácil adquirir desde una pistola hasta una metralleta.
Estos cachivaches ya son parte de la cultura de los tianguis.
        En la Buenos Aires, Tepito, San Felipe, en mercados donde hay baldíos, se venden y prueban armas de todos tipos.


Una AK-47 de fabricación china (cuerno de chivo), cuesta 1,500 dólares, si la transacción se hace en Mac Allen, el precio baja a 900 dólares. En Houston, la cifra es de 750 dólares. Pero si el modelo es checo, se puede obtener el rifle hasta en 395 dólares.
Una Colt .380 Gobernment se consigue por 500 dólares, más o menos el mismo precio de una Smith and Wesson 9 mm de ocho tiros.
No hay problemas para el abastecimiento de cartuchos.
        Comandantes judiciales consultados, revelan que es por los puertos bajacalifornianos por donde entran los grandes contrabandos.
 Algunos son intercambiados por drogas.
También se abastecen de estas armas los grupos guerrilleros centroamericanos, o los de Chiapas.
        Si se va de "chopin" a la frontera norte, es fácil contactar empleados en las armerias, que colocan la mercancia en territorio mexicano.
        "Los tiroteos son la plaga del siglo XX y el siglo XXI" -dice Chester Himes, escritor norteamericano de novela negra, testigo e intérprete de un mundo que enloquece.
En su país es aún más fácil hacerse de una pistola.
        En Omaha, Nebraska, se ha vuelto un deporte el tiro al blanco a las casas de los pacíficos moradores.
       Bandas de muchachos clase media, en torno a los 16 años, sin afán de atracar y sólo con la voluntad de la destrucción, perforan los porches, las ventanas y las jardineras sembradas con margaritas.


El propósito es elemental, el simplemente sentirse poderosos con el arma. Y mientras ésta sea más grande mejor. Los chiquillos se sienten ridiculos portando una .22 o .32, armas baratas y femeniles que no cuestan arriba de 50 dólares. Envidian a quien empuña una .38. Cuestión de estatus.
        Los primeros en desaparecer del vecindario fueron los pájaros.
       Ahora siguen los adolescentes. Algunos sobreviven paralizados con una bala que les atravesó la garganta y se les alojó en la columna.
El "¡Bang!" y el "¡Aaaargh!" de los "comics" pasan de la caricatura a la tragedia de la realidad.
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