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-Paul
Tibbets fué el piloto que arrojó la bomba atómica en Hiroshima.
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-37
años después de Hiroshima, la polémica sigue en pie. Mucha gente en Estados
Unidos, sobre todo dentro de la comunidad científica, ha llegado a la
conclusión de que el primer ataque nuclear de la historia fué una decisión
equivocada, tanto desde el punto de vista político como moral. ¿Usted, señor
Tibbets, continúa creyendo que era necesario?
-No
hay nada más fácil en el mundo que analizar un partido de beisbol el lunes por
la mañana cuando todo ha terminado. Lo complejo es tomar decisiones dentro de
la cancha. Por eso conviene que ubiquemos la pregunta dentro de su contexto
histórico. Cuando me incorporé al "Proyecto Manhattan" un año antes
que la bomba estuviese lista, los científicos me explicaron cuales iban a ser
las consecuencias de la explosión. Las cifras eran escalofriantes. Pero, al
mismo tiempo, yo tenía en mis manos otros informes referidos a la cantidad de
soldados y civiles de los dos frentes que iban a morir si no lograbamos poner
fin a la guerra. Según nuestros servicios de inteligencia, la bomba iba a
causar 10 veces menos víctimas que la continuación de la lucha. Ese fue el
argumento básico sobre el cual se tomó la decisión y, 37 años después sigo
pensando lo mismo.
-Pero
antes que el presidente Truman diera su opinión definitiva, los científicos del
"Proyecto Manhattan" le ofrecieron una tercer alternativa: arrojar la
bomba sobre un lugar deshabitado de Japón, para que sirviera de advertencia al
emperador Hirohito y a sus jefes militares. Según ellos el poder extraordinario
del nuevo armamento convencería a los japoneses de que había llegado el momento
de capitular.
¿Por qué no se
llevó adelante ese plan?
|
-La
mayoría de los científicos que desarrollaron la bomba atómica eran refugiados
europeos escapados del nazismo. El gobierno de los Estados Unidos había puesto
a su disposición todos los medios y el dinero necesario para llevar adelante
una serie de proyectos importantes en el campo de la fisión nuclear. Pese a que
vivían en un país que estaba en guerra desde hacia años, su mayor preocupación
era de carácter eminentemente científico. Para ellos el "Proyecto
Manhattan" representaba la posibilidad de hacer un experimento tan
importante que cambiaría las leyes tradicionales de la física. Es decir, que aunque
todos comprendían cuáles eran las posibilidades bélicas del proyecto, el
interés que tenían en él era puramente científico. Por eso le propusieron a
Truman hacer estallar una bomba como advertencia, antes de lanzar la segunda
sobre Hiroshima. El plan tenía una
profunda connotación humanista, pero no era práctico desde el punto de
vista militar.
-¿Qué
día se decidió el ataque?
|
-El
primero de junio. Para ese entonces el general George Marshall le había
advertido al presidente que invadir a Japón iba a costar un millón de soldados
norteamericanos y otros tantos japoneses, sin contar las víctimas civiles. Yo
no estuve en la reunión, pero tengo entendido que Truman escuchó por última vez
a sus 8 asesores inmediatos y, después de meditar unos segundos, decidió lanzar
la bomba.
-Por
qué se eligió Hiroshima, una ciudad con una población civil de alrededor de
300,000 habitantes?
|
-Uno
de los errores más frecuentes de la gente que escribe sobre el tema es
considerar a Hiroshima como un blanco civil. En realidad era un centro militar
muy activo y desde allí se iba a dirigir la defensa de Japón cuando nosotros
lanzáramos la invasión final.
-¿Usted
cree que fué Hiroshima lo que obligó a los japoneses a rendirse
incondicionalmente?
|
-Al
parecer sí.
-¿Cómo
explica, entonces, la segunda bomba sobre Nagasaki que provocó otras 80,000
víctimas, en un momento en que Japón ya no tenía flota de guerra, había
perdido Okinawa y también Iwo Jima?
|
-Nosostros
no sabíamos cuál iba a ser la reacción de Japón ante la bomba de Hiroshima.
Recordemos que, en aquel momento, el emperador Hirohito estaba dominado por un
sector militar duro, que no iba a aceptar jamás una rendición incondicional,
como exigía Truman. Existía la posibilidad de que decidieran pelear hasta el
último soldado, cosa que por otra parte habían hecho en Okinawa. Además, no
podíamos dejar a los japoneses con la impresión de que disponíamos de una sola
bomba.
-Dejemos
de lado por un momento esos recuerdos históricos y pasemos a una consideración
de orden moral. El doctor Leo Szilard, uno de los padres de la bomba atómica,
asegura que en agosto de 1945, Estados Unidos perdió la gran oportunidad de
convertirse en una potencia capaz de monopolizar el poder nuclear y de
convencer a otros países para que no desarrollaran sus propias bombas.
"Una nación capaz de provocar Hiroshima y Nagasaki -sostiene Szilard- no
tiene autoridad moral para exigirle nada a nadie dentro del campo
nuclear"...
