martes, 30 de julio de 2013

Ayuda a Filipinas



                      Shintaro Ishihara

        En una discusión reciente con un periodista norteamericano, expuse ampliamente cómo el hombre blanco, especialmete los norteamericanos, no ha llevado bien su carga.
Señalé que los países en desarrollo en las regiones que habían estado bajo el control caucásico, o donde el Occidente todavía estaba dando ayuda y asesoría, eran un lío.
 Mire a Africa, México, América Central y del Sur, el Medio Oriente.
 El único caso desgraciado en Asia es un país que gobernó Estads Unidos, las Filipinas.


Los norteamericanso tienen la increible ilusión de que las Filipinas son una muestra de democracia, lo que demuestra que hay algo básicamente equivocado en su percepción.
Las buenas intenciones han producido muy malos resultados.
        Le dije al periodista que el gobierno norteamericano fue más benévolo que el de los españoles, por lo tanto los fililpinos son amistosos y se adaptan a los norteamericanos.
       Sin embargo, Estados Unidos jamás les enseñó la verdadera democracia.
El congresista Stephen J. Solarz, presidente del Subcomité de la Cámara sobre Asuntos Asiáticos y del Pacífico, una vez me sondeó para saber que pensaba acerca de ayudar a Manila.


El gobierno de Aquino había solicitado una enorme cantidad de ayuda extranjera  (parte de la cual odría usarse para compensar a ricos terratenientes cuyas propiedades serían confiscadas en una reforma agraria).
Quizá Washington y Tokio podría poner cada uno la mitad, dijo.
 ¡Qué broma!
(Estoy lejos de sentirme abrumado por una persona que quiere derramar dinero en un país con una brecha tan grande entre los ricos y los pobres y donde los rangos inferiores de la burocracia son todavía tan corruptos como durante el régimen de Marcos.)
Sólo una persona que no supiera nada sobre las condiciones en las Filipinas pensaría que con sólo darles dinero harían girar al país sobre sus talones.
Solarz no comprendía adónde terminarían esos fondos.
Los filipinos tienen que resolver sus propias contradicciones sociales.
Que los de afuera derramen dinero, adentro no curará nada.
        Para ayudar a las Filipinas, primero hay que identificar a los malhechores: los terratenientes.
       Esta clase, con sus vastas propiedades y absurdos privilegios, arrebató la riqueza al pueblo.
No tengo simpatía por esta élite explotadora.
A menos que se realice una profunda reforma agraria, como la de Japón después de la Segunda Guerra Mudial, la desesperación rural va a engendrar movimientos agrarios radicales y violentos.
Sin la estabilidad de la justicia social y una clase media, los terratenientes también estarán inseguros.
Si los militares toman el poder y adoptan políticas izquierdistas -confiscación, nacionalización-, ése será el fin de los grandes terratenientes.
        Primero quiten a los explotadores, y entonces la democracia puede echar ráices.
La "muestra de democracia" de Estados Unidos es todo apariencia y ninguna sustancia.
No sólo sería un desperdicio de dinero gastar miles de millones de dólares para compensar a los propietarios por sus tierras, sino que destruiría la autosuficiencia de los filipinos, su capacidad para resolver sus propios problemas.
Para las naciones o para los individuos, la autoayuda -la decisión de levantarse sin ayuda de nadie- es crucial.
Inconscientes de lo que hace funcionar a otras personas, los norteamericanos, quizá a causa de su ingenuidad, piensan que dar dinero asegurará la felicidad.
        Le conté al periodista norteamericano acerca del jefe de Tru, que lamentaba la diferencia entre el gobierno japonés y el norteamericano en Micronesia.
En japonés fluido, me dijo que sus hijos sólo habían aprendido de los norteamericanos pereza y haraganería.
Los gobernantes estadoundienses habían echado a perder a la generación más joven en Belau, Truk y en toda Micronesia, con el dinero y el materialismo.
Por ejemplo, en las islas se podía cultivar lechuga, pero en lugar de enseñales agronomía, los administradores norteamericanos les enseñaron a los micronesios cómo importarla.
        Los norteamericanos no tienen respeto por la cultura local, dijo el jefe.
Sus misioneros desaprobaban a los médicos tribales y prohibían el uso de hierbas medicinales y remedios tradicionales.
NO se les permitía a los nativos usar curas para las quemaduras y cortadas que eran frecuentemente más efectivas que las medicinas modernas.
Las canciones y danzas tradicionales estaban muriendo, dijo el jefe, porque los misioneros también habían prohibido los festivales locales.
Como bárbaros, los norteamericanos destruyen la cultura del pueblo local, imponen la suya propia y ni siquiera se dan cuenta de lo que han hecho.
        En los viejos tiempos, los isleños tenían un festival de la cosecha, similar a las celebraciones de otoño que se hacen en Japón.
De hecho, la gente de los Mares del Sur puede habérselas enseñado a nuestros antepasados.
 Los aldeanos se reunían bajo la luna llena y danzaban al ritmo de tambores. La gente joven formaba parejas, por supuesto. Los festivales rurales siempre tienen un lado obsceno, licencioso.
Los misioneros prohibieron esta celebración estridente, terrena, e hicieron del festival de la cosecha un tributo a Dios.
Los aldeanos colocaban ofrendas de alimentos sobre el altar de la iglesia, ¡que posteriormente se comían el ministro y su familia!
 Nosotros no cultivamos la comida para ellos, explicó el jefe.
 Los misioneros eran inconscientes de lo mal que se interpretaba su piedad.
        Concluí mi pequeña conferencia al periodista señalando que los países asiáticos que son económicamente florecientes -Corea del Sur, Taiwán, Singapur, etc.- fueron todos controlados por Japón en una época, antes o durante la Segunda Guerra Mundial.
Es cierto que Japón se comportó mal durante el conflicto y se debe hacer un examen de conciencia, pero en cierta forma también fuimos una influencia benéfica.
De las regiones proveedoras de recursos, el Sureste de Asia es la única en la que, gracias a un esfuerzo intensivo, incluyendo la contribución de Japón, los países están haciendo un rápido progreso social y económico.
Usted no puede decir eso acerca de ningún lugar en el que fueron dominates los caucásicos.
       El periodista no tuvo contestación.
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Del libro "EL LIBRO EL JAPON QUE PUEDE DECIR NO"
Shintaro Ishihara
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lunes, 29 de julio de 2013

