sábado, 15 de septiembre de 2012

El Astral y el Sueño




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         ¿Por qué es necesario dormir de noche?

         ¿A qué se debe que uno bostece?

         ¿Por qué al despertar nos estiramos?

         ¿Por qué algunas personas duermen pocas horas y otras duermen más horas?

         ¿Por qué cuando el día está nublado tiene uno sueño?

         ¿Por qué son tan molestas las desveladas?

         ¿Por qué cuando uno está aburrido le dá sueño?

         ¿A qué se deben los desmayos?

         ¿A qué se debe que exista el sonambulismo?

         ¿Por qué algunas personas hablan cuando están dormidas?
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         ¿Por qué después de mucho comer, le da a uno sueño?

          ¿A qué se debe el insomnio?

         ¿A qué se debe el estado de coma?

         ¿A qué se debe la muerte?

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El astral es un cuerpo de substancia sutil e invisible que radica dentro de nuestra envoltura física, siendo del mismo tamaño y forma de su contraparte material.
Cada cuerpo astral encaja perfectamente dentro de su vehículo físico, siendo, por lo tanto, la relación entre los dos cuerpos, el físico y el astral, una conexión íntima, enteramente personal e individual.
El cuerpo astral está formado de una substancia tan sutil que interpenetra al cuerpo físico. Atraviesa sin ninguna dificultad las paredes y toda substancia material. Se puede aprisionar al cuerpo físico, encerrándolo en un calabozo, aherrojándolo con esposas  grillos, mas el astral es libre para flotar por el espacio y penetrar a través de toda barrera material.
El astral es el verdadero hombre y el cuerpo físico no es sino el caballo sobre el cual cabalga. La inteligencia, los sentimientos, las emociones, la voluntad, en fin, todas las facultades psicológicas del hombre radican en el astral, sin el cual el físico no es sino una masa inerte de materia o substancia química, la que se desintegra cuando el astral se separa de él definitivamente en el proceso denominado "muerte".
Cuando nos dormimos el astral se separa provisionalmente de su envoltura física y se eleva en el aire en estado inconsciente, es decir, está dormido también.
Cuando nos estamos durmiendo sentados en una silla, cabeceando una siesta, podemos sentir cómo se nos va el astral hacia arriba en poderoso desprendimiento, esforzándose por escapar y dejar dormido el físico, cual si fuese atraído por potente imán o elevado por un globo. Vuelve el cuerpo astral a su lugar en el físico cuando nuestra voluntad lo obliga, diciendo: "No quiero dormir".
Muchas personas han observado que el dormido se asemeja notablemente al muerto, parando mientes, sin embargo, en que aquél respira y siguen funcionando normalmente en su cuerpo físico las funciones fisiológicas, mientras que en el caso del muerto han quedado paralizadas para siempre todas sus actividades orgánicas, motivo por el cual empiezan ya la desintegración y descomposición de las moléculas materiales que forman el cuerpo físico.
El astral está ligado al cuerpo físico por medio de una cuerda elástica denominada "el cordón plateado".
Cuando éste se rompe sobreviene la muerte, porque se corta toda conexión entre los dos cuerpos, el físico y el astral, que se complementan y se dan mutuamente la vida.
En la noche los clarividentes pueden ver los cuerpos astrales flotando dormidos en el espacio como si estuvieran acostados en el blando regazo de las nubes, cada uno de ellos ligado, como globo cautivo, a su cuerpo terrenal por su respectivo cordón plateado.
La voluntad del hombre es un positivo poder.
Salvo los casos de accidentes serios, el hombre muere sólo cuando quiere.
Cuando sufre el suplicio de una grave enfermedad, le tiene, en consecuencia, poco apego a la vida, porque para él la existencia humana se ha identificado con el sufrimiento.
Se siente tan débil, tan cansado, tan infeliz, que prefiere alejarse del mundo y reposar en el sueño eterno de la muerte.
Entonces sobreviene el  rompimiento del cordón plateado y la Parca, con su inexorable guadaña en mano, como dicen los poetas, se presenta a segarle la vida sin misericordia.
Si por el contrario, el moribundo afirma con férrea voluntad que no quiere morir, arrastrará al astral nuevamente al cuerpo físico y, por lo tanto, seguirá morando en el mundo material.
