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1. BIOGRAFÍA
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(Ginebra,
Suiza, 1712-Ermenonville, Francia, 1778) Filósofo suizo. Huérfano de madre desde temprana edad, fue criado por su tía materna
y por su padre, un modesto relojero. Sin apenas haber recibido educación,
trabajó como aprendiz con un notario y con un grabador, quien lo sometió a un
trato tan brutal que acabó por abandonar Ginebra en 1728. Fue entonces acogido
bajo la protección de la baronesa de Warens, quien le convenció de que se
convirtiese al catolicismo (su familia era calvinista). Ya
como amante de la baronesa, se instaló en la residencia de ésta en Chambéry e
inició un período intenso de estudio autodidacto. En 1742 puso fin a una etapa
que más tarde evocó como la única feliz de su vida y partió hacia París, donde
presentó a la Academia de la Ciencias un nuevo sistema de notación musical
ideado por él, con el que esperaba alcanzar una fama que, sin embargo, tardó en
llegar. Pasó un año (1743-1744) como secretario del embajador francés en
Venecia, pero un enfrentamiento con éste determinó su regreso a París, donde
inició una relación con una sirvienta inculta, Thérèse Levasseur, con quien
acabó por casarse civilmente en 1768 tras haber tenido con ella cinco hijos.
Trabó por entonces amistad con los ilustrados, y fue invitado a contribuir con
artículos de música a la Enciclopedia de D’Alembert
y Diderot;
este último lo impulsó a presentarse en 1750 al concurso convocado por la
Academia de Dijon, la cual otorgó el primer premio a su Discurso sobre las
ciencias y las artes, que marcó el inicio de
su fama. En 1754 visitó de nuevo Ginebra y retornó al protestantismo para readquirir sus derechos como ciudadano
ginebrino, entendiendo que se trataba de un puro trámite legislativo. Apareció
entonces su Discurso sobre el origen de la desigualdad entre los hombres, escrito también para el concurso convocado en 1755 por la Academia
de Dijon. Rousseau se enfrenta a la concepción ilustrada del progreso,
considerando que los hombres en estado natural son
por definición inocentes y felices, y que son la cultura y la civilización las
que imponen la desigualdad entre ellos, en especial a partir del
establecimiento de la propiedad, y con ello les acarrea la infelicidad. En 1756
se instaló en la residencia de su amiga Madame d’Épinay en Montmorency, donde
redactó algunas de sus obras más importantes. Julia o la Nueva Eloísa (1761) es una novela sentimental inspirada en su pasión –no
correspondida– por la cuñada de Madame d’Épinay, la cual fue motivo de disputa
con esta última. En Del contrato social (1762) intenta articular la integración de los individuos en la
comunidad; las exigencias de libertad del
ciudadano han de verse garantizadas a través de un contrato social ideal que
estipule la entrega total de cada asociado a la comunidad, de forma que su
extrema dependencia respecto de la ciudad lo libere de aquella que tiene
respecto de otros ciudadanos y de su egoísmo particular. La voluntad general
señala el acuerdo de las distintas voluntades particulares, por lo que en ella
se expresa la racionalidad que les es común, de modo que aquella dependencia se
convierte en la auténtica realización de la libertad del
individuo, en cuanto ser racional. Finalmente, Emilio o De la educación (1762) es una novela pedagógica, cuya parte religiosa le valió la
condena inmediata por parte de las autoridades parisinas y su huida a
Neuchâtel, donde surgieron de nuevo conflictos con las autoridades locales, de modo
que en 1766, aceptó la invitación de David Hume
para refugiarse en Inglaterra, aunque al año siguiente regresó al continente
convencido de que Hume tan sólo pretendía difamarlo. A partir de entonces
cambió sin cesar de residencia, acosado por una manía persecutoria que lo llevó
finalmente de regreso a París en 1770, donde transcurrieron los últimos años de
su vida, en los que redactó sus escritos autobiográficos.
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2. CITAS
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• La conciencia
es la voz del alma; las pasiones son la voz del cuerpo.
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• La igualdad
de la riqueza debe consistir en que ningún ciudadano sea tan opulento que pueda
comprar a otro, ni ninguno tan pobre que se vea necesitado de venderse.
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• La
infancia tiene sus propias maneras de ver, pensar y sentir; nada hay más
insensato que pretender sustituirlas por las nuestras.
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• Las injurias
son las razones de los que no tienen razón.
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• Nadie puede
ser feliz si no se aprecia a sí mismo.
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• No hacer el
bien es un mal muy grande.
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• Si
quitáis de nuestros corazones el amor a lo bello, nos quitaréis todo el encanto
de vivir.
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• Todas las
pasiones son buenas mientras uno es dueño de ellas, y todas son malas cuando
nos esclavizan.
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• Trabajar es
un deber indispensable al hombre social. Rico o pobre, fuerte o débil, un
ciudadano ocioso es un bribón.
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• Un buen padre
vale por cien maestros.
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• Un hombre honrado
no encontrará jamás una amiga mejor que su esposa.
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