Ohaguro



         -Emilio, ¿a qué se debe  que las japonesas tienden a cubrirse la boca cuando ríen?

-Todo aquel que haya conocido alguna chica japonesa habrá notado que tienden a cubrirse la boca cuando ríen.
-Dependiendo de la chica lo hace con más o menos exageración, algunas no dejan escapar ni una sonrisa antes de cubrirse.
-Desde hace siglos, mostrar los dientes o la boca abierta en general cuando una chica ríe está considerado como algo poco decoroso.

-Bueno, pero, ¿a qué se debe?

-La razón que se suele dar en libros y que me suele contar algún japonés es la siguiente, aunque a mí no me termina de convencer:


-Resulta que en periodo Nara-Jidai (710-794) se inició una costumbre conocida como ohaguro (”dientes negros”) que consistía en pintarse la dentadura de negro.
-En principio era un indicador de que la chica había dejado de ser niña para ser adulta, pero durante la era Edo se convirtió en el indicador fundamental para saber si una chica estaba casada o no.
-La gran mayoría de las mujeres casadas japonesas estuvieron pintandose los dientes de negro durante más de 200 años.
-Al ser algo forzado por la sociedad, las chicas no se sentían muy cómodas con el tinte de los dientes y al reírse se tapaban la boca inconscientemente.
-Esta costumbre ha pasado de generación en generación hasta nuestros días, aunque hoy en día ya nadie practique el ohaguro.


-Esta parece ser la razón principal por la que las japonesas se cubren la cara al reír, aunque, según
Sigmund Freud decía que cubrirse la boca al reírse es un comportamiento infantil.

         -¿Me puedes decir como surguió la costumbre de pintarse los dientes de negro?

