Carlos
Martínez García
El más reciente, que no el último,
dislate de Vicente Fox es una buena oportunidad para revalorar a Benito Juárez.
El ex presidente Fox tuvo la ocurrencia
de afirmar, sin rubor alguno, que el suyo fue mejor desempeño que el de Juárez
al frente del Poder Ejecutivo de la nación.
Para empezar hay que calibrar bien al
personaje que se dice superior a quien enfrentó con gran claridad a los
conservadores mexicanos del siglo XIX y a fuerzas invasoras extranjeras.
Fox tiene en su historia personal haber
cursado estudios profesionales, en la Universidad Iberoamericana.
Tiene buena escolaridad, pero la misma
no se refleja en buena educación.
Él mismo ha dicho que lee poco, cuestión
evidente casi en cada ocasión que hace declaraciones.
En abril del año 2000, en una reunión
con intelectuales, en el Polyforum Siqueiros, el entonces candidato a la
Presidencia de la República externa lo siguiente: “A diferencia de ustedes, que
se formaron leyendo, yo me formé viendo las nubes”.
Parece que tampoco ha podido ver muchas
nubes, puro cielo encapotado e intrincados nubarrones.
Una de las tragedias del país es que
haya llegado Vicente Fox a ser su presidente.
En los tiempos de su campaña por llegar
a ese puesto, junto con otros que vislumbraron en el locuaz y lenguaraz
personaje incapacidad para gobernar al país, escribimos en este mismo espacio
acerca del ex gobernador de Guanajuato y el peculiar estilo que tenía para
ofrecer soluciones simplonas a los problemas de la nación.
Por desgracia la mayoría de los
electores y electoras votaron por él.
Si ya de por sí alguien inepto y de muy
limitada capacidad para pensar es peligroso en cualquier circunstancia, lo es
más si a su disposición tiene poder para llevar a cabo sus fantasías.
Esto lo demostró bien Fox en su sexenio.
Benito Juárez, junto con los liberales
que lo acompañaron en la lid por construir la nación, enfrentó al mayor poder y
obstáculo por descolonizar a México: la Iglesia católica y los conservadores,
que por todos los medios a su alcance se opusieron a la separación
Iglesia-Estado.
Las Leyes de Reforma impulsadas por
Juárez le valieron ser combatido ideológica y militarmente por quienes
anhelaban que el poder religioso/político siguiese moldeando a México.
Del dominio educativo que tenía la
Iglesia católica en México el mismo Juárez deja testimonio de su experiencia,
que era la misma de todos los que cursaban estudios en el país de entonces.
En Apuntes para mis hijos don Benito consigna que “en las escuelas de aquella época no se
enseñaba la gramática castellana.
Leer, escribir y aprender de memoria el Catecismo
del padre Ripalda era lo que entonces
formaba el ramo de instrucción primaria”.
Con Juárez se sientan las bases para
terminar con lo anterior, y comienzan a darse pasos para hacer laica la
educación en las escuelas públicas.
Juárez, huérfano de padre y madre desde
los tres años de edad, queda bajo el cuidado de sus abuelos y tíos.
Narra que se dedicaba a labores del
campo.
En esas faenas ha de haber tenido la
oportunidad de ver muchas nubes, pero a diferencia de Fox, que parece seguir
mirándolas indefinidamente, se le despierta un “deseo vehemente de aprender” y
busca formas de ir a la escuela.
A los 12 años se fuga de su pueblo para
irse a la ciudad de Oaxaca, con la firme idea de que en este lugar podría dar
cauce a su deseo de seguir estudiando.
La separación de la Iglesia católica y
el Estado, la implantación del principio de laicidad, es una gesta que ha
tenido grandes consecuencias para las generaciones posteriores a la victoria
juarista.
Uno de los componentes de la laicidad es
la libertad de conciencia, a la que se opusieron férreamente los enemigos de
Juárez.
Hay que leer y releer no sólo el legado
de Juárez al respecto, sino también el de la brillantísima generación de
liberales que coincidieron con él y abogaron por la tolerancia y la libertad de
conciencia;
Melchor Ocampo,
Francisco Zarco,
Ignacio Manuel Altamirano, Guillermo
Prieto,
Ignacio Ramírez,
Manuel Payno,
Vicente Riva Palacio,
por mencionar a los más prolíficos.
La fuerza del legado juarista hizo
imposible la intención manifiesta de Vicente Fox por reposicionar el papel
dominante de la Iglesia católica en el terreno educativo.
El espíritu laico en la ciudadanía, más
vigoroso que lo calculado por los neoconservadores, demostró ser un dique a las
pretensiones de lo ofrecido por Fox durante su campaña por hacerse de la
Presidencia de la República.
Él presenta un decálogo de propuestas
que implementaría ya como presidente.
Los diez cambios, disfrazados de mayor
libertad para todas las confesiones religiosas, en realidad eran manga ancha
para la Iglesia católica con el fin de que pudiese revertir la derrota
histórica de la laicidad en las escuelas públicas y otras instituciones del
Estado mexicano.
Un punto abismal de separación entre la
forma en que administra el poder gubernamental Juárez y el estilo personal de
gobernar de Vicente Fox lo tenemos en que mientras el hombre que enfrenta la
aventura imperial de Maximiliano y Carlota vive modestamente con el salario
percibido como funcionario público, por su parte Vicente Fox alcanza niveles
demenciales de enriquecimiento durante los años en que malejerce la
Presidencia.
En tanto que los cercanos a Juárez,
familiares y políticos de su gabinete, quedan libres de haberse aprovechado
económicamente de bienes nacionales,
Fox, sus familiares y
políticos/empresarios que lo rodearon han dejado una inocultable estela de
corrupción.
No lo pelen.
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