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COCAÍNA
-¿Sabías Emilio, que
en Estados Unidos, cada día ingresan al consumo de drogas ilícitas 8 mil
jóvenes mayores de 12 años, o sea que, el número de personas vinculadas
al consumo supera la cifra de los 22 millones y que las muertes vinculadas a la
cocaína ascendieron de 3,565 a 7,475, entre el 2000 y el 2006?
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-¡Oye, Marcela! ¡qué enterada estás!
-Ahora bien, Emilio, te pregunto: ¿qué
es lo que hace que los jóvenes
se enganchen a la dependencia?
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-Para
ello, a continuación te relato un testimonio que explica el problema.
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-Mónica lo tenía
todo, era una chica bonita y simpatica, provenía de una familia feliz.
-Se especializó
en ciencias políticas como primer paso hacia la Facultad de Derecho.
-Pero algo le
salió mal.
-Cuando cursaba
estudios universitarios, Mónica se enamoró de Nicolás, un hombre casi 20 años
mayor que ella, procedente de una familia opulenta, y se casó con él.
-Junto con él,
llegaron a su vida dos hijos de un anterior matrimonio de él.
-Poco después de
la boda, Nicolás le dio a probar a Mónica un poco de cocaína. Deseosa de ser
aceptada en el mundo elegante y refinado de su marido, accedió.
-Con una pajilla,
Mónica absorbió por la nariz el fino polvo y se vio colmada de placer.
-De pronto,
rebosaba de energía y de confianza en sí misma: nunca en su vida se había
sentido tan bien.
-Cuando Mónica
aspiró el polvo, las húmedas membranas que tapizan las fosas nasales lo
disolvieron en seguida. Como arena que pasa por un cedazo, los enjambres de
moléculas de cocaína se filtraron por esas membranes y, en menos de 15 minutos,
le inundaron el torrente circulatorio.
-Al llegar al
cerebro, las moléculas se toparon con una barrera destinada a impedir el paso
de las substancias nocivas.
-Existen varias
drogas "psicoactiva" que pueden atravesarla flotando a través de las
moléculas de grasa que integran la barrera. El alcohol, la nicotina -y la
cocaína- son algunas de ellas.
-La euforia de
Mónica duró a lo sumo 20 minutos, pero eso bastó para que la cocaína empezara a
forjar un cerrojo en su mente.
-Días después,
cuando le ofrecieron más, la aceptó ansiosamente. Y de nuevo se sumergió en un
intenso placer.
-Aquella noche
aspiró una segunda dosis de cocaína. Luego, ella y Nicolás hicieron el amor
y
-aparentemente gracias a la droga- exprerimentó en ese acto lo que nunca
antes había experimentado.
-En las
profundidades del cerebro de Mónica se halla el sistema límbico, el primitivo
"cerebro animal" que regula las emociones y deosos instintos
primarios tan esenciales para la supervivencia, como el de comer y el de huir
del peligro.
-Además,
el sistema límbico está estrechamente relacionado con regiones cerebrales que
originan sensaciones placenteras.
-La cocaína
genera cortocircuitos en estas actividades de gran importancia biológica y
provoca placer al instante.
-Esta sustancia
estimula a tal grado los centros cerebrales del placer que los animales de
laboratorio, si se les permite libre acceso a la cocaína, prescinden totalmente
de la comida y de la actividad sexual para atiborrarse de esta droga hasta que
se les averían los sobrecargados circuitos cerebrales, lo cual desencadena la
muerte.
-Mónica no tenía
noticias de esto. Pocos meses después, Mónica ya no consumía cocaína únicamente
por diversión. La necesitaba. No tardó en aspirar la droga cada mañana para
poder iniciar sus actividades durante el día para conservarse activa; y en la
noche para relajarse.
-En el cerebro de
Mónica, unos 10,000 millones de células, llamadas neuronas conservan en
funcionamiento sus sistemas que sostienen la vida y regulan sus pensamientos y
emociones.
-Cuando una
neurona recibe señales de uno de los cinco sentidos, "se enciende" y
envía a través de sus ramifiaciones una señal muy tenue a otras neuronas
receptoras.
-Como el hueco
que existe en la punta de una bujía de automóvil, un espacio microscópico
llamado sinapsis separa a las neuronas. La señal eléctrica no puede saltar ese
espacio, pero libera ciertas sustancias, los neurotrasmisores, para que lleven
el mensaje.
-Uno de los
cientos de neurotrasmisores del cerebro es la dopamina. Las alteraciones en el
suministro de la dopamina redundan en graves enfermedades mentales, como la
esquizofrenia y en trastornos del sistema locomotor, como el mal de Parkinson,
el cual se deriva de una concentración anormal, extraordinariamente baja, del
neurotrasmisor.