-El nombre ohaguro fue un vocablo aristocrático.
-En el Palacio Imperial de Kioto se empleaba la palabra fushimizu.
-La práctica dio inicio durante el Período Nara-Jidai (710-784),  de la historia de ese país, a raíz de que a la emperatriz de la ciudad de Heijo-Kyo, capital del Japón en ese tiempo, se le ocurrió teñirse los dientes de color negro.
-La emperatriz se llamaba Genmei (661-721) y fue la cuarta mujer que llegó a ese cargo nobiliario.
-Sin embargo, ya desde el Período Kofun (250-538), se tienen noticias de la costumbre de pintarse los dientes, pues se han encontrado figuras de terracota en las tumbas llamadas kofún.

         -¿Solamlente las mujeres aristócratas se pintaban los dientes de negro?

 -Sí, al principio únicamente las mujeres de la familia imperial y los pertenecientes a la aristocracia se pintaban los dientes. Debido al mal olor y a lo trabajoso del proceso, y porque además envejecía a las muchachas jóvenes, el ohaguro quedó restringido a las mujeres casadas, a las solteras que hubiese pasado los 18 años, a las prostitutas y a las geishas.


-Después de tal  período, poco a poco el ohaguro se fue democratizando y llegó al pueblo.
-Sin embargo, los campesinos sólo podían pintarse los dientes en ocasiones especiales, como durante los matsuri , “festivales”; las bodas y los funerales.
-El 5 de febrero de 1870, en pleno Período Meiji (1868-1912) el gobierno japonés prohibió la práctica del ohaguro, ya que Japón entró en una etapa de modernización.
-Se abolió el sistema feudal y los títulos de nobleza. La práctica tradicional del ohaguro quedó restringida a las geishas y a los actores del Teatro Kabuki.

         -Una última pregunta, Emilio, ¿por qué crees que las japonesas actuales se tapan la cara cuando van a reir, si ya no es costumbre el pintarse los dientes de negro?

         -Yo creo que ello se debe al colectivo particular de los japoneses. Después de tantos años de acostubrar el ohaguro, ya está en su colectivo.
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Cada Quien su Madonna



        Malu Huacuja del Toro

        Acaso los representantes de la Asociación de Padres de Familia que luchan por la cancelación de los conciertos de Madonna en México habrían podido evitarse penosas comparecencias si hubieran arrojado más datos al momento de especificar qué clase de familias son las que gobiernan los padres asociados.


        Ello, porque dada la relevancia que tiene en las vidas de los mexicanos la familia a la cual pertenecen, no sólo no es ocioso precisar, sino que, en muchos casos, resulta indispensable.
        En las airadas protestas, los perplejos voceros de la dicha asociación no hicieron más que defender a las familias "mexicanas" y "cristianas".
        Pero, como se sabe, tales calificativos albergan una vasta gama de posibilidades. Como también se sabe, pensar, por ejemplo, en una familia típicamente "mexicana" equivale a hablar de una familia de padre alcohólico, madre coalcohólica e hijos mitómanos y/o prealcohólicos, maltratados física o emocionalmente, o de padre o madre conversos a la religión de Alcohólicos Anónimos que por ende detestan a los herejes borrachos y cuyo odio los convierte en amenazas, aún mayores para los niños a los que intentan educar.
        Todo lo cual es mucho peor que un espectáculo de Madonna, que al fin y al cabo dura una sola noche y no la vida entera.
        Del mismo modo, hablar de una familia "cristiana" no en cualquier caso implica elogios.
        Tal como se proponen ignorar los miembros de las familias más respetuosas de la Cólera Divina y de los preceptos bíblicos, las relaciones incestuosas imperan en los núcleos donde se sufre una mayor privación sexual. Y, aunque los integrantes agredidos sexualmente durante su infancia tienden a morirse sin jamás revelar ni a sí mismos el secreto, el incesto es más común de lo que quisiéramos creer.
(Por cierto que, en la escuelita de monjas donde estudié tuve una amiga que no sólo fue acosada sexualmente por su padre -un español católico apostólico romano y franquista-, sino violada por "el padre",  que es como nos obligaban a decirle al cura que nos daba la comunión). De tal manera que una familia "cristiana" no es necesariamente un modelo de amor a seguir, aunque sí puede ser un ejemplo de traiciones (a los ideales que los creyentes obviamente no a cualquier hora del día pueden seguir, a la palabra y, por supuesto, a la confianza en los adultos, por no hablar del ultraje físico).
        Y todo esto, de nuevo, es inconmensurablemente más dañino que una coreografía de la rubia oxigenada, por ello, si la Asociación de Padres de Familia precisara con detalles las asombrosas cualidades que deben tener los progenitores a los que representan (porque no son ni típicamente mexicanos ni rigurosamente respetuosos de la represión sexual a la que sus creencias obligan), también habría hablado con una incuestionable autoridad moral. En tales circunstancias, el riesgo equivalía a revelar que no hablaban en representación de una mayoría aplastante, sino, por el contrario, de una digna minoría constituida pro familias perfectas, donde reina la congruencia. No lo hicieron así y el resultado les fue desfavorable. Lo sorprendente es que, para estas familias perfectas, Madonna siga siendo la representación misma del demonio y no una cantante insaciable de publicidad, y una niña mimada que también es.
        Pero cada quién su Madonna. Mientras continúen otorgándole poderes descomunales al considerarla como una enviada de Satán o como una amenaza a las buenas costumbres o como el ejemplo a seguir de la mujer moderna o como la artista más exitosa que "por algo será", las mentes seguirán encumbrándola y eso es lo importante.
        Yo también tengo mi Madonna. Personalmente no la imagino muy interesada en la sexualidad ni en las perversiones sexuales ni en el arte erótico. La veo haciendo cuentas tras un escritorio, contestando llamadas telefónicas, cerrando negocios, sumando, multiplicando y hablando con asesores financiero para encontrar la mejor forma de pago menos impuestos.
La veo comparando sus ingresos con los de Michael Jackson y diseñando espectáculos más llamativos para superarlos.
No sé por qué nunca la imagino haciendole un regalo a nadie; mucho menos el de su sexualidad.
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        Es difícil creer en una religión que premia la castidad y la virginidad.
Madonna Louise Veronica Ciccone, actriz estadounidense
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domingo, 28 de julio de 2013

