lunes, 1 de febrero de 2016

Obsesiones de Hollywood


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OBSESIONES DE HOLLYWOOD

                   Mariano Morales

No sana aún la herida de Vietnam en la conciencia norteamericana -así lo testifican la gran cantidad de filmes acerca de ella que han llovido sobre los espectadores en los últimos años- y ya  comienza una nueva guerra que seguramente dotará de motivos a la fábrica de sueños de Occidente, para que brinde al mundo nuevas sagas belicistas contra morenos satánicos envueltos en sábanas.

A partir de Apocalipsis de Coppola y  Regreso sin Gloria -actuadas por Marlon Brando, la primera y por Jane Fonda y John Voight, la segunda-, antecedidas por Hair -de la que se está celebrando el XX aniversario de la Costa Oeste de Estados Unidos-,  la sinrazón vietnamita entró a ser parte de la vida diaria del ciudadano norteamericano. 

Incluso de los de la generación yupis, que nada habían tenido que ver con la guerra. Si antes fue un horror, ahora es un espectáculo, a pesar de que a veces raye en lo gore.

Después de todo un grupo de películas en las que se afilian las mencionadas y las que se pueden agregar entre muchas otras Pelotón de Oliver Stone, Nacido el 4 de Julio, Pecados de Guerra y  Johny tomó su Fusil, etcétera, han sido una revisión de conciencia del norteamericano, conducida por sus guionistas y cineastas.

Esto ya marcaba una diferencia en relación con las películas sobre la Segunda Guerra Mundial y no era gratuito, dado que esta vez los ejércitos del imperio habían salido derrotados.

En torno a la Segunda Guerra, la visión del cine norteamericano es, prácticamente, una mitología que parece hacerlos el ejército triunfador único -ni los sacrificios de las resistencias nacionales ni los del pueblo soviético son importantes para esta visión de la historia-, conformado por audaces ambiciosos, algunos de ellos desalmados, a quienes les da igual derrotar a uno u otro ejército con tal de lograr algún botín o alguna prebenda -piénsese, por ejemplo en toda la serie de películas sobre oficiales desobedientes y soldados patibularios que encaran pelígrosas misiones-. 

Finalmente, el rito y el mito terminaron por suplantar a la historia. Lo mismo ha sucedido con la imagen de Vietnam. Luego de los exámenes de conciencia mencionados, comenzaron a proliferar los Rambos y los cazadores de venados, los muchachotes infalibles que solitos son capaces de destruir ejércitos de sanguinarios orientales. Y se da el mismo proceso en el que los niños son abrumados con esta visión desvirtuada de la historia. Permanece sólo en la mente de los que verdaderamente sufrieron la guerra el verdadero significado de ésta y sus atrocidades.

Del trauma se acuerdan cuando algún enolquecido francotirador comienza a dar muerte a ciudadanos asustados, para luego ser descubiertos como excombatientes de Indochina. 

A partir de estas películas la guerra se vuelve una imagen maniquea en la que el mundo se divide en buenos y malos; tocando a los norteamericanos, blancos y protestantes ser los primeros, mientras los malos son todos aquellos que no se ajusten a la descripción dada. Y en este combate de celuloide los Stallone, los Schwarzenegger, los Chuck Norris terminan por confinar a Copola, a Stone y a cualquier otro que quiera hacer examen de conciencia en los campus de algunas universidades.



La serie de filmes espaciales, en los que la guerra suele ser socorrida, explican la mecánica de ese pensamiento: en principio lo diferente, lo desconocido es peligroso y hay que enfrentarlo en actitud de combate.
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