-Soy
el primero en reconocer que la guerra y la moral no tienen nada en común. Las guerras
son básicamente inmorales y la del 45 no fué diferente. Eliminar al enemigo no
es un asunto moral. Pero cuando un país entra en guerra, no importa en qué circunstancia, tiene que hacer todo lo
que está a su alcance para triunfar. Es así de simple. Yo no estoy de acuerdo
con el doctor Szilard. Creo que, gracias a las bombas, el mundo no se enfrentó
a una gran guerra durante los últimos cuatro decenios. En cuanto a la
responsabilidad histórica de los Estados Unidos, es un tema sobre el cual
posiblemente nunca nos pondremos de acuerdo. Personalmente, creo que Truman
tomó la decisión correcta.
-¿Para
usted la victoria justifica los medios?
|
-Sí.
-Y
desde el punto de vista personal ¿el hecho de cumplir ordenes hace
innecesaria cualquier disquisición de tipo moral?
|
-Exacto.
Ya conoce el dicho: las órdenes no se discuten, se cumplen. Yo acepté la misión
de Hiroshima porque mis superiores me lo ordenaron.
-¿Por
qué bautizó el avión con el nombre de "Enola Gay"?
|
-Es
el nombre de mi madre.
-Sí,
lo sé. La pregunta es por qué eligió justamente el nombre de su madre para
identificar el avión que ser recordado por generaciones y generaciones como
el aparato que dejó caer la bomba atómica?
|
-Por
tres motivos. En primer lugar, porque todos los bombarderos llevan un nombre
pintado en la trompa. En segundo lugar, porque sabía que después de la misión
ese B-29 iría a parar en un museo y pensé que Enbola Gay eran dos palabras
fáciles de recordar: nadie iba a confundirse de avión. Mi abuelo sacó el nombre
de una novela que leyó a mediados del siglo pasado. Dijo que, si algún día
tenía una hija, la llamaría Enola Gay. El tercer motivo es más personal. Cuando
abandoné la carrera de medicina por los aviones, en casa estaban indignados. Mi padre dijo que lo único que
iba a conseguir era matarme en un accidente. Sólo mi madre me defendió. El día
que me marché a la escuela de aviación, ella fué la única que me deseó buena
suerte.
-¿Cuál
fue la reacción de ella al ver su nombre en los diarios?
|
-Jamás
me dijo una palabra. Tampoco hizo preguntas cuando regresé de Japón. Era una
mujer muy sobria. Pensaba que la bomba había terminado la guerra y había traido
a su hijo de vuelta a casa.
-¿Por
qué lo eligieron para la misión?
|
-Tenía
una gran experiencia con bombarderos, había ayudado a desarrollar el B-29, que
era el avión más poderoso de la época, y tenía ganado un cierto prestigio como
"piloto experimental": alguien a quien le gustaba hacer innovaciones
cada vez que podía. Siempre fui un
fanático de la perfección. Esos fueron los motivos que me llevaron a encabezar
el grupo Composite 509, encargado de arrojar las bombas en Hiroshima y
Nagasaki. El trabajo era complejo porque nadie lo había hecho antes. Tenía que
elegir los hombres, perfeccionar el avión en sólo dos meses y estudiar medio
centenar de planes de vuelo. Como la misión era secreta, no podíamos hacer
anotaciones ni consultar a nadie.
-Hablemos
del 6 de agosto de 1945...
|
-El
momento crítico no era arrojar la bomba en el lugar y el momento justo, como
piensa la gente. El problema era armar la bomba en pleno vuelo. Después de
meses de estudio, los científicos llegaron a la conclusión de que era demasiado
riesgo decolar desde la base aérea de Tinian con B-29 que llevaba en sus
bodegas un artefacto capaz de hacer desaparecer la isla. En ese momento había
660 aviones como el nuestro estacionados allí y alrededor de 30,000 hombre
entre pilotos y mecánicos. Si algo fallaba durante el decolaje, el primer
ataque atómico se transformaría en un fracaso militar cuyas consecuencias era
imposible prever. La conclusión fué que teníamos que armar la bomba en vuelo,
cuando estuviésemos lo suficientemente alejados de Tinian. En ese caso, si algo
salía mal, sólo perderíamos un avión y nueve hombres. Para colmo, uno de los
B-29 meteorológicos que iban a acompañar al "Enola Gay" se estrelló
al final de la pista. Ese mismo día, Dick Parson, un físico encargado de
acompañar la bomba hasta Hiroshima me dijo que quería salir y volar en el
"Enola Gay" para practicar un poco. Después de varios decolajes, se
dio cuenta que tenía que armar la bomba a quince mil pies de altura: era el
nivel en que el avión se movía menos. Recuerdo haberle hecho entonces la
pregunta más estúpida en mi vida: "¿Qué ocurre si atravesamos una corriente
de aire mientras está trabajando con la bomba?". "Nunca nos daremos
cuenta.", respondió, y me invitó a tomar una cerveza.
