domingo, 28 de julio de 2013

Entrevista en torno a la Bomba Atómica



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-Paul Tibbets fué el piloto que arrojó la bomba atómica en Hiroshima. 
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       -37 años después de Hiroshima, la polémica sigue en pie. Mucha gente en Estados Unidos, sobre todo dentro de la comunidad científica, ha llegado a la conclusión de que el primer ataque nuclear de la historia fué una decisión equivocada, tanto desde el punto de vista político como moral. ¿Usted, señor Tibbets, continúa creyendo que era necesario?
       -No hay nada más fácil en el mundo que analizar un partido de beisbol el lunes por la mañana cuando todo ha terminado. Lo complejo es tomar decisiones dentro de la cancha. Por eso conviene que ubiquemos la pregunta dentro de su contexto histórico. Cuando me incorporé al "Proyecto Manhattan" un año antes que la bomba estuviese lista, los científicos me explicaron cuales iban a ser las consecuencias de la explosión. Las cifras eran escalofriantes. Pero, al mismo tiempo, yo tenía en mis manos otros informes referidos a la cantidad de soldados y civiles de los dos frentes que iban a morir si no lograbamos poner fin a la guerra. Según nuestros servicios de inteligencia, la bomba iba a causar 10 veces menos víctimas que la continuación de la lucha. Ese fue el argumento básico sobre el cual se tomó la decisión y, 37 años después sigo pensando lo mismo.


       -Pero antes que el presidente Truman diera su opinión definitiva, los científicos del "Proyecto Manhattan" le ofrecieron una tercer alternativa: arrojar la bomba sobre un lugar deshabitado de Japón, para que sirviera de advertencia al emperador Hirohito y a sus jefes militares. Según ellos el poder extraordinario del nuevo armamento convencería a los japoneses de que había llegado el momento de capitular.

¿Por qué no se llevó adelante ese plan?

       -La mayoría de los científicos que desarrollaron la bomba atómica eran refugiados europeos escapados del nazismo. El gobierno de los Estados Unidos había puesto a su disposición todos los medios y el dinero necesario para llevar adelante una serie de proyectos importantes en el campo de la fisión nuclear. Pese a que vivían en un país que estaba en guerra desde hacia años, su mayor preocupación era de carácter eminentemente científico. Para ellos el "Proyecto Manhattan" representaba la posibilidad de hacer un experimento tan importante que cambiaría las leyes tradicionales de la física. Es decir, que aunque todos comprendían cuáles eran las posibilidades bélicas del proyecto, el interés que tenían en él era puramente científico. Por eso le propusieron a Truman hacer estallar una bomba como advertencia, antes de lanzar la segunda sobre Hiroshima. El plan tenía una  profunda connotación humanista, pero no era práctico desde el punto de vista militar.

         -¿Qué día se decidió el ataque?

       -El primero de junio. Para ese entonces el general George Marshall le había advertido al presidente que invadir a Japón iba a costar un millón de soldados norteamericanos y otros tantos japoneses, sin contar las víctimas civiles. Yo no estuve en la reunión, pero tengo entendido que Truman escuchó por última vez a sus 8 asesores inmediatos y, después de meditar unos segundos, decidió lanzar la bomba.

       -Por qué se eligió Hiroshima, una ciudad con una población civil de alrededor de 300,000 habitantes?

       -Uno de los errores más frecuentes de la gente que escribe sobre el tema es considerar a Hiroshima como un blanco civil. En realidad era un centro militar muy activo y desde allí se iba a dirigir la defensa de Japón cuando nosotros lanzáramos la invasión final.

         -¿Usted cree que fué Hiroshima lo que obligó a los japoneses a rendirse incondicionalmente?

       -Al parecer sí.

         -¿Cómo explica, entonces, la segunda bomba sobre Nagasaki que provocó otras 80,000 víctimas, en un momento en que Japón ya no tenía flota de guerra, había perdido Okinawa y también Iwo Jima?

       -Nosostros no sabíamos cuál iba a ser la reacción de Japón ante la bomba de Hiroshima. Recordemos que, en aquel momento, el emperador Hirohito estaba dominado por un sector militar duro, que no iba a aceptar jamás una rendición incondicional, como exigía Truman. Existía la posibilidad de que decidieran pelear hasta el último soldado, cosa que por otra parte habían hecho en Okinawa. Además, no podíamos dejar a los japoneses con la impresión de que disponíamos de una sola bomba.
       -Dejemos de lado por un momento esos recuerdos históricos y pasemos a una consideración de orden moral. El doctor Leo Szilard, uno de los padres de la bomba atómica, asegura que en agosto de 1945, Estados Unidos perdió la gran oportunidad de convertirse en una potencia capaz de monopolizar el poder nuclear y de convencer a otros países para que no desarrollaran sus propias bombas. "Una nación capaz de provocar Hiroshima y Nagasaki -sostiene Szilard- no tiene autoridad moral para exigirle nada a nadie dentro del campo nuclear"...
       -Soy el primero en reconocer que la guerra y la moral no tienen nada en común. Las guerras son básicamente inmorales y la del 45 no fué diferente. Eliminar al enemigo no es un asunto moral. Pero cuando un país entra en guerra, no importa en qué  circunstancia, tiene que hacer todo lo que está a su alcance para triunfar. Es así de simple. Yo no estoy de acuerdo con el doctor Szilard. Creo que, gracias a las bombas, el mundo no se enfrentó a una gran guerra durante los últimos cuatro decenios. En cuanto a la responsabilidad histórica de los Estados Unidos, es un tema sobre el cual posiblemente nunca nos pondremos de acuerdo. Personalmente, creo que Truman tomó la decisión correcta.

