sábado, 22 de octubre de 2016

Holocausto Nuclear


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HOLOCAUSTO NUCLEAR 

Dios, tras recordar los servicios prestados por Abraham le resveló el verdadero objetivo del viaje divino: verificar las acusaciones contra Sodoma y Gomorra. 


“Las protestas por Sodoma y Gomorra son grandes, y son graves las acusaciones contra ellas”, y Dios dijo que había decidido “bajar y comprobar; si todo es como las protestas que me han llegado, las destruiré por completo”.

Dios le reveló a Abraham con antelación lo que estaba a punto de suceder y por qué. Era un acontecimiento evitable, no una calamidad provocada por fuerzas naturales irreversibles: la calamidad tendría lugar sólo si las “protestas” contra Sodoma y Gomorra se confirman. Y, tercero, también era un acontecimiento que podía posponerse. Un acontecimiento cuya ocurrencia podía darse antes o después, a voluntad.

Al percatarse de que la calamidad era evitable, Abraham empleó una táctica de desgaste argumental: 

“¿Vas a destruir el lugar y no lo vas a perdonar por los cincuenta Justos que hubiere dentro?”. 

Y, rápidamente, añadió:

“¡Tú no puedes hacer tal cosa, matar al justo con el malvado! ¡No puedes! ¡El Juez de Toda la Tierra no puede dejar de hacer justicia!”.

¡Todo un sermón a su propia Deidad! Y la súplica era por evitar la destrucción –la premeditada y evitable destrucción-, si hubiera cincuenta Justos en la ciudad. 

Pero, en cuanto Dios accedió a perdonar a la ciudad en el caso de que hubiera esas cincuenta personas -número que pudo haber elegido sabiendo que con ello tocaría una fibra sensible-, Abraham se preguntó en voz alta si Dios llevaría a cabo su destrucción si tan solo le faltaran cinco para ese número.

Y, cuando Dios accedió a perdonar a la ciudad sólo con que hubiera cuarenta y cinco Justos, Abraham continuó rebajando el número a cuarenta, y luego a treinta, a veinte, a diez. Y Dios dijo: 

“No la destruiré si hubiera diez”; y partió en cuanto dejó de hablar con Abraham, y Abraham volvió a su sitio.

Al atardecer, dos Mal’akhim (traducido “ángeles” pero significa “emisarios”) llegaron a Sodoma con la intención de comprobar las acusaciones contra la ciudad y dar cuenta de sus descubrimientos a Dios. 

Lot, que estaba sentado a las puertas de la ciudad, reconoció al instante (al igual que hiciera Abraham antes) la naturaleza divina de los dos visitantes, quizás  por el modo en que llegaron (¿por el aire?).

Ahora le tocaba a Lot insistir en su hospitalidad, y los dos emisarios aceptaron la invitación de pasar la noche en su casa; pero no iba a ser una noche tranquila, pues la noticia de la llegada de los extraños agitó a toda la ciudad.

No bien se habían acostado, la gente de Sodoma rodeó la casa; jóvenes y viejos, toda la población, de cada barrio; y llamaron a Lot y le dijeron:

“¿Dónde están los hombres que vinieron contigo anoche? Tráelos para que los conozcamos”. 

Y cuando Lot se negó a complacerles, la turba intentó entrar por la fuerza en su casa; pero los dos Mal’akhim “hirieron a la gente que estaba en la entrada de la casa cegándolos, tanto a jóvenes como a viejos; y se cansaron intentando encontrar la entrada”.

Los dos emisarios ya no precisaban de más indagaciones, al percatarse de que, de toda la gente de la ciudad, sólo Lot era “justo”. El destino de la ciudad estaba firmado. “Y le dijeron a Lot: Saca de este lugar a tu yerno, a tus hijos e hijas, y a cualquier otro pariente que tengas en la ciudad, pues la vamos a destruir”. 

Lot se apresuró para llevar la noticia a sus yernos, pero se encontró tan solo con la incredulidad y la risa. De modo que, al alba, los emisarios apremiaron a Lot para que escapara sin demora, tomando con él sólo a su mujer y a sus dos hijas solteras.

