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LAS ZAPATISTAS,
AYER Y HOY
Marta
Lamas
Cuando en
enero de 1994 el EZLN irrumpió en el espacio político nacional, una de las
tantas sorpresas que provocó fue que cerca de 30% de sus insurgents eran
mujeres.
Más aún, la publicación de la Ley
Revolucionaria de las Mujeres en El
desertador mexicano (órgano informativo del
EZLN) confirmó el reclamo de
iguadad de esas indígenas no solo en relación con los derechos y obligaciones
de los reglamentos zapatistas, sino también con ciertas demandas básicas del
feminismo:
• derecho a decidir número de hijos;
• a elegir la pareja;
• a no ser golpeadas o maltratadas físicamente;
• entre otras.
Por primera
vez en nuestro país un grupo de mujeres indígenas ponía en entredicho algunas
de sus normas culturales al exigir públicamente sus derechos, y así expresaba
una nueva identidad política.
-¿Cómo ocurrió eso?
|
Mujeres
tzeltales, tzotziles, tojolabales y choles cuestionaron sus condiciones de vida
durante un largo proceso formativo, de reflexión y discusión con distintas
personas y organizaciones, como las religiosas de la Coordinadora Diocesana de
Mujeres, y grupos como Comaletzin y K'inal Antzetic. Tener conciencia feminista
no requiere conocer la teoría feminista, sino únicamente comprender que estar
subordinada o discriminada por ser mujer entraña una injusticia. Con esa toma
de conciencia, muchas de ellas desarrollaron un notable sentido de justicia,
que encontró un terreno fertil en el discurso igualitario del EZLN. El giro
radical que dieron las Zapatistas tuvo resultados espectaculares, como consignó
Guiomar Rovira (Mujeres de maíz/ Era):
• hombres aprendiendo a hacer frijoles mientras mujeres aprendian a
leer;
• militantes sirviendo el desayuno a sus jefas;
• soldados obedeciendo a capitanas;
• turnos de intendencia equitativos;
• matrimonies de mutuo acuerdo y
• divorcios idem;
todo ello en torno a un ideal
igualitario; que "todo sea parejo".
A partir de
la difusión de la Ley Revolucionaria de las Mujeres y de las posteriors
apariciones públicas de varias comandantes (tales como Ramona, Trini y Esther),
la fuerza simbólica del zapatismo caló hondamente en mujeres de otros pueblos
indígenas. A lo largo de otros 20 años las zapatistas han sido un modelo a
seguir para las indigenas que en varios estados reivindican sus demandas
específicas como mujeres.
Todavía en nuestro país son mayoría las
que, dentro de sus comunidades, enfrentan la exclusión de la toma de decisiones
y sufren diversas practicas sexistas, en especial la violencia.
Algunas de
ellas han empezado a confrontar determinadas tradiciones opresivas y a exigir
recursos para su educación y fortalecimiento político. Así, muchas ya han
pasado de ser víctimas pasivas a convertirse en activistas, lo cual ha ido
configurando un cambio cultural dentro de sus propias comunidades.
Estas
activistas indígenas matizan esa idea tan difundida de que su opresión proviene
de los usos y costumbres tradicionales al insistir en que sus mayors conflictos
surgen de la miseria y explotación de sus pueblos, de la carencia de servicios
públicos de calidad y de la violencia del Estado, especialmente cuando se
militariza la zona donde habitan.
Además, dado
que en nuestro país lo que caracteriza la situación de las comunidades indígenas
es un conjunto de horrores (la
exclusión, la explotación, la discriminación…) que afectan también a los
varones la mirada sobre lo que ocurre a sus compañeros, sus hijos, sus
hermanos, las ha llevado a dar una doble batalla. Al mismo tiempo que luchan
contra las brutales practicas que afectan a todas ellas, impulsa la idea de que
es posible desarrollar nuevas relaciones más igualitarias entre mujeres y
hombres, por ejemplo, con una mayor participación femenina en los cargos
comunitarios. Y sin abandonar el compromiso con sus comunidades, ni olvidar sus
raíces culturales, ellas denuncian algunos usos y costumbres tradicionales que
las afectan o violentan como mujeres.
Estas
nuevas líderes indígenas, que empiezan a constituir ya una masa critica capaz de
transfrmar la sobrerrepresentación masculina en la dirección política de los
pueblos indígenas enfrentan las tensiones que surgen al defender sus derechos
humanos en contextos donde los hombres que los vulneran arguyen que son usos y
costumbres culturales. De ahí que ellas busquen un difícil equilibrio desde una
postura que reconoce la importancia de su cultura al mismo tiempo que exige que
se reconozcan sus derechos específicos. Precisamente por eso todavía hoy la Ley
Revolucionaria de las Mujeres es un texto fundamental que sirve para legitimar
los reclamos de las mujeres.
En la
búsqueda de acceso a la justicia y al conocimiento, las activistas indígenas
desarrollan procesos de sensibilización y formación no solo para otras mujeres,
sino también para sus compañeros. Y aunque falta mucho para que las y los indígenas de nuestro
país logren una ciudadanía plena, con equidad y respeto a todos sus derechos,
es indudable que ese trabajo de descolonización patriarcal y de respeto a la
multiculturalidad contribuye sustantivamente a ello. Y es indudable la gran
deuda que sigue existiendo con las zapatistas, el EZLN y su valiosísima Ley
Revolucionaria de las Mujeres
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