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GRACIAS
Consuelo Hernández
Yo le estoy muy agradecida a la vida que me ha dado tanto.
Sin embargo, yo me pregunto, ¿qué habría yo hecho si no hubiera recibido las toneladas de lección que me dieron mis padres?
¿Sabes qué hubiera hecho?
Hubiera tenido que recorrer este camino, yo sola, afortunadamente, no lo recorrí yo, porque ellos lo recorrieron por mi, por eso se los agradezco mucho.
Cuando tú empiezas a agradecer, el globo de tu conciencia empieza a inflarse, empieza a ver que la perspectiva de tu punto cambia, no es que haya cambiado el de ellos, es que empezó el proceso de cambio en ti, que finalmente, el ser humano, cuando tiene todo los bienes materiales que desea, empieza un crecimiento interno al mismo tiempo se da cuenta que no es eso lo que buscaba, no era el automóvil, no era la casa, o no era eso exclusivamente, simplemente ese fue el cebo, los mismos sueños que tiene cada una de las personas, no son más que un helado de fresa.
Tus padres te ponen diferentes helados de sabores para que tú pongas atención y busques aquello que verdaderamente vale la pena.
Tu propia realización
¿Qué harías si vieras a tu hijo, en el borde de un barranco? ¿le gritarías?
¡Claro que no!, seguramente se daría cuenta y del susto se caería.
¿Te alejarías llorando?, o quizá le dirías: "¡Por favor no te muevas!"
¡Claro que no! el niño se podría impresionar y se caería.
¿No crees que sería mejor que le ofrecieras un helado, del sabor que más le agrada?
Y le dirías:
"¡Ven, tómalo!"
Para mi eso es lo que han hecho mis padres con nosotros, te ponen un sueño y tiene el sabor que a ti te agrada, el helado de algunos es una casa, el helado de otros es del sabor de un automóvil, el helado de otros es la seguridad económica, el sabor de otros tantos es la educación de sus hijos, es el sacar a tus padres de trabajar, simplemente la vida te puso un helado:
"¡Ven, tómalo!"
Pero cuando tú vas tras el helado, en el camino descubres muchísimas cosas, el automóvil, la casa, los viajes, el dinero, todo esto lo vas a tener en la vida, esto es seguro si tú verdaderamente pones la acción para conseguirlo, pero lo mejor de todo es que cuando tú lo obtengas, tú vas a llegar con un grado de auto-realización que te va a permitir ver que valió la pena no seguir parado más en la orilla del barranco.
Valió la pena cambiar la dirección y caminar, y de ese modo tú tienes conciencia en ese momento.
Te vuelves alerta con la vida, en ese momento tu estar alerta te permite apreciar cosas que muchas veces no has apreciado.
Todos los días sale el sol; y son tan pocos los que disfrutan su salida; todos los días se repite el milagro de un nuevo nacimiento, y las personas no se asombran por ello, se asombran más porque alguien se muere, pero nadie se asombra y se maravilla porque alguien nace, porque un nuevo capullo de vida se esta dando, porque hay una nueva promesa, en un ser hay cosas que sin conciencia él no puedes tomar.
Ahora, quiero relatarte un cuento que viene al caso:
Había un rey que su mayor deseo era obtener la sabiduría.
Se rodeo de todos los sabios de su tiempo y aprendió de ellos todo lo que pudo.
Sin embargo, cuando el último de sus sabios le dijo que era todo lo que le podían enseñar, él seguía vacio, él sentía que la verdadera sabiduría no le había sido entregada.
El mayor de sus sabios, le dijo:
"Hay un hombre, del cual yo tengo referencia, que vive en los confines de tu reino, ve con él, y quizá él te pueda transmitir el secreto de la verdadera sabiduría".
El rey ordenó los preparativos para el viaje, armó su comitiva y se dirigió rumbo a ese lugar.
Al llegar se desalentó un poco pues allí le dijeron que en ese lugar nunca había habido un sabio, lo más a lo que llegaban era a un loco; le dijeron que si quería ver al loco lo podría conocer.
Como el rey había ya hecho un largo viaje se dijo: "¡Qué puedo perder, veamos al loco!"
Al ver al loco, descubrió que era un pequeño hombre, todo enclenque, pero no débil, que trabajaba levantando bultos, para el dueño de una bodega, y como único pago recibió un rincón donde podía quedarse, y un poco de comida.
El hombre andaba harapiento, casi desnudo.
Había ganado su fama de loco, porque solamente decía una sola palabra, a cualquier cosa que le dijeran, solamente respondía con esa palabra; respondía igual un insulto que un saludo o una pregunta, cualquier conversación, cualquier observación, decía solamente, una palabra: "Gracias".
Cada vez que alguien le daba una orden el decía: "Gracias", cada vez que alguien le escupía, él decía: "Gracias", cada vez que el bodeguero lo maltrataba el decía: "Gracias", cada vez que el bodeguero le daba de comer el decía: "Gracias", cada vez que alguien le daba los buenos días el decía: "Gracias", y por eso decían que él estaba loco.
Intrigado el rey pensaba: "¡Algo ha de tener el loco!"
Finalmente, nada más por curiosidad, y no por otra cosa, al ver a un hombre que se había valido de una sola palabra para subsistir, decidió despedir a su comitiva, y quedarse y pedirle empleo al bodeguero.
El bodeguero se puso feliz, porque en lugar de un loco iba a tener dos.
Se puso a trabajar con él, le dieron, al igual que al primer loco, un rincón a donde quedarse, y un poco de comida.
El rey hizo cantidad de intentos por sacar información del loco, pero el loco sólo sonreía y decía: "Gracias".
El rey estaba muy frustrado, pensaba que había malinvertido su tiempo, que no debía de confiarse de cualquier cosa que le dijeran.
Efectivamente este pobre hombre no era más que un lunático, que no podía enseñarle nada, así que decidió irse.
La noche en que el rey estaba haciendo sus maletas, el loco se levantó y empezó a hablar con él, y le contó su historia, le dijo que también era un rey, venía de un reino más lejano, buscando lo mismo, sin embargo, él había tenido un poco más de suerte y había conseguido llegar al sabio de ese pueblo, el sabio se había muerto, y lo único que le había dejado a su discipulo era un libro, el discipulo queriendo encontrar la información, la sabiduría que le había legado su maestro, y en el libro solamente había una palabra, una palabra grande, que decía: "Gracias".
Al principio se había sentido decepcionado, y entonces se puso a pensar:
"¡Mi maestro me quiso decir algo!"
Y decidió no regresar a su reino hasta el día que supiera que le había querido decir su maestro.
Durante 20 años había trabajado con el bodeguero, por casi nada de comida, por un rincón donde quedarse, y había dicho sólo una palabra: "Gracias".
El rey cuando sintió que había obtenido lo que el buscaba, emprendió su camino de regreso a su reino.
Ya en su reino dividió sus riquezas.
El rey sabio perdió su fama de sabio, y empezó a ganarse la fama de loco, porque en lo sucesivo en su reino solamente se le oyó decir: "Gracias".
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Deseo de todo corazón, que agradezcamos todo, y ojalá lleguemos a ser tan sabios como aquel rey.
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