-En un cerebro
normal una "bomba" molecular envía la dopamina excedente, sin peligro
alguno, al interior de las neuronas emisoras, para que se le utilice más
adelante.
-Algunos
expertos piensan que la cocaína estropea esa bomba, de manera que la dopamina
ya no puede regresar a las neuronas.
-Otros consideran
que la cocaína acelera el funcionamiento de esta bomba y que libra más
dopamina.
-En todo caso, la
sustancia neurotrasmisora se acumula en la sinapsis y estimula repetidamente a
las neuronas.
-En realidad, lo
que hacia que Mónica se sintiera tan bien era el exceso de sustancias
neurotrasmisoras en su cerebro.
-Al final del
primer año de consumir cocaína, Mónica aspiraba un gramo diario, lo cual
costaba alrededor de 140 dólares. Tenía el delirio de creerse invencible y le
sobrevenían accesos de hiperactividad y de insomnio grave. Además, empezó a pelearse
con Nicolás, convencido de que él le estaba ocultando parte de su ración de
droga.
-Consiguió empleo
de modelo y ella misma compraba su dotación.
-Cuando
escasearon sus ingresos, empezó a tomar del dinero reservado para asistir a la
facultad de derecho.
-Nadie, ni ella
misma, sospechaba hasta qué grado era ya adicta.
-Obtuvo
calificaciones aprobatorias en el colegio universitario al mismo tiempo que
debía atender la casa y a los hijos de Nicolás. A pesar de que todo parecía
normal y de que Mónica
aseguraba
que nunca le había parecido mejor su vida, estaba volviéndose psicótica.
-Imaginaba oír la
sirena de la policía y se escondió en un aramario, creyendo que iban a llegar a
detenerla.
-Al empezar su
segundo año de consumó de la droga, Mónica empezó a adelgazar. Y se espantó al
notar que la almohada amaneció con manchas rojas. Había comenzado a sangrarle
la nariz.
-Al tocar los
vasos sanguíneos, la cocaína los constriñe y obstaculiza mucho la circulación.
Como les faltaban nutrientes, las membranes mucosas de la nariz de Mónica
estaban secándose, y el tejido muerto se desprendía, de ahí las manchas en la
almohada.
-En algunos
cocainómanos muere tanto tejido, que se agujera el cartilago que divide las
fosas nasales.
-A veces se
forman unos abscesos que penetran en el hueso de los senos faciales. Sin
embargo, el adicto apenas siente un dolor muy leve cuando consume cocaína,
porque esta droga es también un potente anestésico local.
-En Mónica, la
necesidad de consumir cocaína se volvió más importante aún que la de comer, ya
que esta droga es asimismo un potente supresor del apetito.
-Para remediar
las hemorragias nasales de Mónica, Nicolás le enseñó a eliminar las impurezas
-azúcar, queroseno, sales ácidogenas- que los narcotraficantes añaden a la
cocaína que se vende en la calle a fin de aumentar sus ganancias.
-Echando mano de
solventes volatiles, Nicolás lograba una droga casi ciento por ciento pura, y
cinco veces más potente que la adulterada.
-Como la cocaína
pura puede fumarse, Mónica consiguió mitigar las molestias de su dañada nariz.
-Nicolás colocó
en una pipa el extracto cristalizado y se lo entregó a Mónica, quien lo aspiró
con fuerza. En cuestión de segundos, los circuitos cerebrales del placer se
estimularon al máximo, provocádole la mayor euforia de su vida.
-Pero esa noche
Mónica presentó dificultades respiratorias. Sentía como si tuviera un elefante
encima del pecho. A la mañana siguiente persistía la sensación, mas Nicolás le
aseguró que eso era "normal" en los principiantes y que se le
pasarían en unas cuantas horas.
-La
cocaína pura no sólo intensificó el éxtasis de Mónica. La droga afecta
directamente al músculo cardiaco, haciendo que el corazón palpite en forma
ineficaz y que se estrechen sus vasos sanguíeneos, con lo cual se restringe el
oxígeno indispensable para que funcione a toda su capacidad.
-En consecuencia,
el corazón debe esforzarse más para compensar la insuficiencia de riego
sanguíneo en el resto del organismo.
-Es un círculo
vicioso, la sangre que entra en el corazón privado de oxígeno deja de bombearse
con suficiente rapidez y regresa a los pulmones.
-La respiración
se torna más laboriosa y dolorosa, pues el drogadicto empieza a ahogarse con
sus propios fluidos.
