Una mujer, como es bien sabido, puede ser objeto o sujeto.
Es sujeto cuando es una persona independiente del hombre al que ama, cuando se forma sus propias ideas y proyectos, y no deja de ser dueña de su cuerpo y de sus pensamientos.
Es objeto si se deja tratar como una cosa, bella y preciosa tal vez, pero sin voluntad propia, sumisa a los deseos y caprichos de un dueño, como un manjar delicioso que se prueba cuando se tiene apetito.
Durante muchísimo tiempo, la mujer ha sido un objeto.
En las guerras de la antigüedad, formaban parte del botín.
El guerrero vencedor tenía derecho a las armas, a las joyas y a las cautivas.
En ese entonces, existía el mercado de esclavas, en donde se podían comprar mujeres como quién compra fruta.
Ha sido necesario que la mujer conquistara su independencia económica para que se conviertiera en sujeto y pudiera defender con éxito sus libertades.
Son muchos los hombres que echan de menos la mujer-objeto.
¡Era tan cómodo!
Proporcionaba placer; producía los hijos y los criaba, y cuidaba de la casa. A cambio de lo cual sólo exigía la comida, la casa y lo demás.
Y aun, en cuanto a lo demás, ¿llegaba a exigirlo siguiera?
Al poco tiempo, el marido solía conceder favores a otra.
La mujer que en otros tiempos pretendía ser sujeto, provocaba la irritación de los hombres.
Esta fue la desgracia de George Sand. Era una persona inteligente y exigia que se le tratara como persona. Más inteligente que la mayoría
de los hombres, se enfrentaba a ellos.
Tenía opiniones propias. Se ganaba la vida, y pretendía administrar su fortuna. Su pobre marido, estupefacto, se lamentaba:
-No me he casado con una mujer, sino con un hombre.
Y no cesó de reprocharle el que fuese como los hombres, cuando, por el contrario, era de comportamiento y aún de sentimientos muy femeninos. Pero, eso sí, era una mujer-sujeto y no una mujer-objeto.
Hace poco, en una gran ciudad francesa, se dió una conferencia sobre este tema y la mayoría de los hombres prefirió a la mujer-sujeto.
Reconocieron que en su juventud les gustaba rodearse de lindas mujeres-objeto, como de hermosos perros, pero reconocieron que este sentimiento era una supervivencia impia.
En suma, concluyeron diciendo que respetaban a las mujeres exactamente como a los hombres.
Después de la conferencia se celebró una cena encantadora, en la que muchas mujeres bonitas discutieron con sus maridos acerca de su propia condicón.
Muchas de ellas se lamentaban de ser todavía, en nuestro tiempo, tratadas como objetos.
Aunque había excepciones que se alegraban de serlo.
-A mi me gusta ser un objeto de lujo -decía una.
-¿Tú? -exclamó el marido-. Tú eres el sujeto más imperioso que he conocido en mi vida.
Y usted, amiga, ¿es sujeto u objeto?
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domingo, 28 de marzo de 2010
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