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ANUNCIOS MENTIROSOS
Florence
Toussaint
Hay
diferentes formas de persuadir.
Se
pueden usar, entre otros,
• el chantaje;
• el chantaje;
• el halago;
• el razonamiento aparentemente impecable pero falaz.
Tras la
mayoría de los textos de las compañas publicitarias se esconden estas tretas.
Es necesario
señalar que en los mensajes publicitarios puede haber también:
• ingenio;
• juego;
• diversión y
• fantasia.
Pero lo que
cuenta es la intención, la idea y la forma de presentarla.
He ahí donde
residen sus límites.
Después de
traspasados éstos no solo se transgrede el sentido común, sino la ley.
Esta señala
que la televisión "no transmitirá propaganda o anuncios de productos
industriales, comerciales o de actividades que engañen al público o le causen
algún perjuicio por la exageración o falsedad en la indicación de sus usos,
aplicaciones o propiedades".
Exageración
sobre todo y falsedad se difunde en estos días en varios anuncios televisivos.
Algunos
hasta podrían ser incluidos en una antología titulada "de cómo se piensa
que el público es estúpido" o bien "cómo decir mentiras con
apariencia de verdad científica".
Para muestra
solo tres.
Existe,
según el anunciante, un SHAMPOO que actúa como si fuese una computadora. Elige
las partes más grasosas del cabello para limpiar más y pasa por encima de las
secciones secas, cómo de ciencia ficción.
Otro anuncio
pretende que los insecticidas no afectan a la gente.. Se ha probado, en cambio,
que su toxicidad es alta. Los mismos fabricantes lo advierten en el envase.
Señalan precauciones: evitar inhalarlo prolongadamente, evitar su contacto con
los ojos o la piel y la contaminación de los alimentos. El anuncio no solamente
pasa por alto estas recomendaciones, sino que las contraviene con la imagen.
Un ama de
casa se pone a rociar el líquido justo encima de su familia, incluidos los
niños. Y lo hace con toda confianza y en grandes dosis.
Un comercial
más se vale de una trágica realidad: la carestía, para persuadir a la compra de
sus su producto.
Unos
cristales con sabor a naranja, el sustituto ideal -según dicen- de ese jugo de
naranja que por el precio ya no puede tomarse. El anuncio suena honesto pero
resulta un sarcasmo.
Resulta que
tendremos que conformarnos con el sabor, artificialmente obtenido, de los
alimentos.
Estos poco a
poco han dejado de sera adquiribles.
Según
parece, la ley no es ningún parámetro ni valladar para ciertos anunciantes.
Si conoce su
letra no la recuerdan en el momento o momento de pensar su comercial.
El olvido es
grave, sin embargo a quienes les cabe la mayor responsabilidad es a los
encargados de mantener vivo el texto legal.
La
Secretaría de Gobernación, con todos sus flamantes Institutos y sus oficinas de
seguimiento y análisis de mensajes, parecen incapaces de ejercer una vigilancia
sobre los medios concesionados.
La
publicidad, a pesar de lo sujetivos que puedan ser los sentidos que transmite,
siempre puede ser analizada. Y en los casos mencionados, especialmente el del
insecticida, no se necesita ser un experto para reconocer
"exageraciones" y "falsedades".
El margen de
tolerancia acordado a las exageraciones en material de espere esperanzas y
promesas atribuídas a un producto parece ahora hacerse extensivo a meracancias
dañinas a la salud.
Y aquí no
hay nada que ponderar, es muy obviio que como dice la ley "se está
causando algún perjuicio".
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