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CONTROVERSIA
Señor director:
Sobre la carta precedente, me parece pertinente publicar las siguientes líneas.
Señora Gabriela de González: Su postura y la mía ejemplifican las dos puntas de la controversia sobre la interrupción voluntaria del embarazo.
Son perspectivas probablemente irreconciliables, pero no por discrepar de la suya la considero falta de moral.
Simplemente creo que tenemos posturas éticas diferentes.
¡Qué difícil dialogar así!
Yo podría, si en verdad le interesa, darle tanto información sobre el tema de los hijos no deseados como de mujeres que vivieron su aborto como una liberación y no quedaron traumadas.
Pero me parecería mucho más interesante intentar un diálogo desde nuestro único punto de coincidencia: usted y yo queremos que ya nunca ninguna mujer se vea enfrentada a realizarse un aborto.
Tal vez por razones distintas, pero eso queremos las dos.
¿Cómo alcanzar ese objetivo?
¿Qué hacer para unir esfuerzos en esa dirección?
Creo que hay que hablar de educación sexual, de métodos anticonceptivos y de otras formas de prevenir los abortos.
Tal vez si pudiéramos dialogar sobre eso, avanzaríamos un poco en algo que creo que nos importa a las dos.
Atentamente
Marta Lamas
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-¿Cuál fue la carta precedente?
Señor director:
Me toco ir al supermercado el martes 3 de abril, y al estar en la línea de cajas tomé el ejemplar de Proceso 1587 correspondiente al 1 de abril.
Fue desagradable leer algunas páginas sobre el aborto que publican sus reporteros, pero en particular me apenó el artículo titulado El don de la maternidad, firmado por Marta Lamas, que me pareció denigrante y falto de moral.
Lamas comenta que la maternidad es "...una decisión poetica de un sujeto responsable, una elección amorosa que conlleva deseo, compromiso y trabajo...".
¿Qué no se supone que una relación sexual -donde hay una gran probabilidad de concebir un nuevo ser- implica también "... una decisión ética de un sujeto responsable, una elección amorosa que conlleva deseo, compromiso y trabajo.."?
Menciona ella la experiencia de los especialistas en psicoanálisis acerca de los niños traídos al mundo a consecuencia de una materidad forzada, aunque no cita ningún caso en particular. Por mi parte, yo puedo afirmar que jamás he leído un testimonio de alguien que presuma de haber abortado, como tampoco he sabido de nadie que no tenga pesadillas acerca de su bebé masacrado.
(Hay mujeres que no pueden encender la aspiradora porque su subconsciente les trae inmediatamente el sonido del succionador que utilizaron en su aborto.)
He conocido también a algunas mujeres que no vuelven a sonreír después de un aborto, y que gastan miles de pesos en psicoanálisis, porque no pueden soportar la culpa de haber matado a un ser indefenso.
Desgraciadamente, señor director, a su colaboradora se le olvidó algo esencial: que esos bebés tienen alma, al igual que usted, Marta Lamas y yo. Ella está rebajando la existencia humana al considerarla algo desechable.
No se pueden aplaudir las leyes que castigan a los ladrones de huevos de tortugas, o a los defensores de las focas bebés que son matadas a palos, mientras se favorece el aborto de un ser de 12 semanas de gestación.
Si se acepta matar a estos pequeños seres humanos, ¿serían entonces preciso aceptar así mismo la matanza de focas y la destrucción de huevos de tortuga? Pues no.
Considero que si la mujer, en uso de sus facultades (inteligencia y voluntad), aceptó tener una relación sexual bajo el riesgo de concebir, debe asumir la respoonsabilidad de sus actos y decisiones y no dar marcha atrás.
Fue así como, desde mi punto de vista, María dijo fiate a la voluntad de Dios, y no dio marcha atrás a la consecuencia de su decisión.
Sería conveniente que Marta Lamas tomara su don de comunicar como algo a lo que ella también dijo fiate.
Y convencerse de que no es más que un instrumento para informar a la gente, no para mal informarla.
Le envío unos links que seguramente Marta Lamas querrá leer antes de escribir otro artículo tan falto de información veraz y de ética como el comentado.
Atentamente
Gabriela de González
(Feliz madre de cuatro hijos, concebidos libre y responsablemente, con inteligencia y voluntad a favor de la vida)
Monterrey, Nuevo León
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