sábado, 22 de noviembre de 2008

Los Cuentos del Tío Juliano

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LOS CUENTOS DEL TÍO JULIANO

Una amiguita mia, estudiante de arquitectura, tiene un tío muy peculiar.
Aunque no tengo el gusto de
conocerlo, se que es un cuentista fabuloso.
Según me platica Irianita, su tío Juliano relata con mucho "sabor".
Hace poco, toda su familia, que es muy numerosa, fue de "camping" en una caravana de camionetas.
Durante las noches y en torno a una fogata el tío Juliano captaba la atención de todos los concurrentes con sus historias.
Con tanto realismo las contaba que al día siguiente las comentaban como si se tratara de importantes eventos sociales o deportivos.
La primera historia que me viene a la memoria es aquella donde una mujer solía comer en su casa granitos de arroz, uno por uno, pinchándolos siempre con un alfiler.
Su marido se encontraba siempre intrigado hasta que se le ocurrió vijilarla.
De la investigación, el marido se enteró que su esposa no comía en casa porque de noche acostumbrara ir a comer... muertos en el cementerio.
-¡Oye! ¡qué tétrico!
-Haz de saber que el tío Juliano los cuenta más largos y con mucho "colorido". Pero no te creas que todos son así.
En otra historia un pescador le pide a su vecino un plomo para su red, con la promesa de que le daría a cambio el primer pescado de la jornada. Y en efecto, al regreso el pescador cumplió su promesa y cuando la mujer del vecino abrió el pescado para prepararlo, le encontró un diamante del tamaño de un chicharito.
-Esta historia esta mejor, pero, estuvo muy chiquita.
-Cuando el tío Juliano la cuenta las adorna con creces no quedando ya tan chicos.
¡A ver! ¡cómo te parece esta otra!
La historia que ahora te platico se supone que ocurrió hace muchos años en algún lugar de Afganistán.
Se trata de un hombre que se encuentra con una mujer que le parece la más bella del mundo.
De acuerdo con las costumbres de ese país, concertó la boda con sus padres
La muchacha aceptó por obediencia a los mismos, pero le puso al marido la condición no sólo de dormir en habitaciones separadas, sino también de no tener ningún tipo de relaciones sexuales, salvo cuando ella lo dispusiera.
El marido se sometíó a semejantes normas contra natura, hasta una noche en que descubrió que su esposa salió para ir a visitar a un amante secreto que tenía desde antes de su matrimonio.
El marido la siguió armado con su espada, esperó a que ella saliera y se alejara de la casa de su amante para entrar a la misma.
Ya una vez dentro, le cortó la cabeza al amante de un solo tajo. Luego limpió limpió la espada con mucho cuidado para que cuando la esposa la examinara, no encontrara el menor rastro que lo comprometiera.
A los pocos días el marido coronó por fin su ambición de copular con la mujer más bella del mundo.
Con el tiempo la esposa terminó por ser feliz con él, dándole tres hijos varones.
Muchos años después, cuando pasaron por casualidad frente a la cabaña del amante muerto, la mujer no pudo disimular su nerviosismo, y le pidió al marido que se alejaran de allí lo más pronto posible.
Entonces el marido cometió la imprudencia que lo delató al decirle:
"En aquel tiempo no tenías tanta prisa querida".
La mujer no hizo ningún gesto revelador, pero aquella noche, cuando el marido regresó a casa, encontró a sus 3 hijos decapitados con la misma espada con que él había decapitado a su rival, y nunca más en su vida volvió a tener la menor noticia de su hermosa mujer.
-¡Caray! ahora si me pusiste los pelos de punta!, !cuenta, cuanta, cuenta más!
Un joven checoeslovaco abandonó su país con el ánimo de hacer fortuna. al cabo de 25 años, casado y rico, volvió a su pueblo natal, donde su madre y su hermana tenían un hotel de mala muerte.
Sólo por hacerles una broma, el viajero dejó a su esposa en otro hotel del poblado, y tomó una habitación en el el hotel de la madre y la hermana, quienes no lo reconocieron después de tantos años de separación.
Su propósito, al parecer, era identificarse al día siguiente durante el desayuno. Pero a media noche, mientras dormía, la madre y la hermana lo... asesinaron para robarle el dinero.
-¡Oye! ¡tenemos que conocer a ese tío Juliano!
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