jueves, 14 de mayo de 2020

La Preciosa Ridicula


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LA PRECIOSA RIDICULA


-Alejandro tenía una sobrina a la que cariñosamente llamaban "Princes". Por más que fuera bonita, no era una de esas criaturas angelicales que son amadas desde el primer momento. en cambio tenía mucho orgullo y se creía la perfección misma. 

-Tenía por costumbre criticar y hablar mal de todo lo que se ofrecía a sus ojos, sin pensar en que ella tenía defectos más condenables que nadie. 

-Era tan altiva y soberbia que nada quedaba a su gusto. Cuando salía, todo parecía infectarla, de tal modo, que siempre parecía como si todos aquellos a quienes encontraba o veía tuvieran un olor nauseabundo. 

-Pausaré por alto muchos otros hábitos suyos que eran igualmente molestos y censurables.
-Cierto día en que de regreso a su casa lanzaba exclamaciones y no hacía sino suspirar, fue a sentarse junto 
a su tío, el cual le preguntó:

-¿Qué te pasa Princes?
-Ella, deshaciéndose en melindres, repuso:

-He regresado pronto porque no creo que haya habido nunca en esta ciudad hombres y mujeres tan fastidiosos como los que he visto hoy. No he visto uno solo que no me haya desagradado, y como no hay mujer en el mundo a quien las personas desagradables aburran tanto como a mí he regresado para no verlas.

-Alejandro, que no podía  soportar los melindres y la afectación de su sobrina, le dijo:

       -Querida, ya que tanto te desagradan las personas desagradables, lo que puedes hacer para evitarte esa pena es no volverte a mirar al espejo.

-Ella, que era la vanidad en persona, no vio malicia alguna en lo que su tío acababa de decirle y repuso que quería mirarse al espejo como las demás mujeres. Permaneció, pues, en su estupidez, donde todavía se halla hoy.
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