miércoles, 31 de agosto de 2016

La Mujer que fue Papisa


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LA MUJER QUE FUE PAPISA

-Emilio, ¿qué sabes de la papisa Juana?      
       
-Al Papa León IV (355 de nuestra era) le sucedió quien tomara el nombre pontificio de Juan VIII.

-A los dos años de ocupar tan magno trono, Juan VIII tuvo un mal día una indisposición que fue considerada bastante severa.

-Fue auxiliado de inmediato y, casi enseguida y a la vista de los que lo rodeaban, dio a luz un bebé.


                                          
       -Esto,  que suena francamente horrible, es parte de la leyenda que dice que aquel Papa era en realidad una papisa que se había hecho pasar por hombre y había logrado arribar a la más alta jerarquía eclesiástica del catolicismo.

-Jamás existió semejante caso, ni en los peores momentos de la Iglesia, que sí los tuvo.

-La historia registra con    absoluta certeza que, después de la muerte de León IV, lo sucedió Benedicto III de manera inmediata, sin que haya habido ningún otro personaje entre ambos.

-Sin embargo, la leyenda fue echada a circular hace unos setecientos años y hoy hay despistados (o malintencionados) que la cuentan como cierta.



-En la literatura fue Boccaccio en uno de sus relatos que quien hablaba del tema con un increíble desenfado; luego, una obra de un escritor griego de apellido Royidis se llama directamente "La Papisa Juana" (esto es a fines del siglo pasado); más cerca en el tiempo, Lawrence Durrel, en 1939, publicó un libro con el mismo título donde no se sabe en qué lugar comienza la realidad y en cuál la ficción.

-Hubo y hay muchos autores que juegan con la idea porque seguramente les parece atractiva sin pensar en lo irreverente que es.

-Buscando un origen a esta leyenda, uno se entera por el excelente historiador español Carlos Fisas que hasta el mismísimo Torquemada (máxima autoridad de la temida Inquisición) creían en aquella historia y nunca juzgó a nadie por contarla cuando, por mucho menos, mandaba a la hoguera a su hermano, de haber tenido uno.
      
     -Fisas cuenta, también, que el posible origen de esta curiosa leyenda hay sido el de la creación -precisamente por el siglo XIII, cuando comienza el rumor a correr- de la llamada sedia stercoraria, una silla que acompañaba a los pontífices a todas partes y que tenía la particularidad de poseer un agujero en su centro. Según los lanzadores del mito que nos ocupa, ese agujero servía para que los cardenales metieran una mano por debajo de la silla y comprobaran, llegando a las partes privadas del pontífice, que se trataba de un varón. Nada más absurdo. La silla en cuestión existió, sí, pero era algo así como un inodoro portátil que estaba listo para atender las necesidades imperiosamente humanas que podían darle al Papa en sus viajes.

-Sin embargo, contra todas la evidencias históricas, se mantuvo la leyenda.

-¿Cómo? ¿Por qué?

-La falta de respuesta a estas preguntas es lo que transforma a ésta en una nueva historia asombrosa. La historia que nunca existió.
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