miércoles, 16 de abril de 2014

Somos Infinitamente Más Fuertes de lo que Creemos


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SOMOS INFINITAMENTE MAS FUERTES DE LO QUE CREEMOS



1)     La Salud en Estados Unidos
        El principal problema de salud que existe ahora en Estados Unidos no es ni el SIDA ni el cáncer, sino el hecho de que no saben cómo actuar ante la salud o la enfermedad. Las reacciones parten del nivel del terror. Temen lo peor, esperan lo peor y, por consiguiente, propician lo peor. El resultado es que se están convirtiendo en una nación de apocados e hipocondríacos, en una sociedad que se autorreceta y que es incapaz de distinguir entre los síntomas de afecciones comunes y corrientes y aquellos que requieren atención profesional.

2)     Mensaje de Dolor 
        En algún punto de nuestra educación inicial nos habituamos a la idea de que el dolor significa enfermedad. No aprendimos que el dolor es la manera que tiene el cuerpo de informar a nuestra mente que estamos haciendo algo mal, y no necesariamente que algo anda mal.
        No comprendemos que es posible que el dolor nos está indicando que comemos demasiado o que comemos cosas que no debemos comer; o que fumamos o bebemos demasiado; o que hay demasiada congestión emocional en nuestra vida; o que estamos agotados, porque tenemos que enfrentarnos a diario con calles y carreteras atiborradas, con el ruido estridente de los caminos de basura.
        Interpretamos equivocadamente el mensaje del dolor. En lugar de atender a la causa nos llenamos de píldoras con lo cual el dolor no desaparece sino que se amortigua para volver, luego, con más fuerza.
        Desde muy jóvenes nos dejamos dominar por la curiosa idea de que estamos constantemente asediados por monstruos invisibles llamados gérmenes, y que tenemos que estar en constante alerta para protegernos de ellos. Sin embargo, no hacemos el mismo hincapié en el hecho predominante de que nuestros cuerpos están soberbiamente equipados para enfrentarse a esos pequeños demonios, y que la mejor manera de prevenir que nos ataquen es llevar una vida juiciosa.

3)     Un Maravilloso Sistema Curativo
        Casi todas las enfermedades son autolimitantes, es decir, que el cuerpo humano es capaz de manejarlas sin intervención externa.
        No debemos sentirnos impotentes si la enfermedad intenta atacarnos y debemos tener ms confianza en la realidad de un sistema curativo que está maravillosamente diseñado para hacer frente  a la mayor parte de los problemas. Incluso cuando se necesita ayuda externa nuestros propios recursos tienen algo valioso que ofrecer en una estrategía de tratamiento combinada.
        Nadie sale vivo de este mundo y pocos pasan por él sin tener, al menos, una enfermedad seria. Si nos dan un diagnóstico grave, es útil esforzarnos por no dejarnos llevar por el pánico y la depresión. El pánico puede constreñir los vasos sanguíneos e imponer una carga adicional a nuestro corazón.
        La depresión puede allanar el camino para otras enfermedades o intensificar las que ya existen. No es extraño que haya tantos  pacientes que se agravan al enterarse de que tienen cáncer, un padecimiento cardiaco o cualquier otra enfermedad catastrófica: en cuanto pueden poner una etiqueta a sus síntomas, la enfermedad se intensifica. Todas las cosas terribles que han oído sobre su mal producen la clase de desesperación que, a su vez, complica el padecimiento.

4)     Confianza: Un Aspecto Clave
        Es natural que nos volvamos muy aprensivos ante un diagnóstico grave, pero una confianza razonabla está justificada. Por ejemplo, hoy en día el cáncer es, en gran medida, una enfermedad que puede tratarse. Un corazón muy dañado puede ser reacondicionado. Incluso un diagnóstico de virus de SIDA positivo no significa que el padecimiento entre en una fase activa.
        El entorno del tratamiento médico puede mejorar mucho cuando se logra que los enfermos graves no sufran depresión. En un proyecto que abarcó a 75 enfermos de melanoma maligno, se observó que hay una relación directa entre el estado mental del enfermo y la capaicidad del sistema de inmunidad para actuar. En un estado de total devastación emocional, la función de inmunidad se menoscaba. Por lo contrario, cuando el paciente logra librarse de la depresión y el pánico, suele haber un aumento de las interleucinas del cuerpo, substancias cruciales en el sistema de inmunidad que ayudan a activar las células inmunes que combaten el cáncer.
        Las personas que han sufrido infartos cardíacos son especialmente proclives a la desesperación. Después de haber pasado por la fase urgente del episodio empiezan a pensar en todas las cosas que ya no podrán hacer. Se preguntan si podrán seguir trabajando, si podrán tener relaciones sexuales satisfactorias, o volver a jugar al tenis o al golf. En pocas palabras, ven su vida futura desprovista de toda utilidad y toda alegría. Pierden el ánimo y las ganas  de vivir. Esas personas deben saber que además de los milagros que la medicina moderna puede realizar, el corazón puede hacer su propia derivación de las arterias ocluidas y que la circulación colateral puede suministrar un buen abasto de oxígeno.

5)     Hace Falta Educación Adecuada
        Necesitamos reeducarnos en materia de salud. Debemos saber que somos dueños de un mecanismo notablemente poderoso; debemos perder el miedo a las enfermedades y comprender el concepto de la relación entre el paciente y el médico, en la que lo mejor que la ciencia médica puede ofrecer se combina con los magníficos recursos de la mente y el cuerpo.
        Por supuesto, no tenemos que esperar a sufrir una enfermedad catastrófica para aprender a confiar en nuestra capacidad para superarla. La confianza es útil en nuestra vida común y corriente: somos más fuertes de lo que pensamos, infinitamente más fuertes.
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