-¿Qué
sintió al ver el hongo atómico elevndose sobre Hiroshima?
|
-Yo
había escuchado varios relatos sobre cómo sería la explosión, pero aquello era
mucho más espectacular. La bomba demoró 54 segundos en caer y me parecieron los
segundos más largos de la Historia. Después de cerrar las compuertas, me puse
los anteojos especiales y giré el avión hacia la izquierda. Entonces vi el resplandor.
En el mismo instante en que llegó la luz, sentí un gusto a amalgama en la boca
*años más tarde un físico me explicó que la energía atómica liberada había
actuado sobre la mezcla de plomo y plata con que el dentista había arreglado la
muela). Fué una sensación extraña y desde entonces quedé convencido de que la
bomba atómica tiene gusto de amalgama. 10 segundos después del estallido, el
"Enola Gay" se estremeció con un golpe seco y lo primero que pensé
fue en los cañones antiaéreos japoneses. Pero era el efecto de la primera onda
expansiva. Después nos alcanzó la segunda y el avión volvió a crujir. Yo seguí
girando hacia la izquierda hasta realizar un giro completo. Dos minutos después
de la explosión, el hongo había
alcanzado 30,000 pies de altura y seguía creciendo. Era una imagen conmovedora. Antes de regresar
al mar abierto, volví a sobrevolar a Hiroshima y entonces me dí cuenta de que
sólo quedaban algunos edificios en ruinas en los barrios de las afueras: la
ciudad había desaparecido.
-¿Por
qué se negó durante tantos años a dar entrevistas?
|
-Porque
detesto la publicidad y porque tenía que mantener en secreto ciertos aspectos
de la misión. Además, se han contado tantas mentiras sobre mi que he llegado a
la conclusión de que los periodistas pueden escribir sobre Paul Tibbets y
hacerlo hablar sin conocerlo...
-Admita
que algunas de las frases polémicas que le atribuyen son auténticas. Por
ejemplo: "Nunca perdí una noche de sueño por el asunto de
Hiroshima".
|
-Es
verdad.
-¿También
es cierto que se ofreció de voluntario por si había que lanzar una tercer
bomba?
|
-Sí.
No veo qué tenga de malo.
-¿Y
alguna vez lamentó que el "Proyecto Manhattan" no hubiera
desarrollado a tiempo la bomba para arrojarla sobre Berlín?
|
-Esa
frase la dijo Jacob Besser, uno de mis tripulantes, pero podría haberla firmado
yo.
-¿Y qué en 1976
piloteó un B-29 restaurado y "recreó" Hiroshima para un grupo de
turistas utilizando bombas de estruendo y de humo?
|
-Sí.
Fué durante un festival aéreo llamado Airshow 76. No fuí el único que estuvo
allí: había 40 aviones de la segunda guerra con sus pilotos. Recuerdo que los
japoneses se ofendieron muchísimo por la exhibición y Washington tuvo que
disculparse. Yo sólo quería mostrarles a los jóvenes de mi país cómo había sido
Hiroshima.
-¿Cuál
sería su reacción si mañana los alemanes encienden simbólicamente los hornos
de Auschwitz para mostrarles a los jóvenes como ocurrieron las cosas en la
Segunda Guerra Mundial?
|
-La
decisión es de ellos. Pero una vez más estamos hablando de cosas diferentes.
Una cosa es recrear una masacre contra civiles, como fueron los campos de
concentración, y otra muy diferente es mostrar el ataque a Hiroshima.
-¿Cómo
nació el rumpor de que usted estaba atormentado por la culpa y había sido
admitido en un hospital psiquitrico?
|
-La
leyenda nació en marzo de 1957, cuando Claude Eatherly, el piloto de uno de los
aviones meteorológicos de la misión, fué detenido en un bar de Texas. Eatherly,
que estaba borracho, le dijo a la policía que nadie podía meter en un calabozo
al héroe de Hiroshima. Un reportero de Fort Worth Star Telegram escuchó parte
de la historia y al día siguiente el diario publicó un titular sensacionalista
que decía: "Héroe en Apuros".
-La
revista Newsweek del primero de abril de ese año reprodujo la información sin
revisar la fuente. Luego, las agencias internacionales llevaron la historia
falsa a todos los diarios del mundo. ¡Con el tiempo, los problemas de
alcoholilsmo y la inestabilidad mental de Eatherly se agudizaron y siguió
actuando como si realmente fuese el piloto que arrojó la bomba! Hasta convenció
a un escritor para que lo ayudara a terminar una biografía que se tituló
"El Piloto de Hiroshima". El pobre finalmente murió de cáncer hace
tres años, después de haber sido abandonado por su familia y de haber pasado
por varios hospitales psiquiátricos. Para entonces, el rumor era más creible
que la verdad.
-¿Tiene
usted hijos?
|
-Sí,
tres: Paul, Jean y James.
-¿Alguna
vez los reunió para explicarles su papel en Hiroshima?
|
-No.
Todo lo que saben lo aprendieron en los libros de Historia. En casa jamás
hablamos de la bomba.
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