domingo, 14 de septiembre de 2014

Gracias


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                                      GRACIAS                               
       


Consuelo Hernández

     Yo  le estoy muy agradecida a la vida que me ha dado tanto.
     Sin  embargo,  yo me pregunto, ¿qué habría yo  hecho  si  no hubiera  recibido  las toneladas de lección que  me  dieron  mis padres?
     ¿Sabes qué hubiera hecho?
     Hubiera tenido que recorrer este camino, yo sola,  afortunadamente, no lo recorrí yo, porque ellos lo recorrieron por mi, por eso se los agradezco mucho.
     Cuando  tú empiezas a agradecer, el globo de  tu  conciencia empieza a inflarse, empieza a ver que la perspectiva de tu  punto cambia, no es que haya cambiado el de ellos, es que empezó el proceso  de cambio en ti, que finalmente, el ser  humano,  cuando tiene todo los bienes materiales que desea, empieza un crecimiento  interno  al mismo tiempo se da cuenta que no es  eso  lo  que buscaba, no era el automóvil, no era la casa, o no era eso exclusivamente,  simplemente  ese fue el cebo, los mismos  sueños  que tiene  cada  una  de las personas, no son más que  un  helado  de fresa.
     Tus padres te  ponen  diferentes helados de sabores  para  que  tú pongas  atención  y busques aquello que  verdaderamente  vale  la pena.
     Tu propia realización 
     ¿Qué harías si vieras a tu hijo, en el borde de un barranco? ¿le gritarías?
     ¡Claro  que no!, seguramente se daría cuenta y del susto  se caería.
     ¿Te  alejarías llorando?, o quizá le dirías: "¡Por favor  no te muevas!"
     ¡Claro   que  no!  el  niño  se  podría  impresionar  y   se caería.
     ¿No  crees que sería mejor que le ofrecieras un helado, del sabor  que más le agrada?
     Y  le dirías:
     "¡Ven,  tómalo!" 
     Para mi eso es lo que han hecho mis padres con nosotros, te ponen un sueño  y tiene el sabor que a ti te agrada, el helado de  algunos es una casa, el helado de otros es del sabor de un automóvil,  el helado  de  otros es la seguridad económica, el  sabor  de  otros tantos es la educación de sus hijos, es el sacar a tus padres  de trabajar, simplemente la vida te puso un helado: 
     "¡Ven,  tómalo!"
     Pero  cuando tú vas tras el helado, en el  camino  descubres muchísimas cosas, el automóvil, la casa, los viajes, el  dinero,  todo esto lo vas a tener en la vida,  esto  es seguro  si  tú verdaderamente pones la acción  para  conseguirlo, pero  lo  mejor de todo es que cuando tú lo obtengas,  tú  vas  a llegar con un grado de  auto-realización que te va a permitir ver que valió la pena no seguir parado más en la orilla del barranco.
     Valió  la  pena cambiar la dirección y caminar, y de ese modo tú tienes conciencia en ese momento.
     Te vuelves alerta con la vida, en ese  momento  tu  estar alerta te permite apreciar cosas que muchas veces no has apreciado.
     Todos los días sale el sol; y son tan pocos los que  disfrutan  su salida; todos los días se repite el milagro de  un  nuevo nacimiento,  y las personas no se asombran por ello, se  asombran más porque alguien se muere, pero nadie se asombra y se maravilla porque  alguien  nace, porque un nuevo capullo de  vida  se  esta dando, porque hay una nueva promesa, en un ser hay cosas que  sin conciencia él no puedes tomar.

