viernes, 10 de febrero de 2012

El Ferrocarril de Panamá

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Con motivo del descubrimiento de oro en California, el año de 1849, miles de aventureros se lanzaron hacia allá. Muchos de los que buscaban oro atravesaron el continente norteamericano en carretas. Otros, temerosos de los indios de las planicies, tomaron pasaje, en barcos que hacían la travesía doblando el cabo de Hornos. Otros optaron por la ruta de Panamá. Por centenares desembarcaban en la boca del río Chagres. Entonces mediante lanchones eran llevados hasta un antiguo camino español, el de Las Cruces. De allí con recuas de mulas, al cabo de dos días, se llegaba a la Ciudad de Panamá. Allí esperaban otro barco que los llevara hacia el norte, hasta la costa de California, cerca de la cual se hallaba el oro. El negocio del transporte de una costa a otra fue lucrativo como en los históricos tiempos de las ferias de Portobelo.
Fue entonces cuando surgió en la mente de unos empresarios norteamericanos la idea de conectar los dos litorales del Istmo con una vía férrea. Los capitales extranjeros iban a desplazar a la burguesía Istmeña de su negocio de recuas y lanchones con el ferrocarril transoceánico.
En el otoño de 1849, se estableció el primer cuerpo de ingenieros que vivían a bordo de un barco de vela. Trabajaban durante el día, y hundidos en el lodo hasta la cintura, mientras hacían reconocimientos y abrían un camino. Por la noche dormían en su casa flotante. La indómita voluntad y el empuje de los constructores lograron vencer los terribles obstáculos que encontraron a cada paso. El país era una jungla pestilenta, los bosques estaban llenos de culebras venenosas y otros animales igualmente peligrosos. La noche se hacía insoportable por los activos mosquitos que picaban con éxito a través de la ropa. A pesar de estas penalidades, el pequeño y esforzado grupo prosiguió el trabajo y continuó con sus exploraciones sobre el terreno.
En base a los trabajos de estos pioneros, la obra se comenzó en el mes de mayo de 1850. Al principio se tropezó con la dificultad de no encontrar un lugar adecuado para la línea, que debía atravesar las arenas movedizas y los pantanos entre lo que hay es Colón y Gatún. Para la vía construyeron un terraplén en el que colocaron cientos de tablones, tierra rocas. Al fin se terminó y colocaron la vía.
Los trabajadores que hicieron posible el ferrocarril fueron traídos al Istmo desde Chin,a Irlanda, Colombia (de la provincia de Cartagena), Jamaica y de la Indias Orientales.
Si se piensa en lo malsano del lugar con los mosquitos portadores del paludismo, y el clima que induce con su constante calor a la indolencia, el resultado que se obtuvo fue el fruto de un esfuerzo casi sobrehumano.
Con respecto a los trabajadores que contrataba la empresa norteamericana, cuenta un autor de nombre Tomes lo siguiente:
"...generalmente caen enfermos en las 4 ó 5 semanas siguientes, aunque algunas veces, pero muy raras esto no ocurre sino 4 ó 5 meses después. El primer ataque es generalmente severo y tiene la forma de la fiebre amarilla: maligna e intermitente. Aunque ninguno escapaba a sus efectos, el miasma venenoso afecta a las diversas razas en diferentes grados de rapidez. El africano resiste más, le sigue el culí (de las Indias Orientales), luego el europeo y por último, en orden descendente, el chino que enferma de inmediato".
Una terrible calamidad acompañó a los constructores de la vía del ferrocarril. La empresa buscaba trabajadores de donde fuera y al principio llegó un contingente de cerca de 800 chinos procedentes de Hong Kong. Estos pobres diablos, inconscientemente se habían vendido a los servicios del ferrocarril. Ignoraban a donde iban y las dificultades que les esperaban. Habían aguantado fatigas y sufrimientos, alimentados por las perspectivas de llegar a una tierra extranjera, donde los atraía la radie radiante descripción hecha por los traficantes de vidas humanas que literalmente les habían prometido riquezas y felicidad. Como dice burlonamente alguien de quien ahora me acuerdo, "el prometer no empobrece, dar es lo que aniquila". En el transcurso del viaje 16 chinos murieron al tirarse al mar. El viaje desde Hong Kong hasta Panamá lo hicieron asinados, peor que animales, algo parecido a como trajeron a los negros del Africa. Apenas llegaron a tierra, la enfermedad exterminó a 32, y en menos de una semana se sepultaron 80 más. Los interpretes que los acompañaban, atribuyeron esta rápida postración al deseo de su acostumbrado vicio de opio. La empresa les repartió droga, que tuvo el efecto momentáneo de estimular sus energías. Dos terceras partes de los enfermos pudieron abandonar sus camas y empezar a trabajar.
