El 7 de
enero de 1871, el químico ruso Dimitri Ivanovich Mendéleiev (1834 -1907)
publicó su Tabla Periódica de los Elementos.
En esa tabla
Mendéleiev arregló los 63 elementos conocidos hasta ese entonces. La denominó
"periódica" debido a la ascendencia y descendencia periódica de la
valencia, así como a las repeticiones periódicas de las propiedades en las
diferenctes hileras.
En
la tabla quedaban unos espacios en los que se colocarían los elementos
desconocidos en aquel tiempo. Los denominó ekaboro, ekasilicio, ekamanganeso,
dvimanganeso, ekaaluminio y ekatántalo.
En
sánscrito, estos prefijos significan primero y segundo, respectivamente.
Méndéleiev
tenía tanta confianza en la validez de su Tabla Periódica que no titubeó en
contradecir las ideas establecidas acerca de los elementos individuales y a realizar predicciones muy
arriesgadas.
De todos los
elementos correspondientes a espacios vacios, escogió a tres de ellos:
ekasilicio, ekaaluminio y ekaboro. Describió las propiedades que debían tener
cada uno de acuerdo a las propiedades de los elementos hacia atrás y hacia
adelante de cada espacio en blanco de la table.
Si los
mencionados elementos se encontraban, Mendéleiev se convertiría en un héroe y
su Tabla Periódica quedaría verificada más allá de toda duda… Pero si no
existían, Mendéleiv se convertiría en uno de los más ridículos pitonisos de
toda la historia de la Química.
El mundo de
la Química no pudo dejar de mostrarse impresionado, sin embargo, los químicos
no podían manifestarse dispuestos a aceptar la tabla solo por su apariencia
externa.
Mendéleiev
no prestó atención a los que se burlaban de él y se limitó a aguardar los
acontecimientos, y sucedió que no tuvo que esperar demasiado…
En 1875, un
químico francés llamado Paul Emil Lecoq de Boisbaudran descubrió uno de esos
elementos al que llamó GALIO, del antiguo nombre de Francia.
Lecoq se
sintió regocijado con su descubrimiento, pero ni la mitad de excitado que
Mendéleiev.
Tan pronto
como el ruso leyó la descripción del nuevo elemento, supo que era su
ekaaluminio. Había predicho que el elemento fundiría a un punto bajo. Había
estimado su peso atómico en unos 68 y el GALIO tenía 69.72.
También
había pronosticado que su peso específico sería de 5.9 y el GALIO tenía 5.94.
Su comportamiento químico seguía sus predicciones, punto por punto, el GALIO se
adecuaba por completo al ekaaluminio.
Aquella
notable confirmación causó sensación. Los químicos tuvieron que admitir que el
GALIO era el ekaaluminio de Mendéleiev de forma absoluta.
Cuatro años
después, en 1879, se cumplió una segunda profecía de Mendéleiev. Lars Fredrick
Nilson, un químico sueco, de manera accidental, se vió ante un óxido que no le
era familiar. Resultó ser el óxido de un nuevo elemento, al cual llamó ESCANDIO
en honor de Escandinavia.
El ESCANDIO
correspondía exactamente al ekaboro de Mendéleiev.
De nuevo, la
descripción de Mendéleiev demostró ser casi del todo correcta en cada detalle.
El peso atómico del ESCANDIO era 44.96 (la predicción había sido 44); el óxido
de ESCANDIO tenía un peso específico de 3.6 (la predicción había sido: 3.5),
etc.
El triunfo
final de Mendéleiev llegó en 1886.
Un químico
alemán, Clemens Alexander Winkel Winkler, al estar analizando un mineral se le
presentaron algunos problemas. Después de descomponer todos los elementos que
pudo identificar, hallo que aún le quedaba un 70% de otro mineral. Se trataba
de un elemento desconocido. Lo llamó GERMANIO, en honor de Alemania.
El GERMANIO,
correspondía al ekasilicio de Mendéleiev. Su peso atómico era de 72.60 (casi
exactamente lo previsto 72); su peso específico era de 5.47 (lo previsto: 5.5).
Mendéleiev
solo se había equivocado en un cálculo: el GERMANIO fundía a una temperatura
menor de la que él había vaticinado.
Mendéleiev
había trinfado tres veces… Su Tabla Periódica fue ya reconocida como un
descubrimiento colosal…
Una rara
coincidencia es que los tres elementos predichos por Mendéleiev fueron
denominados según los países donde nacieron sus descubridores.
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