-Existe gran
riesgo de sufrir un ataque cardiaco repentino o una apoplejía. De momento,
Mónica había corrido con suerte, pues únicamente había presentado dolor en el
pecho.
-Aunque con
dificultad, Mónica logró graduarse, pero nunca solicitó su ingreso a la
Facultad de Derecho. Lo único que le importaba era la cocaína. Además, ya se
había gastado en la droga todo el dinero de la colegiatura.
-Después de haber
formado una pareja muy unida, Mónica y Nicolás conmenzaron a agredirse cada vez
con más violencia. En dos ocasiones Mónica se refugió en una institución para
mujeres maltratados, pero pronto regresó, atraida por la posibilidad de obtener
más cocaína.
-Cuando
los vecino se quejaron a la policía, los niños fueron enviados a vivir con su
verdadera madre.
-En
esa época solamente para sentirse normal, Mónica necesitaba consumir a diario
3.5 gramos de cocaína pura, lo cual costaba cerca de 500 dólares.
-Para sostener el
vicio, se asoció con su proveedor en un negocio: una tiende de antigüedades que
servía de fachada para el tráfico de drogas y el "lavado" del dinero.
El sueldo no era despreciable: más de 50,000 dólares anuales, sin tomar en
cuenta el dinero y la cocaína que podía obtener.
-A menudo, cuando
la cocaína no la traía eufórica, Mónica se emborrachaba. El alcohol
contrarrestaba la depresión que seguía a cada "viaje" de cocaína. Con
frecuencia consumía también un tranquilizante: el Vallium. Luego necesitaba más
cocaína para volverse a sentir bien, y así fue quedando atrapada en una
terrible vorágine.
-Cada vez que se
le pasaban los efectos de la cocaína, descendía la concentración de dopamina en
el cerebro de Mónica, hundiéndola en una depresión física y emocional.
-El alcohol y el
Vallium que Mónica ingería sólo le ayudaban temporalmente a contrarrestar los
efectos de la pérdida de dopamina, pues estas sustancias deprimen la actividad
del sistema nervioso central.
-Paradójicamente,
las secuelas del exceso de alcohol o de Vallium -las sacudidas de la resaca alcohólica, por ejemplo-
no hacían más que acentuar la necesidad de cocaína que sentía ella.
-Mónica empezó a
sentir hormigueos y comezón en la piel.
-La sensación de
hormigueo constituye un fenómeno conocido como "prurito de la
cocaína".
-Con todo y que
se duchaba hasta 12 veces al día, no lograba librarse de estas sensaciones.
Entonces dio en tener alucionaciones.
-Un monstruo rojo
y oscuros ojos cavernosos flotaba sobre su cabeza. Los tenebrosos abismos que
seguían a las esplendorosas cumbres se volvieron tan insoportables, que dos
veces intento suicidarse.
-En una ocasión
ingirió un litro de whisky junto con un puñado de tranquilizantes y
analgésicos.
-En otra, tomó
tanto Tylenol que debió pasar seis días en una máquina de dialisis para que se
recuperaran sus riñones.
-Entonces, Mónica
necesitaba la cocaína sólo para existir. Ya no le provocaba euforia, sino un
nerviosismo exacerbado.
-Su ansia de
drogarse opacó todo interés por la comida, la actividad sexual, la familia o
los estudios. Temblaba, se retorcía, vomitaba. Pero si intentaba disminuir la
absorción de cocaína, su organismo le pedía más a gritos.
-Los delirios de
Mónica se debían a la psicosis causada por la cocaína: la estaban volviendo
loca los largos periodos en que el exceso de dopamina le flotaba en las
sinapsis cerebrales cada vez que consumía la droga.
-Las vías
nerviosas, estimuladas por el estupefaciente, suministraban falsa información
sensorial al cerebro.
-Mientras tanto,
cuando se le pasaba el efecto de la droga, la concentración de dopamina
descendía más y más en el cerebro de Mónica. Sus neuronas cerebrales ya no
podían remplazar la dopamina que utilizaba la droga. Con el tiempo llegó a
escasear tanto la reserva que le quedaba de este neurotrasmisor, que, lejos de
producirle placer la cocaína, el desequilibrio químico de su cerebro la hundió
en una horrible depresión.
-En un esfuerzo
sobrehumano por reconciliarse con Nicolás, Mónica resolvió darle un hijo; pero
en el cuatro mes de embarazo comprendió su error. La drogadicción e
inconstancia de Nicolás hicieron que Mónica abrigara temores para su hijo. Por
tanto, se mudó a la casa de una amiga, donde siguió consumiendo cocaína pura y
alcohol. Sólo durante el trabajo de parto llegó a pasar por su mente la
posibilidad de que su bebé naciera deforme o drogadicto.