         -¿Para usted la victoria justifica los medios?

       -Sí.

         -Y desde el punto de vista personal ¿el hecho de cumplir ordenes hace innecesaria cualquier disquisición de tipo moral?

       -Exacto. Ya conoce el dicho: las órdenes no se discuten, se cumplen. Yo acepté la misión de Hiroshima porque mis superiores me lo ordenaron.

         -¿Por qué bautizó el avión con el nombre de "Enola Gay"?

       -Es el nombre de mi madre.

         -Sí, lo sé. La pregunta es por qué eligió justamente el nombre de su madre para identificar el avión que ser recordado por generaciones y generaciones como el aparato que dejó caer la bomba atómica?

       -Por tres motivos. En primer lugar, porque todos los bombarderos llevan un nombre pintado en la trompa. En segundo lugar, porque sabía que después de la misión ese B-29 iría a parar en un museo y pensé que Enbola Gay eran dos palabras fáciles de recordar: nadie iba a confundirse de avión. Mi abuelo sacó el nombre de una novela que leyó a mediados del siglo pasado. Dijo que, si algún día tenía una hija, la llamaría Enola Gay. El tercer motivo es más personal. Cuando abandoné la carrera de medicina por los aviones,  en casa estaban indignados. Mi padre dijo que lo único que iba a conseguir era matarme en un accidente. Sólo mi madre me defendió. El día que me marché a la escuela de aviación, ella fué la única que me deseó buena suerte.

         -¿Cuál fue la reacción de ella al ver su nombre en los diarios?

       -Jamás me dijo una palabra. Tampoco hizo preguntas cuando regresé de Japón. Era una mujer muy sobria. Pensaba que la bomba había terminado la guerra y había traido a su hijo de vuelta a casa.

         -¿Por qué lo eligieron para la misión?

       -Tenía una gran experiencia con bombarderos, había ayudado a desarrollar el B-29, que era el avión más poderoso de la época, y tenía ganado un cierto prestigio como "piloto experimental": alguien a quien le gustaba hacer innovaciones cada vez que podía.  Siempre fui un fanático de la perfección. Esos fueron los motivos que me llevaron a encabezar el grupo Composite 509, encargado de arrojar las bombas en Hiroshima y Nagasaki. El trabajo era complejo porque nadie lo había hecho antes. Tenía que elegir los hombres, perfeccionar el avión en sólo dos meses y estudiar medio centenar de planes de vuelo. Como la misión era secreta, no podíamos hacer anotaciones ni consultar a nadie.

         -Hablemos del 6 de agosto de 1945...

       -El momento crítico no era arrojar la bomba en el lugar y el momento justo, como piensa la gente. El problema era armar la bomba en pleno vuelo. Después de meses de estudio, los científicos llegaron a la conclusión de que era demasiado riesgo decolar desde la base aérea de Tinian con B-29 que llevaba en sus bodegas un artefacto capaz de hacer desaparecer la isla. En ese momento había 660 aviones como el nuestro estacionados allí y alrededor de 30,000 hombre entre pilotos y mecánicos. Si algo fallaba durante el decolaje, el primer ataque atómico se transformaría en un fracaso militar cuyas consecuencias era imposible prever. La conclusión fué que teníamos que armar la bomba en vuelo, cuando estuviésemos lo suficientemente alejados de Tinian. En ese caso, si algo salía mal, sólo perderíamos un avión y nueve hombres. Para colmo, uno de los B-29 meteorológicos que iban a acompañar al "Enola Gay" se estrelló al final de la pista. Ese mismo día, Dick Parson, un físico encargado de acompañar la bomba hasta Hiroshima me dijo que quería salir y volar en el "Enola Gay" para practicar un poco. Después de varios decolajes, se dio cuenta que tenía que armar la bomba a quince mil pies de altura: era el nivel en que el avión se movía menos. Recuerdo haberle hecho entonces la pregunta más estúpida en mi vida: "¿Qué ocurre si atravesamos una corriente de aire mientras está trabajando con la bomba?". "Nunca nos daremos cuenta.", respondió, y me invitó a tomar una cerveza.