Tras llevarse literalmente en volandas a los cuatro y dejarlos fuera de la ciudad, los emisarios le insistieron a Lot para que huyera a las montañas: 

“No mires atrás, ni te pares en ningún sitio en la llanura”, fueron las instrucciones; “escapa a las montañas, o perecerás”. 

Pero Lot, temiendo no llegar a tiempo a las montañas y “ser alcanzado por el Mal y morir”, les hizo una propuesta: ¿Se podría retrasar la destrucción de Sodoma hasta haber llegado a la ciudad de Soar, la que más cerca estaba de Sodoma? 

Y, tras aceptar, uno de los emisarios le urgió a que se apresuraran en llegar allí: 

“De acuerdo, escápate allá, porque no puedo hacer nada hasta que no llegues a esa ciudad”.



Así pues, la calamidad no sólo era predecible y evitable, sino que también se podía posponer; y se podía destruir varias ciudades en diferentes ocasiones. Ninguna catástrofe natural podría haber reunido todas estas características.

Las ciudades, la gente, la vegetación, todo resultó “arrasado”. 

El calor y el fuego lo chamuscaron todo a su paso; la radiación afectó a las personas incluso en la distancia.

La esposa de Lot, ignorando las advertencias de no detenerse y mirar atrás en su huida de Sodoma, se convirtió en un “pilar de sal”. 

El “Mal” que Lot temía había caído sobre ella…
Y, tal como se le había dicho, Lot fue “a vivir a la montaña… y moró en una cueva, él y sus dos hijas con él”.

Después de presenciar la ígnea destrucción de toda vida en la llanura del Jordán, y la invisible mano de la muerte que vaporizó a su madre, ¿qué iban a pensar Lot y sus hijas? Pensaron que habían presenciado el fin de la humanidad en la Tierra, que ellos tres eran los únicos supervivientes de la especie humana; y de ahí que, la única forma de preservar a la humanidad, consistiera en cometer incesto y que las hijas concibieran hijos de su propio padre…

“Y la mayor le dijo a la menor: ‘Nuestro padre es viejo, y no hay ningún hombre en la Tierra que se una a nosotras a la manera de todos en la Tierra; ven, hagamos que nuestro padre beba vino, y luego yaceremos con él, para que así podamos preservar la simiente de la vida de nuestro padre’”. Y, de este modo, ambas se quedaron embarazadas y tuvieron hijos.



La noche anterior al holocausto debió de ser una noche de insomnio para Abraham, preguntándose si encontrarían suficientes Justos en Sodoma como para que las ciudades fueran perdonadas, preguntándose acerca del destino de Lot y de su familia.

“Y Abraham se levanto temprano y fue al lugar en donde había estado en presencia de Dios, y miró en dirección a Sodoma y Gomorra, y la región de la llanura; y vio el humo elevarse de la tierra, como de una fogata”.

La nube de la muerte, elevándose en los cielos de las ciudades de la llanura, no sólo aterrorizó a Lot y a sus hijas, sino también a Abraham, que no se sintió seguro ni en las montañas de Hebrón, a unos ochenta kilómetros de distancia. 

Abraham estaba presenciando una “Hiroshima” y una “Nagasaki” -la destrucción de una llanura fértil y poblada por medio de bombas atómicas. Era el año 2024 a.C.

-¿Dónde se encuentran las ruinas de Sodoma y Gomorra en la actualidad? 
-Los antiguos geógrafos griegos y romanos decían que el otrora fértil valle de las cinco ciudades se inundó con posterioridad a la catástrofe. 
-Los expertos modernos creen que la “devastación” de la que se habla provocó una brecha en la costa meridional del Mar Muerto, con lo que las aguas sumergieron las regiones bajas del sur.

La porción restante de lo que una vez fue la costa sur se convirtió en un accidente geográfico al que los lugareños llamaron figurativamente el-Lissan (”La Lengua”), y el otrora poblado valle de las cinco ciudades se convirtió en la nueva zona sur del Mar Muerto, que aún lleva el apodo local de “Mar de Lot”. Mientras tanto, en el norte, el desplazamiento de las aguas hacia el sur hizo que la línea costera retrocediera.

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