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TESTIMONIO ESTREMECEDOR
Anne Marie Mergier
Bajo el titulo de "EL MARTIRIO DE LAS MUJERES VIOLADAS",
Zazi Sadu, reportera de EL WATTAN (La Nación), que es el diario independiente
más leído de Argelia, se publicaron los testimonios estremecedores de muchachas
secuestradas y violadas por los grupos armados islámicos.
Estos últimos se apoyan en una ley chiita que autoriza "el
matrimonio de gozo" para cometer sus crímenes.
Desde hace algún
tiempo circulaban rumores al respecto, pero hasta el reportaje publicado por EL
WATTAN no se había dado a conocer públicamente testimonio alguno de víctimas. Y
eso por dos razones.
La mayoría de
ellas reaparecen muertas, a menudo decapitadas, y las escasas sobrevivientes
por lo general no se atreven a hablar.
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Asaltadas en la calle, a la salida de una escuela de una tienda,
robadas en presencia de sus padres, centenares de muchachas son secuestradas
por grupos armados terroristas para ser utilizadas durante "el descanso de
los guerreros".
Secuestradas durante largos meses en condiciones infrahumanas, están
sometidas al terror de muchachos armados, llenos de odio y totalmente
desequilibrados.
Guisan, lavan la ropa y por supuesto son violadas, golpeadas,
quemadas...
A estas muchachas agredidas hasta en lo más profundo de su ser los
emires les explican que el Islam les autoriza a tomarlas temporalmente como
esposas en nombre de la ley que regula "el matrimonio de gozo".
Se trata en
realidad de una práctica común en Irán, pero los cánones del chiismo son muy
estrictos: este tipo de matrimonio implica el consentimiento de ambas partes
para una unión que puede durar una hora o varios años.
Implica también, después de la separación, una indemnización a la
mujer (dinero o bienes) por parte del hombre que, además, debe asumir la vida
material del o de los niños nacidos de esa unión.
En ningún caso esa costumbre chiita puede justificar las atrocidades
cometidas por esas sectas de asesinos, que en nombre de una FETWA secuestran,
violan y decapitan mujeres simplemente porque son mujeres, es decir, hablando
prosaicamente: rebaño sexual.
Una de estas jóvenes acepta testimoniar.
La llamaremos Uarda. Sólo tiene 17 años. Antes de que sus verdugos la
raptaran, tenía una larga cabellera negra. Hoy en su mirada sólo se lee
angustia.
"¿Por qué me
hicieron eso?", repite.
Su madre intenta
calmarla, explicarle lo inexplicable....
Ese día Uarda regresaba a su casa, en un barrio cntrico de Argel, un
joven se le acercó, parecía pedir ayuda.
La muchacha no tuvo tiempo de entender lo que pasó.
El joven la empujó
a un coche, le vendó los ojos y empezó el camino hacia el infierno.
Estaba tan
aterrorizada que durante todo el trayecto no pudo decir una sola palabra.
"El me
amenazaba con un cuchillo".
Finalmente Uarda
llegó a una casa vieja de la que no salió durante varios meses.
Se encontró con otras diez muchachas, todas muy jóvenes, una de las
cuales sólo tenía 12 años.
"Cuando vi a
todas estas niñas me calmé un poco. Algunas tenían mi edad, otras tenían 20
años. Todas había sido secuestradas en la calle o en sus casas. Siempre había
un grupo de muchachos armados que nos vigilaban. Se turnaban. Cada mañana
repartían las tareas: unas guisaban, otras lavaban, otras cosían. A mí me
tocaba lavar la ropa.
Algunos días
después de su secuestro, en el momento de la comida, Uarda sintió la mirada de
sus dos vigilantes. La miraban y se reían.
"Me dio
terror. Pensé: Dios mío, hoy a va a ser mi turno. Ya sabía lo que hacían con
otras muchachas... No me equivoqué".
Uarda tiene muchos problemas para contar la escena que siguió. Cada
vez que intenta hablar, llora. Su cuerpo se mueve de un lado a otro, aprieta
convulsivamente las piernas. La dejamos descansar... Le hablamos... Le decimos
que es muy importante que hable, importante por ella, por las demás muchachas,
por nosotras las mujeres.
"Sacaron a las otras muchachas, y dos terroristas con armas se
quedaron conmigo. Uno se quedó cerca de la puerta para vigilar a las demás y el
otro me ordenó desvestirme. Me negué. Le dije que lo que iba a hacer estaba
mal, que Dios condenaba eso porque no nos he habíamos casado. Me amenazó con su
cuchillo, me dijo que me iba a desfigurar, me dijo tambin que Dios le permitía
hacer eso porque él era un MUDJAHID y que de todos modos más tarde se casaría
conmigo. Casi me desmayé cuando empezó a tocar mi mejilla con su cuchillo. Me
desvestí. Pero intenté resistir. Entonces me quemó con su cigarrillo. Aullé. Me
seguí defendiendo.
Me quemó por todas
partes y me desmayé. Cuando me desperté, estaba tirada en el piso. Había
sangre, mucha sangre. No quise hablar con las otras muchachas cuando se me
acercaron...".
"Una noche una de ellas decidió escaparse. Nadie pudo
disuadirla. Ya llevaba varios meses aquí. Siempre lloraba, pensaba en su madre,
en su familia, en el deshonor que había caído sobre su familia; intentamos todo
para retenerla, pero en plena noche intentó salirse. Uno de los vigilantes se
despertó, la agarró por el cabello, prendió la luz y la mató con dos balazos en
la cabeza, enfrente de nosotras. Apenas nos alcanzó el tiempo para tapar los
oídos de las más jóvenes para que no oyeran las detonaciones.
Después nos
echamos todas a llorar. Varias tuvieron ataques de nervios. Los terroristas
sacaron el cuerpo, y al día siguiente la enterraron por ahí cerca".
Uarda fue víctima de numerosas violaciones a lo largo de sus meses de
secuestro. Se ve profundamente afectada física y psíquicamente. Como sus
compañeras, debe su vida a un grupo de campesinos que sospecharon que algo extraño
ocurría en esa casa e intervinieron para salvarlas.
Hoy esa muchacha vive en la angustia permanente ante el temor de que
haya represalias contra su familia o contra ella misma. Todos los suyos la
rodean y la ayudan. Pero es difícil.
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