miércoles, 13 de julio de 2016

Islam


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EL ISLAM

Uno de los casos más singulares que ofrece el mundo contemporáneo es que el Islam, la religión que mayores afinidades guarda con el cristianismo y el judaísmo, sea tan mal entendido en América y en Europa. 

Si atendemos a que hay en el mundo 1,500 millones de musulmanes, y a que dominan regiones estratégicas del globo, salta a la vista cuán esencial es para el Mundo Occidental conocerlos mejor.

El musulmán ha de profesar estos cinco principios:

  1. Debe creer que “no hay otro dios que Dios, y Mahoma es su profeta”.

No implica tal creencia que Mahoma haya sido el único profeta de Dios. Se reconece también a los profetas judíos, y a Jesús, que es para los musulmanes profeta cristiano acreedor a árticular reverencia. Lo que sí afirman los musulmanes es que Mahoma fue “el sello de los profetas”, el enviado de Dios con el definitivo mensaje, que comprendía todos los anteriores y los subroga.

  1. El musulmán debe orar cinco veces al día: al amanecer, a medio día, por la tarde, a la puesta del sol y por la noche.



Los relatos de cuantas personas viajaron por tierras del Islam atestiguan que uno de los espectáculos más extraordinarios del mundo religioso es el que ofrecen en la mezquita a media luz centenares de creyentes que, de pie y hombro con hombro, se inclinan primero y se posternan después con el rostro vuelto hacia la Meca. De esta oración en común nace la fraternidad del Islam.

  1. Ha de contribuir anualmente con el 2.5% de su caudal (no de su renta) al sostenimiento de obras de caridad. Como en el caso del diezmo de los cristianos, la cuantía se deja hoy a la conciencia de cada cual. El principio, empero,es de gran importancia para las naciones musulmanas porque justifica los moderados impruestos para  atender a la previsión social.

  1. Ha de ayunar todos los años, por espacio de un mes lunar, desde la salida  hasta la puesta del sol. 

Es sorprendente el crecido del número de fieles que observan este precepto. Antes de amanecer hacen la última o comida y beben el último sorbo de agua. 

En el curso de todo el día, por   sofocante que sea el calor, el buen musulmán se abstiene de aplacar la sed y de probar bocado. Sólo después de anochecr interrumpe el ayuno.

  1. El musulmán que esté física y económicamente capacitado para ello debe ir en peregrinación a la Meca por lo menos una vez en su vida, lo cual le da derecho al título de hajj.



Nació esta costumbre en la época en que la mayoría de los musulmanes residían a corta distancia de la ciudad santa, y perdura hasta el día de hoy, cuando muchos de los peregrinos han de viajar atravesando continentes enteros.

Ninguna religión se ha propagado con tanta rapidez como el Islam. A la muerte de Mahoma (año 632 de nuestra era), predominaba ya en la mayor parte de Árabia. Pronto se extendió a Siria, Persia, Egipto, a la región fronteriza de lo que hoy es Rusia, al África del Norte y a España. En el siglo siguiente siguió ganado terreno en forma aun más impresionante.

En Occidente es común creencia que tan rápido propagación del Islam fue obra de la espada. No comparten hoy tal opinión los eruditos; y el mismo Corán establece explicita y enfáticamente la libertad de conciencia. Hay abundantes pruebas de que en el Islam fue bien recibida la gente de otra religión, en tanto observara buen comportamiento  y pagase el tributo que le correspondía. Mahoma enseñó de continuo a los musulmanes que debían coperar con “la gente de libro” (judíos y cristianos).

Cierto es que fueron frecuentes
las guerras entre musulmanes y cristianos o judíos (provocadas a veces por los sostenedores de una de las dos relgiones más antiguas); cierto también que hay en el Corán, tocante a estas guerras, pasajes concebidos en términos de primitiva vehemencia. Pero hay pruebas concluyetes de que a “los seguidores del Libro” se les trató con decencia, se les dio amparo, se les permitió el libre ejercicio de su religión.
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