Nadia Piemonte
Xoxocotla, Mor. 8 de enero 1904.
-¿Y usted qué cree, señora, que se
vive mejor ahora, o hace seis años... Tenía usted más dinero antes, o ahora?
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¿Cómo mejor?, me responde tímidamente.
Es una mujer de rostro joven y cansado, rodeada de tres niños en escalerita,
cuatro, tres y dos años. A otros tres, "más grandecitos" los dejó con
su abuela. Me dice que ella trabaja "en el servicio" y su marido, en
el campo.
Le repito la pregunta, lo piensa un rato
y me responde: "Yo creo que igual, seño...",
Junto a
ella, otra mujer, vestida de encaje, me dice que es de "la Tigra, de allá
de monte", una ranchería de los linderos de Guerrero.
En la Tigra hay escuela primaria, nada
más. Y los niños "ni aunque quieran pueden seguir estudiando, porque ni la
telesecundaria llega". Para la telesecundaria se requieren 30 chamacos y
en la Tigra sólo habría 24. No pueden llegar hasta Tilzapotla, porque se hacen
dos horas a pie, o "una hora en bestia, pero es peligroso porque se
podrían caer y romper un brazo o una pierna".
La mayoría de los adultos no saben leer
ni escribir, o se les olvidó.
-¿Para qué vinieron hasta Puente de
Ixtla?
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-Nos invitó el del PRI para ver al
candidato.
-¿Qué le van a pedir?
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"Pues no sé", me responde una,
y la otra: "Pues creo que el agua". El agua, en la Tigra, la acarrean
de "un ojo que casi no tiene agua ya" y está bien lejos.
Me dicen que se cansaron de pedir que
les lleven agua. ¿Luz? Luz sí hay y también tienen una clínica, "pero
ahora no hay quien la atienda... pues porque el médico a veces viene y otras se
regresa a su pueblo y pues no sabemos porque.
-¿Tienen
teléfono?
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"Nos lo quitaron hace poco... Sabe
porque... La que lo tenía, ya no lo tiene".
Antes de Puente de Ixtla, aquí en
Morelos, presenciamos la ceremonia con la que los indígenas de Xoxocotla
hicieron tata a Jorge Carrillo Olea, candidato del PRI a la gubernatura de
Morelos.
Una recepción festiva de niños, niños
que parecían tener todos la misma edad. Una calle de niños que, obedientes, se
hicieron a un lado al paso de las personalidades y los acompañantes de las
personalidades. Niños atentos al esparcimiento de petalos de cempazúchitl.
Cientos de ojos negrísimos mirando a los
tatas llevándole los guajolotes y las cestas de frutas al candidato. Niños que
gritaban vivas y rompían vallas para saludar de mano. Manos que esparcían
confetis sobre cualquiera que se bajara de un vehículo, en las calles de
Xoxocotla.
Por tres escuelas pasamos y, si acaso,
cambian los uniformes, los niños parecían ser los mismos, igual que las
escuelas que llevan el nombre de Emiliano Zapata. Todas las escuelas de
Xoxocotla, extrañamente llevan el nombre del héroe cuyo apotegma fue "la
tierra es para quien la trabaja con sus propias manos".
Después de
la ceremonia, cuando ya era tata, cuando ya había sido condecorado con el
collar de cempazúchitl y había dejado que la paloma, "que es signo de
paz", volara por el azul cielo de Xoxocotla.
¿Y los niños, señor candidato Carrillo
Olea?
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"Yo me estaba preguntando mientras
los veía, para qué estudian estos niños, para qué se esfuerzan los padres si no
somos capaces los hoy adultos de abrirles los senderos de un futuro más
confiable. Qué sentido tendría ser niño, educarse, formarse en los
tecnológicos, en las escuelas de artes y oficios como aquí, si los adultos que
somos responsables de ofrecerles un trabajo, no somos capaces. Esa es mi
reflexión", respondió el candidato del PRI.