Por supuesto que todo esto es verdad dentro de determinados límites.
Es evidente que si un hombre recibe una descarga de varios balazos en el cuerpo en un fusilamiento, tomemos por caso, no podrá sobrevivir por más fuerte que sea su voluntad, porque la condición creada será tal que no admitirá la posibilidad de la vida.
El hombre, a pesar de todo, posee en la voluntad un maravilloso poder.
Todo el mundo sabe de casos de hombres que se han visto al borde de la sepultura, desahuciado por los médicos, y que, sin embargo, con férrea voluntad se han dicho: "No moriré"; y con asombro de todos han vuelto a la vida, sanando milagrosamente de todos los males que les aquejaban.
Se cuenta que Voltaire estaba gravemente enfermo y a punto de morir cuando llegaron varios sacerdotes para confesarlo y administrarle la extrema unción. como era declarado enemigo del clero, Voltaire se puso furioso y sentándose con dificultad en la cama, les gritó a voz en cuello: "Largo de aquí, buitres humanos. Viviré todavía más para combatiros". Y a los pocos días se levantó de la cama sano y salvo, y se dedicó con mayor denuedo y ahinco a combatir al clero.
El astral está ligado al cuerpo físico por medio de un cordón elástico que es cual cuerda umbilical de vida. Por medio de él siente el astral lo que le pasa al físico cuando éste está dormido y, en consecuencia, vuelve al instante si algo molesta a su envoltura terrenal o si le amenaza algún peligro, despertando con sobresalto, puesto que en tales casos el astral regresa al físico con fuerza de catapulta.
El cuerpo físico, cuando se le desprende el astral, está cual si estuviese muerto: los ojos no ven, los oídos no oyen y el cerebro no piensa, pues éste no es sino el medio o conducto a través del cual el astral se comunica con el mundo terrenal.
El cuerpo físico es el vehículo de expresión del astral, como el martillo es el del carpintero, el pincel del artista y el violín del virtuoso.
Si en el sueño, ya separado el astral del físico, operan únicamente las funciones físiológicas, las que cesan en el instante en que se rompe el cordón plateado, sobreviniendo irremisiblemente la muerte, entonces es el astral y su conexión plateada lo que mantiene la cohesión celular del organismo físico.
El hombre, culminación de la evolución mundial, está expuesto principalmente a las corrientes magnéticas de dos orbes: los rayos del sol (positivos) y las emanaciones magnéticas de la Tierra (negativas).
El hombre tiene vida y salud cuando estas dos corrientes o fuerzas se polarizan en su cuerpo astral.
De día se equilibran las fuerzas magnéticas, mas de noche, cuando se esconde el sol al otro lado del mundo, se carga el astral de demasiada fuerza magnética terrenal y por la repulsión de dos cargas eléctricas iguales, se siente un malestar, el cuerpo pide sueño, es decir, el astral quiere separarse de su envoltura física.
Al acostarnos, el astral se separa del cuerpo, quedando éste en estado de inconsciencia semejante a la muerte. Respira porque aun permanece en el cuerpo físico el cuerpo etéreo, que preside las funciones involuntarias del organismo, tales como la respiración, la circulación de la sangre, el diástole y sístole del corazón, la acción peristálitca de los intestinos, la digestión, el funcionamiento de las glándulas, el metabolismo, el crecimiento, etc. Al elevarse el astral, separándose del cuerpo físico, se sustrae de la influencia magnética de la Tierra, volviendo de nuevo a su envoltura material cuando sale el sol otra vez en el alba.
Así el sueño sustrae al astral del magnetismo negativo de la Tierra para equilibrar las corrientes que entrechocan en él.
En la noche cuando estamos al otro lado de la parte asoleada de la Tierra, el astral recibe demasiado magnetismo terrenal y entonces se escapa de su envoltura física para conservar su polarización magnética.
Para equilibrar el entrecho que de las fuerzas magnéticas del sol y de la Tierra en perfecta polarización, cuando hace mucho calor, es decir, cuando se recibe demasiado magnetismo solar, deseamos rehuir los rayos del sol para ir a refugiarnos en la Tierra, debajo de los árboles que brindan una sombra acogedora, o si se puede, a la vera de cristalinos manantiales o en frescas cuevas o subterráneos, acercándonos lo más posible a la influencia magnética de la Tierra.
El perro, acezando de calor, se echa en la tierra húmeda y el puerco busca solaz en el lodazal.