         -¿Qué sintió al ver el hongo atómico elevndose sobre Hiroshima?

       -Yo había escuchado varios relatos sobre cómo sería la explosión, pero aquello era mucho más espectacular. La bomba demoró 54 segundos en caer y me parecieron los segundos más largos de la Historia. Después de cerrar las compuertas, me puse los anteojos especiales y giré el avión hacia la izquierda. Entonces vi el resplandor. En el mismo instante en que llegó la luz, sentí un gusto a amalgama en la boca *años más tarde un físico me explicó que la energía atómica liberada había actuado sobre la mezcla de plomo y plata con que el dentista había arreglado la muela). Fué una sensación extraña y desde entonces quedé convencido de que la bomba atómica tiene gusto de amalgama. 10 segundos después del estallido, el "Enola Gay" se estremeció con un golpe seco y lo primero que pensé fue en los cañones antiaéreos japoneses. Pero era el efecto de la primera onda expansiva. Después nos alcanzó la segunda y el avión volvió a crujir. Yo seguí girando hacia la izquierda hasta realizar un giro completo. Dos minutos después de la explosión, el hongo  había alcanzado 30,000 pies de altura y seguía creciendo. Era una  imagen conmovedora. Antes de regresar al mar abierto, volví a sobrevolar a Hiroshima y entonces me dí cuenta de que sólo quedaban algunos edificios en ruinas en los barrios de las afueras: la ciudad había desaparecido.

         -¿Por qué se negó durante tantos años a dar entrevistas?

       -Porque detesto la publicidad y porque tenía que mantener en secreto ciertos aspectos de la misión. Además, se han contado tantas mentiras sobre mi que he llegado a la conclusión de que los periodistas pueden escribir sobre Paul Tibbets y hacerlo hablar sin conocerlo...

       -Admita que algunas de las frases polémicas que le atribuyen son auténticas. Por ejemplo: "Nunca perdí una noche de sueño por el asunto de Hiroshima".

       -Es verdad.

       -¿También es cierto que se ofreció de voluntario por si había que lanzar una tercer bomba?

       -Sí. No veo qué tenga de malo.

         -¿Y alguna vez lamentó que el "Proyecto Manhattan" no hubiera desarrollado a tiempo la bomba para arrojarla sobre Berlín?

       -Esa frase la dijo Jacob Besser, uno de mis tripulantes, pero podría haberla firmado yo.

-¿Y qué en 1976 piloteó un B-29 restaurado y "recreó" Hiroshima para un grupo de turistas utilizando bombas de estruendo y de humo?

       -Sí. Fué durante un festival aéreo llamado Airshow 76. No fuí el único que estuvo allí: había 40 aviones de la segunda guerra con sus pilotos. Recuerdo que los japoneses se ofendieron muchísimo por la exhibición y Washington tuvo que disculparse. Yo sólo quería mostrarles a los jóvenes de mi país cómo había sido Hiroshima.

         -¿Cuál sería su reacción si mañana los alemanes encienden simbólicamente los hornos de Auschwitz para mostrarles a los jóvenes como ocurrieron las cosas en la Segunda Guerra Mundial?

       -La decisión es de ellos. Pero una vez más estamos hablando de cosas diferentes. Una cosa es recrear una masacre contra civiles, como fueron los campos de concentración, y otra muy diferente es mostrar el ataque a Hiroshima.

         -¿Cómo nació el rumpor de que usted estaba atormentado por la culpa y había sido admitido en un hospital psiquitrico?

       -La leyenda nació en marzo de 1957, cuando Claude Eatherly, el piloto de uno de los aviones meteorológicos de la misión, fué detenido en un bar de Texas. Eatherly, que estaba borracho, le dijo a la policía que nadie podía meter en un calabozo al héroe de Hiroshima. Un reportero de Fort Worth Star Telegram escuchó parte de la historia y al día siguiente el diario publicó un titular sensacionalista que decía: "Héroe en Apuros".
       -La revista Newsweek del primero de abril de ese año reprodujo la información sin revisar la fuente. Luego, las agencias internacionales llevaron la historia falsa a todos los diarios del mundo. ¡Con el tiempo, los problemas de alcoholilsmo y la inestabilidad mental de Eatherly se agudizaron y siguió actuando como si realmente fuese el piloto que arrojó la bomba! Hasta convenció a un escritor para que lo ayudara a terminar una biografía que se tituló "El Piloto de Hiroshima". El pobre finalmente murió de cáncer hace tres años, después de haber sido abandonado por su familia y de haber pasado por varios hospitales psiquiátricos. Para entonces, el rumor era más creible que la verdad.

         -¿Tiene usted hijos?

       -Sí, tres: Paul, Jean y James.

         -¿Alguna vez los reunió para explicarles su papel en Hiroshima?

       -No. Todo lo que saben lo aprendieron en los libros de Historia. En casa jamás hablamos de la bomba.
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