"¡Por favor,
Dios mío, haz que sea normal!. ¡Te juro que jamás volveré a drogarme!"
-El niño nació sano y en la fecha
prevista, y Mónica le puso por nombre José. No obstante, no tardó en echar al
olvido su promesa. Todavía no había salido del hospital cuando ya había vuelto
a absorber cocaína.
-En casa, Mónica
le gritaba a José cuando lloraba; y cuando permanecía callado, ella tendía a
olvidarse de su existencia y lo descuidaba.
-En
el trabajo, Mónica dio en experimentar un temor paranoico de que su socio
estuvieran preparando el terreno para inculparla en caso de que hubiera un
cateo en la tiende de antigüedades. Decidió renunciar a su empleó. Sin embargo,
necesitaba dinero para pagar su vicio. La solución se la dio su nuevo proveedor
de droga, un tipo que era adicto a la heroína y, además, trataba en blancas.
-Mónica se volvió
prostituta. El término con el que se le designaba era "acompañante",
y la descripción de su labor decía que "acompaña a ricos hombres de
negocios en las fiestas".
-Ya no le
importaba nada, desde mucho antes, la cocaína había suprimido su apetito
sexual, y eso le convenía en aquella actividad.
-Aspirar la droga
con pipa hacia que le galopara el pulso y le provocara accesos de tos. El
cosquilleo se le extendió rápidamente por todo el cuello y por la mandíbula
inferior. A veces, la fuerza de la droga la hacia caer de rodillas.
El
cosquilleo en la mandíbula y en el cuello de Mónica era un efecto secundario de
su pequeño ataque convulsivo, común en los cocainómanos. La droga hacia
estragos en los órganos vitales. Las neuronas comenzaban a emitir señales en
explosiones sincronizadas que le causaban verdaderas tormentas eléctricas en el
cerebro. Privado de oxígeno y luchando contra una hipertensión arterial muy
acentuada, el corazón le latía de manera irregular. Los pulmones, llenos de
líquidos que regresaban del corazón, funcionaban mal. La joven jadeaba en busca
de aire y tosía sin cesar para despejarlos.
-Mónica ya
llevaba seis años de drogadicta. Lo había perdido casi todo, incluso a Nicolás,
el cual logró lo que ella no había conseguido: suicidarse.
-No le quedaba en
la vida más que José; pero hasta eso le arrebató la cocaína. El departamento de
servicios sociales de la ciudad dispuso su adopción, pues Mónica era una madre
negligente, drogadicta y criminal (así considerada a causa de cuatro sentencias
por conducir en estado de ebriedad y de dos arrestos relacionado con las
drogas).
El 16 de agosto
de 1988, Mónica cumplió 27 años. Anita, su compañera de cuatro, había planeado
una fiesta en un bar. Mónica le dijo que la alcanzaría después, y se metió en
el cuarto de baño, cerró la puerta con llave y la atrancó con una silla.
Deseaba estar sola un rato para preparar la cocaína pura. De buenas a primeras
creyó ver que unos demonios entraban por el piso y, aterrorizada, se acuclilló
en la bañera.
-Mónica aspiró
profundamente el contenido de la pipa. El corazón le palpitó como si fuera a
estallar. La cabeza le daba vueltas. En algún momento trató de ponerse en pie,
pero se cayó a un lado de la tina. Luego perdió el conocimiento.
Vuelta en sí
a duras penas logró llegar al teléfono. Marcó el número de una amiga y
consiguió articular un grito de auxilio. Después volvió a perder el
conocimiento.
-La temperatura
del cuerpo de Mónica se había elevado a 40° C. Sus ondas cerebrales eran
caóticas, puesto que millones de neuronas disparaban señales sin ton ni son.
Mientras sus piernas se sacudían espasmódicamente, Mónica se hundió en la
inconsciencia. A pesar de ello, la droga aún no había terminado con ella.
-Cuando, una vez
recobrado el conocimiento, se arrastró hasta el teléfono, una pequeña arteria
del hemisferio cerebral derecho, constreñido por la cocaína, tuvo un espasmo.
Desalojado por el espasmo, un coágulo se atoró en el vaso sanguíneo, de por sí
reducido, y en ese momento dejó de circularle la sangre en ese hemisferio.
Mónica acababa de sufrir una apoplejía.
En cuestión
de segundos comenzaron a morirse las neuronas que controlaban los músculos. La
boca de Mónica se abrió y su brazo y pierna izquierdos dejaron de reaccionar.