acezando
jadear



Todo por el contrario, cuando hace mucho frío, es decir, cuando falta el sol, el astral, en impulso de propia protección, se quiere separar del cuerpo, huyendo de la superficie de la Tierra.
Personas hay que buscan el sueño cuando está lloviendo o cuando está encapotado el cielo y no penetran hasta la Tierra los rayos magnéticos del sol.
Entonces la condición es semejante a la de la noche y, por consiguiente, el cuerpo busca el sueño para sustraerse de las corrientes magnéticas de la Tierra.
Por eso precisamente inviernan los animales como los osos, las ardillas y otras especies, porque en el invierno falta el magnetismo solar y abunda el terrenal, y por lo tanto, buscan el equilibrio magnético en el sueño letárgico.
Sabido es que las temperaturas más frías favorecen un sueño más profundo que las temperaturas altas.
Como a las 10 de la noche el cuerpo astral pide el sueño reparador, porque entonces es cuando empieza a sentirse el exceso de magnetismo terrenal y la falta del solar.
A esto se debe el que el sueño dlurante el día no sea igual que durante la noche, porque no resuelve el problema de la polarización del astral.
Los que trabajan de noche y duermen de día van desmejorando a ojos vistas como todo el mundo sabe.
Las siestas hacen más mal que bien, pues benefician al cuerpo físico pero perjudican al astral.
Con el sueño diurno aumenta el metabolismo y por eso engorda el cuerpo físico, pero se debilita y se desequilibra el astral, y se siente un molesto malestar que es tan difícil describir como localizar.
Todo esto viene a enseñarnos que debemos acostarnos muy temprano y levantarnos temprano también, que no debemos dormir cuando haya salido el sol, y que debemos acostarnos para el descanso nocturno lo más temprano posible después de que se haya puesto.
Un antiguo adagio oriental dice: "Avergüénzate que salga el sol y te encuentre todavía dormido".
El hombre debe dormir ocho horas en invierno y siete horas y medio en verano.
Es más importante para la vida del hombre dormir que comer.
Se puede vivir 40 días sin comer pero solamente 10 días sin dormir.
Un hombre colocó una noche una luz eléctrica cerca de un panal de abejas.
Creyendo que era de día, las abejas se pusieron a trabajar, y siguieron trabajando hasta que el hombre apagó la luz.
Poco después salió el sol y las  abejas emprendieron el trabajo nuevamente, pero al cabo del día se encontraban tan debilitadas por el exceso de trabajo y la falta de sueño que todas murieron.
Los niños duermen más que los viejos.
Un recién nacido duerme 16 horas diarias mientras que el adulto duerme ocho horas como término medio.
El tiempo que se duerme varía, pues según la edad:

Edad
horas
5
  11.0
10
  10.0
15
9.0
20
8.5
25
8.0
60
7.0

Mientras más edad tiene el hombre, menos necesita sustraerse del magnetismo negativo de la Tierra.
Los niños duermen más que los adultos porque son inmaturos y negativos, mas a medida que empiezan a pensar y a volver a la realidad, abandonando su mundo imaginativo, van durmiendo menos; y cuando llegan a ancianos duermen poco porque sus mentes están siempre activas haciendo  eternas reminiscencias del pasado.
Alguien podrá inquirir por qué los respectivos magnetismos del sol y de la Tierra afectan tan poderosamente al astral sin producir el más leve efecto en el cuerpo físico. A esto hemos de contestar que los cuerpos físicos son tan terrenales como las piedras  y los leños, y que si el cuerpo físico fuera lanzado como proyectil más allá de la atmósfera de la Tierra, tendría que girar vertigiosamente alrededor de ella como cualquier spútnik o satélite en su correspondiente órbita elíptica fijada por las leyes magnéticas de atracción y repulsión.
En el extremo norte donde los días y las noches duran seis meses, la gente no tiene sueño dur   ante el largo día y sufre de insomnios, en tanto que durante la larga noche no quieren sino dormir. Con frecuencia, en la larga temporada de oscuridad, los habitantes no soportan la falta de sol y en un acceso de locura o de desesperación hombres hay que incendian las casas para de esa manera insensata convertir la noche en día.
Ahora vemos por qué son tan perjudiciales las desveladas, y porqué nos sentimos tan mal al siguiente día de haber trasnochado o pasado en vela  la mayor parte de la noche. Necia en sumo grado es esa gente ultramoderna que se pasa la noche en tertulias y en cabarets, dedicando al sueño la mayor y mejor parte del día. Este insensato afán de tersiversar el natural orden de  las cosas no puede sino ocasionar al organismo humano serios y duraderos perjuicios, los que pronto se manifiestan en pálidos rostros, hondas ojeras, fláccidos músculos, inapetencia, mal humor y rápido envejecimiento.
Factores de suma importancia en el asunto del sueño son el interés y  la actividad mental.
Los hombres que piensan mucho, que tienen una mente muy activa o un profundo interés en algo, necesitan poco sueño.  
Esto se debe al hecho de que una intensa actividad mental sustrae en parte al astral de la influencia terreanal.
Tomás Alva Edison, el famoso inventor norteamericano, y Napoleón, renombrado genio militar, dormían cuatro horas solamente cada día.
También lo contrario es cierto: cuando la mente está vacía o aburrida, empieza uno a bostezar y sobreviene el sueño.
Su negatividad lo ha cargado del magnetismo de la Tierra, mientras que la positividad mental lo carga por afinidad del magnetismo contrario del sol.
A esta circunstancia se debe el que los apáticos, abúlicos y otras personas negativas duerman más que los enérgicos, dinámicos y positivos.
Los haraganes y holgazanes quieren siempre estar entregados dulcemente a los brazos de Morfeo a la fresca sombra de un árbol acogedor.
Todo esto nos explica también por qué, cuando una persona piensa demasiado ya acostada en cama, se le espanta el sueño, pues se ha puesto excesivamente positiva. Únicamente concilia el sueño cuando se abandona a un estado de pasividad tal (laxación del cuerpo, descanso de la mente) que el astral pueda escapar para sustraerse así de la excesiva magnetización de la Tierra, buscando alivio a su malestar en la positiva atmósfera del espacio.
También las preocupaciones, una conciencia intranquila, dolores físicos o morales, penas, aflicciones, zozobras, etc., auyentan el sueño y no nos dejan dormir, puesto que activan de tal manera la mente que no permiten la completa laxación del cuerpo material.
Cuando el astral regresa al cuerpo físico, nos despertamos y nos estiramos, es decir, buscamos el acomodo perfecto del astral dentro del físico, para que encaje bien y así el astral pueda usar con completa comodidad y dominio el cuerpo físico, que es el vehículo en el cual se mueve y actúa en el plano terrenal. Por eso también bostezamos, pues el astral quiere escaparse en el sueño y la voluntad lo obliga a regresar a su lugar en el físico, porque no es el tiempo de
dormir y el bostezo, que no es sino estiramiento de los músculos de la mandíbula, efectúa el acomodo del astral en esa parte de la anatomía humana.
Cuando un individuo está cabeceando, su astral se le está saliendo por la cabeza, hasta que por fin se sustrae del todo y la cabeza se le cae en el pecho sin soporte interior.
Si despierta con sobresalto es porque el astral le vovió repentinamente, como ya hemos dicho, pues, cuando amenaza algún peligro al cuerpo físico, el astral vuelve para tomar las medidas necesarias para su protección.
A esto se debe, también, el que uno despierte en el momento culminante de una pesadilla, o cuando sienta alguna molestia el cuerpo físico, tales como ruidos, sacudimientos, golpes, agua en la cara, etc.
El desvanecimiento (desmayo) no es otra cosa que el alejamiento del astral que sale intempestivamente del cuerpo físico por huir de algo desagradable (susto, mala noticia, espectáculo de horror, etc.).
Deja el cuerpo físico sin su sostén interno y por lo tanto al cuerpo cuando le rocían al desmayado agua en la cara, porque el astral siente el efecto y acude presuroso pensando que su envoltura física se encuentra en algún peligro.
Algunas personas hay que se levantan de la cama en la noche en estado sonámbulo, es decir, el astral se ha retirado y el individuo está de hecho dormido, pero es el etéreo el que mueve al cuerpo físico. En este estado sale a la calle o a la azotea de la casa andando lentamente, todavía en piyamas o en camisón.
Cuando despierta, es decir, cuando vuelve el astral y  a su cuerpo, el sonámbulo no se acuerda de lo que ha hecho.
También son sonámbulos los que hablan dormidos.
El astral no está presente pero el etéreo habla moviendo la boca y la lengua físicos.
En el hipnotismo el astral se ha alejado pero el etéreo permanece en el cuerpo y escucha y obedece las órdenes del magnetizador.
Después de una comida pesada, se siente uno con sueño porque la difícil digestión incomoda al astral, el que prefiere sustraerse por el momento, si le es posible, para así ahorrarse una molesta incomodidad.
En el aburrimiento el deber obliga al cuerpo físico a permanecer en determinado lugar, pero como el astral no está atado ni aherrójado, se desliza del cuerpo físico para así zafarse de una incómoda situación, y por lo tanto, el cuerpo físico se queda dormido.
Cuando por causa de vicios, la mala vida o la glotonería, se recarga el organismo de impurezas, siente el astral el malestar del envenenamiento.
El astral no quiere alejarse (insominio) porque siente que algo grave le sucede a su físico y permanece a la expectativa y en su envoltura para su protección.
La cafeína, droga que se encuentra en el café, produce este efecto de espantar el sueño.
Sin embargo, cuando aumenta el envenenamiento a grado sumo o se sufren los efectos de la morfina, opio u otras drogas soporíferas, el astral no resiste el mefítico estado de su físico y, en consecuencia, opta por abandonar su envoltura.
A veces rehusa regresar (estado de coma) hasta que el organismo mismo con sus defensas propias y naturales purifica el cuerpo lo suficiente para que el astral pueda regresar a su caparazón.
Esto nos explica el estado de coma de los diabéticos, cuya corriente sanguínea está tan saturada de azúcar que el astral no puede permanecer más tiempo ocupando el cuerpo físico y, por lo tanto, se aleja como medio de propia protección.
Algunas personas, hastiadas de la vida y deseosas de la muerte, caen en estado comatoso, es decir, el astral se retira y rehusa regresar: y en este estado singular las entierran vivas creyéndolas muertas.  
                                                                                                                             
comatoso,sa
relativo al coma


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