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LA
MUJER EN JAPÓN
Hace tiempo, mi amigo Héctor Oviedo me
invitó a casa de sus suegros, de paso fuimos a recoger a un ingeniero japonés.
Tanto el
nipón como Héctor presentaron
sendos trabajos representando a sus respectivos países.
Ya
en casa del señor Maeda, suegro
de Héctor, que es japonés,
pero que ya lleva 50 años en México, la esposa de Héctor, Emyko y dos de sus cuñadas,
una cuyo nombre es Mina, y la
otra cuyo nombre ya se me olvido, (¡es que es difícil recordar nombres japoneses!), le preguntaron al
ingeniero:
-¿Cómo es la mujer en Japón?.
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-El
ingeniero japonés no tuvo ningún empacho en relatarnos a los presentes
todo en torno a cómo
son las relaciones
entre hombre y mujer en su país. Y he aquí, más o menos, de lo que nos enteramos:
-En Japón no existe la lucha abierta de los sexos. La mujer sabe que ha nacido para servir al hombre con agrado. Por lo tanto,
su actitud ante la sexualidad esta libre de todo sentimiento de
culpabilidad. Amar con escrúpulos o cumplir imperfectamente
con el papel de mujer se
considera en el Japón como un grave atentado a la moral. La mujer japonesa conoce exactamente su papel dentro de la
complicada estructura de los derechos y los deberes. Hay un mundo de los hombres y un mundo de las mujeres: no existe lucha abierta de los
sexos, sino fronteras fijadas con
precisión para cada uno. La mujer ha aprendido a
respetar el orden de las diferencias
sexuales e incluso encontrar en ellas la razón de su vida. Proporcionar
placer al hombre es una
obligación para ella. Los placeres
físicos y, por lo tanto, los
del sexo en su aspecto sensorial,
pertenecen, según su
mentalidad, a un mundo
fugaz que hay que cuidar como el jardín
florido de la vida.
Una japonesa genuina, educada al estilo
tradicional, no dice jamás lo que realmente desea. Todo son signos, insinuaciones, suspiros. Para la mujer japonesa la
insinuación de un sentimiento no es nunca espontanea. Cada expresión de
sentimientos puede ser una red en
la que el otro se enreda y de la que sólo puede salir correspondiendo a ella.
Por ejemplo, la japonesa utiliza su diario íntimo no para reflejar
en él lo que le ocurre en su interior o en su vida
personal, sino que escribe aquellas cosas que le consta desatarán en su marido
las reacciones que desea, ya que sabe que su marido lee "su diario" por muy oculto que ella
expresamente lo guarde.
En fin, la mujer japonesa utiliza toda
clase de medios para compensar
internamente la prioridad externa del hombre. No puede, como el hombre, hablar abiertamente sobre
asuntos del corazón y del amor, y
compensa ésto con su sentido de la diplomacia de los sentimientos y de la sexualidad.
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