Ahora, quiero relatarte un cuento que viene al caso: 
       
     Había  un rey que su mayor deseo era obtener la  sabiduría.
     Se  rodeo  de todos los sabios de su tiempo  y  aprendió  de ellos  todo lo que pudo. 
     Sin embargo, cuando el último de sus sabios le dijo que  era todo lo que le podían enseñar, él seguía vacio, él sentía que  la verdadera sabiduría no le había sido entregada.
     El mayor de sus sabios, le dijo: 
     "Hay  un hombre, del cual yo tengo referencia, que  vive  en los confines de tu reino, ve con él, y quizá él te pueda transmitir  el secreto de la verdadera sabiduría". 
     El rey ordenó los preparativos para el viaje, armó su  comitiva y se dirigió rumbo a ese lugar.
     Al  llegar se desalentó un poco pues allí le dijeron que  en ese  lugar nunca había habido un sabio, lo más a lo que  llegaban era  a  un loco; le dijeron que si quería ver al loco  lo  podría conocer.  
     Como  el  rey había ya hecho un largo viaje se  dijo:  "¡Qué puedo  perder, veamos al loco!"
     Al  ver al loco, descubrió que era un pequeño  hombre,  todo enclenque,  pero no débil, que trabajaba levantando bultos,  para el dueño de una bodega, y como único pago recibió un rincón donde podía quedarse, y un poco de comida.
     El  hombre andaba harapiento, casi desnudo.
     Había  ganado  su fama de loco, porque solamente  decía  una sola palabra, a cualquier cosa que le dijeran, solamente  respondía  con esa palabra; respondía igual un insulto que un saludo  o una  pregunta,  cualquier  conversación,  cualquier  observación, decía solamente, una palabra: "Gracias".
     Cada vez que alguien le daba una orden el decía:  "Gracias", cada  vez que alguien le escupía, él decía: "Gracias",  cada  vez que el bodeguero lo maltrataba el decía: "Gracias", cada vez  que el  bodeguero le daba de comer el decía: "Gracias", cada vez  que alguien  le daba los buenos días el decía: "Gracias", y  por  eso decían que él estaba loco.
     Intrigado el rey pensaba: "¡Algo ha de tener el loco!" 
     Finalmente, nada más por curiosidad, y no por otra cosa,  al ver  a  un hombre que se había valido de una  sola  palabra  para subsistir,  decidió despedir a su comitiva, y quedarse y  pedirle empleo al bodeguero.
     El bodeguero se puso feliz, porque en lugar de un loco iba a tener dos.
     Se puso a trabajar con él, le dieron, al igual que al primer loco,  un rincón a donde quedarse, y un poco de comida.
     El  rey hizo cantidad de intentos por sacar información  del loco, pero el loco sólo sonreía y decía: "Gracias". 
     El rey estaba muy frustrado, pensaba que había  malinvertido su  tiempo,  que no debía de confiarse de cualquier cosa  que  le dijeran.
     Efectivamente este pobre hombre no era más que un  lunático, que no podía enseñarle nada, así que decidió irse.
     La noche en que el rey estaba haciendo sus maletas, el  loco se  levantó y empezó a hablar con él, y le contó su historia,  le dijo  que también era un rey, venía de un reino más lejano,  buscando  lo  mismo,  sin embargo, él había tenido un  poco  más  de suerte y había conseguido llegar al sabio de ese pueblo, el sabio se  había muerto, y lo único que le había dejado a  su  discipulo era un libro, el discipulo queriendo encontrar la información, la sabiduría que le había legado su maestro, y en el libro solamente había una palabra, una palabra grande, que decía: "Gracias".
     Al  principio se había sentido decepcionado, y  entonces  se puso  a  pensar: 
     "¡Mi  maestro  me quiso decir algo!"
     Y  decidió no regresar a su reino hasta el día  que  supiera que  le había querido decir su maestro.
     Durante  20 años había trabajado con el bodeguero, por  casi nada de comida, por un rincón donde quedarse, y había dicho  sólo una palabra: "Gracias".
     El  rey cuando sintió que había obtenido lo que el  buscaba, emprendió  su  camino de regreso a su reino.
     Ya en su reino dividió sus riquezas.
     El rey sabio perdió su fama de sabio, y empezó a ganarse  la fama  de loco, porque en lo sucesivo en su reino solamente se  le oyó decir: "Gracias".
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     Deseo  de todo corazón, que agradezcamos todo, y ojalá  lleguemos a ser tan sabios como aquel rey. 
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