Acto seguido, la joven dejó de respirar. Su exhausto corazón empezó a latir tan
irregularmente, que ya no pudo bombear sangre a todo el organismo.
-Mónica no se dio
cuenta de nada de esto. En realidad, estaba muerta.
-Cuando llegaron
los paramédicos le aplicaron resucitación cardiopulmonar y descargas eléctricas
en el corazón, con un desfibrilador.
-¡Qué
alivio sintieron al ver que reaparecían debilmente los signos vitales!
-Cuando Mónica
recuperó el conocimiento, se hallaba en la cama de un hospital y tenía una
sonda endotraqueal en la garganta. El médico de la sala de urgencies comentó
que no entendía cómo había sobrevivido Mónica tenía paralizadas las
extremidades izquierdas, y sólo con el tiempo se sabría si iba a volver a
andar. En opinión del médico, sólo una cosa se podia afirmar con seguridad si
volvía a tocar la cocaína, sería la última vez.
-Dada de alta,
Mónica regresó a casa en silla de ruedas, resuelta a no pasarse el resto de sus
días atada a la silla. La enfermera que la visitaba la llevó con frecuencia a
un centro de rehabilitación, y en Navidad ya había mejorada al grado de que
caminaba con muletas sujetas del antebrazo y con un armazón en la pierna.
-Pero, por
increible que parezca, la cocaína la sedujo una vez más. En febrero de 1989
algunas amistades la invitaron a una fiesta en un motel de la ciudad. Mónica
llevaba entonces seis meses sin probar la droga. Uno de los invitados saco una
pipa y le ofreció una fumada. Quizá pueda probarla sin perder el control, pensó
Mónica. Tomó la pipa y aspiró. La cabezas le dio vuelta con la sensación de
vertigo que conocía tan bien. Aspiró otra fumada, y otra más.
-Siete días
después, Mónica era la única persona que quedaba en la habitación del hotel.
Aquella semana era sólo una mancha en su mente. No había comido ni se había
bañado desde hacia varios días. Se acercó a un espejo y se estremeció al ver su
devastada imagen.
-Entonces
comprendió que ya había superado todo: la cocaína el alcohol, el Vallium y
todas las demás sustancias. Tras desperdiciar seis años de su vida, tras perder
a su familia y despilfarrar más de 200,000 dólares en la droga, Mónica
consideró que había tocado fondo.
-Tres días
después asistió a una reunión de Cocainómanos Anónimos y, en seguida, se
internó en un hospital para someterse a desintoxicación. A las dos semanas,
cuando salió para reanudar la fisioterapia, Mónica trabajo con tanto ahínco,
que nueve meses después de la apoplejía ya era capaz de llevarse una taza a los
labios con la mano izquierda. A los 16 meses dio los primeros pasos sin bastón.
-Conforme sanaba
su cuerpo, también se le curaba la mente. Entabló amistad con otros drogadictos
en recuperación y rompió por completo el contacto con los conocidos de su época
de cocainemanía.
-La cocaína
seguiá atrayéndola, en espera del menor traspié, pero Mónica resistió.
-Hoy, como
gerente de la oficina de una firma de servicios financieros, Mónica parece
normal. No obstante, la cocaína ha dejado en ella una huella indeleble. Siente
debilidad persistente en la pierna izquierda. Las lesiones cerebrales le causan
ataques periódicos que le originan convulsiones y pérdida transitoria del
conocimiento. Tiene enormes lagunas de memoria: no logra recordar nada durante
semanas enteras, incluso durante meses. Y, por supuesto, sigue echando de menos
al hijo que le quitaron.
-Mónica ha pasado
dos años "limpia y sobria", lejos de las drogas y del alcohol. Sin
embargo, no ignora que el monstruo regresará en cuanto ella se confíe.
-Mónica tiene en
la cara un dejo de tristeza, pero también se le nota la esperanza y una
renovada fe espiritual. Está comprometida en matrimonio con Luis, drogadicto en
recuperación que le lleva rosas cuando ella se siente deprimida. Con la ayuda
de Cocainómanos Anónimos y con el apoyo mutuo de la pareja, esperan prescindir
de la droga "sólo por hoy".
-Mónica dice:
"La cocaína te promete un paraíso, pero en realidad destruye cuanto te
rodea. Yo lo sé… Yo he visto al diablo: viene en un frasquito de cristal".
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-La historia de
Mónica no es única. Lo que la hace especial es su valentía y la buena
disposición para compartir su experiencia con todo el mundo.
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Tomado
de "Cocaína: El Diablo
en un Frasquito de Cristal"
Por
Ola y Emily D'Aulaire
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