Hay un hecho relacionado con este vicio, que no constituye ningún mérito para la nación inglesa. Inglaterra lo introdujo en China y acumulo grandes ganancias con el negocio de esta repugnante droga. Mientras se condena a los chinos por fumarlo, pues aún hoy en día subsiste en Panamá el vicio entre los panameños de origen chino, volvamos nuestros ojos hacia Inglaterra y situemos la culpa en donde debe estar. Lo mismo que hay que condenar a la empresa norteamericana que no tuvo empacho en suministrar opio a los trabajadores chinos con la idea de exprimirlos al máximo. Es una gran inmoralidad que significa fomentar tan pernicioso hábito.
Por los efectos de los estimulantes a las pocas semanas apenas si quedaban algunos de los 800 chinos que no estuvieran postrados e incapacitados para el trabajo. Bajo los estímulos de la droga los pobres enfermos voluntariamente buscaban la muerte, la aguardaban con alegría. Se suicidad suicidaban de diversas e ingeniosas maneras. Algunos se sentaban a la orilla del mar hasta que subiera la marea y los ahogara el agua. Otros hacían arreglos con sus compañeros para que los ayudaran a morir: entregaban al amigo todo lo que tenían para que con una pistola les hicieran volar la tapa de los sesos. Otros más se colgaban de los cabellos en los árboles, mientras que había quienes envolvían sus moños alrededor de sus cuellos dándoles vueltas hasta que sus caras ennegrecían, se desorbitaban sus ojos, les pendía la lengua de la boca y la muerte aliviaba su agonía. A veces, cortaban palos en forma de lanzas, le afilaban las puntas y enterraban sus cuellos en ellas hasta que el filo los atravesara y luego así, se desangraban hasta morir. En ocasiones tomaban grandes piedras en sus manos, saltaban a las profundidades de algún río y se agarraban con tenacidad hasta que la muerte obligaba a flotar sus cuerpos inertes sobre la superficie de las aguas. Algunos buscaban la muerte rehuyendo todo alimento o bebida, o se golpeaban con sus instrumentos de trabajo; y así, a las pocas semanas de su llegada quedaban 200 chinos. La empresa no sabiendo que hacer con estos desgraciados, postrados por los afectos de la droga y propensos a la muerte y como ya le eran inútiles para el trabajo, los embarcó a Jamaica donde llevaron una vida de mendigos.
Otra "hazaña" de la Compañía del Ferrocarril fue el importar otra carga humana. Un grupo de irlandeses procedentes de Cork. Ni uno solo de ellos rindió un buen día de trabajo y resultó tan alta la mortalidad que para deshacerse de ellos y por ser más barato los mando a Nueva York, donde la mayoría murió a causa del paludismo que llevaban incubado en la sangre.
Los trabajadores que se emplearon después, en numero de 3000, fueron colombianos de la provincia de Cartagena, negros de Jamaica y culíes de las Indias Orientales.
La obra que comenzó en 849 y tras arduos trabajos de lucha contra la naturaleza, sacrificio de muchas vidas, el 27 de enero de 1855 se colocó el último riel que unió los litorales de ambos océanos. Seis años después de haber surgido la fiebre de oro, se obtuvo el primer ferrocarril que atravesara el continente americano: el Ferrocarril de Panamá.
El puerto en el Atlántico dejo de ser Chagres porque fue trasladado a la isla de Manzanillo que con el tiempo surgió en ésta una nueva ciudad llegando a convertirse en la segunda del Istmo: Colón.
Desde enero de 1855, una persona podía entrar a un apretujado vagón de ferrocarril, que esperaba en la nueva población de Colón Ese ruidoso tren, que cubrió de humo a los pasajeros en su viaje hasta Panamá, era y aún es de una sola vía. En las tardes, entre silbatos y campanadas llegaba a la ciudad de Panamá. ¡De océano a océano, se hacían cuatro horas! Era ya posible pasar de Oriente a Occidente en ferrocarril.
El costo de la vía fue de unos 8 millones de dólares, pero su ingreso bruto, por varios años fue de cerca de 3 millones de dólares por año. Si consideramos que trabajó 50 años a 3 millones son 150 millones de dólares lo que prueba el valor de la inversión de los norteamericanos, sin contar que el ferrocarril fue una condición sin la cual no se podría haber construido el canal.
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