Olor a copal que se esparce frente a la
añosa iglesia de Xoxocotla. Las autoridades indígenas, en náhuatl pronunciando
con respeto, casi un susurro, las bendiciones para el nuevo tata Carrillo Olea.
La entrega del bastón de mando, de autoridad y como corolario, una danza
antigua.
"Una viva emoción ", diría
Carrillo Olea que sintió durante la ceremonia "un enorme sentimiento de
respeto y de cariño por esta gente. Creo que lo que podría ofrecerseles en un
momento dado es un gran apoyo, espiritual, político, administrativo, siempre
con enorme respeto. Que ellos sean los que determinen qué es lo que necesitan
para sobrevivir, para ampliarse, para difundirse, para enriquecerse. No hay que
olvidar que han vivido así por más de 500 años. No los menospreciemos creyendo
que ahora podemos venir los mestizos a decirles cómo preservarse durante los
próximos 500 años".
De la ceremonia indígena con que los tatas
de Xoxocotla suelen prodigarse con los personajes elegidos -Carlos Salinas es
tata, Cuauhtémoc Cárdenas es tata, Antonio Riva Palacio es tata, Jorge Carrillo
Olea es tata- se pasó a una especie de mitin de la precampaña que está
realizando Jorge Carrillo Olea, cuyo
leit-motiv es la "gran
alianza".
Visitas a tres poblados por tarde, en
esta nueva modalidad priista que de esta manera no impone dejar su trabajo a
los que quieran asistir. Tampoco se invade y tapona el pueblo, ni interrumpe la
vida diaria. Va, dicen, el que quiere.
Y sí, podría decirse que están los que
quieren, como cada seis años, como cada vez que hay posibilidad de renovar la
esperanza, al recibir la visita de un político.
Una muchedumbre festiva, sentada o de
pie, frente al estrado donde se van colocando las autoridades, allí arriba
éstas, con el maestro de ceremonia que esparce gritos ignorante de que el
magnavoz no puede ganarle.
La novedad consiste en que el candidato
escucha y, si acaso, agradece con
pocas palabras a los asistentes. Lo demás, es rutina:
"Nos reúne
la visita de... aplausos... Queremos darle la calurosa bienvenida... aplausos..
Porque es nuestro candidato... aplausos... Ganaremos... aplausos".
Gritos y pancartas que se elevan. Mantas
alrededor de la plaza, fotos en los postes, el tricolor que odea ondea... Uno a uno van desfilando los
invitados, los oradores, y desahogan sus peticiones.
Atentos, los xoxocotlenses y los que ahí
asistimos, escuchamos al portavoz priista local: "y queremos que nos haga
un auditorio... También una cancha deportiva para que nuestra juventud tenga
donde jugar basquet y futbol y asi, no se entreguen al alcoholismo y a la
drogadicción".
Volteo y miro a la mujer que carga a un
bebé dormido en su rezago. Veo la mayoría de los pies infantiles descalzos. A
mi lado, una anciana con su nieta, me dice que espera que hable el que lleva su
asunto.
Ella trabaja "donde se puede"
y "mi señor", sale a pedir (limosna).
Viven en un predio de La Florida, por el
que le quieren cobrar dos mil 500 nuevos pesos, que para ella es todo el dinero
del mundo y que no lo tiene, como tampoco tiene otro sitio donde levantar su
barraca y me cuenta que no hay agua ni calles ni luz ni teléfono ni drenaje ni
escuela ni gas ni letrinas ni transporte y en tiempo de secas, el polvo llega a
las rodillas y cuando llueve, las agua arrazan barracas y el polvo se vuelve
lodo.
Ignoro si le llevarían su petición al
candidato.
Escucho a una niña por el micrófono que,
con voz entrecortada, le pide "útiles escolares, que no tenemos".
Xoxocotla tiene nuevo tata, Jorge
Carrillo Olea tiene muchas peticiones para cuando, "si el voto
popular" le favorece, llegue a gobernar Morelos, donde al borde las supercarreteras, hay pueblos con hombres
y mujeres que han prolongado tradiciones y miseria por espacio de 500 años.
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