Entrevista en torno a la Bomba Atómica



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-Paul Tibbets fué el piloto que arrojó la bomba atómica en Hiroshima. 
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       -37 años después de Hiroshima, la polémica sigue en pie. Mucha gente en Estados Unidos, sobre todo dentro de la comunidad científica, ha llegado a la conclusión de que el primer ataque nuclear de la historia fué una decisión equivocada, tanto desde el punto de vista político como moral. ¿Usted, señor Tibbets, continúa creyendo que era necesario?
       -No hay nada más fácil en el mundo que analizar un partido de beisbol el lunes por la mañana cuando todo ha terminado. Lo complejo es tomar decisiones dentro de la cancha. Por eso conviene que ubiquemos la pregunta dentro de su contexto histórico. Cuando me incorporé al "Proyecto Manhattan" un año antes que la bomba estuviese lista, los científicos me explicaron cuales iban a ser las consecuencias de la explosión. Las cifras eran escalofriantes. Pero, al mismo tiempo, yo tenía en mis manos otros informes referidos a la cantidad de soldados y civiles de los dos frentes que iban a morir si no lograbamos poner fin a la guerra. Según nuestros servicios de inteligencia, la bomba iba a causar 10 veces menos víctimas que la continuación de la lucha. Ese fue el argumento básico sobre el cual se tomó la decisión y, 37 años después sigo pensando lo mismo.


       -Pero antes que el presidente Truman diera su opinión definitiva, los científicos del "Proyecto Manhattan" le ofrecieron una tercer alternativa: arrojar la bomba sobre un lugar deshabitado de Japón, para que sirviera de advertencia al emperador Hirohito y a sus jefes militares. Según ellos el poder extraordinario del nuevo armamento convencería a los japoneses de que había llegado el momento de capitular.

¿Por qué no se llevó adelante ese plan?

       -La mayoría de los científicos que desarrollaron la bomba atómica eran refugiados europeos escapados del nazismo. El gobierno de los Estados Unidos había puesto a su disposición todos los medios y el dinero necesario para llevar adelante una serie de proyectos importantes en el campo de la fisión nuclear. Pese a que vivían en un país que estaba en guerra desde hacia años, su mayor preocupación era de carácter eminentemente científico. Para ellos el "Proyecto Manhattan" representaba la posibilidad de hacer un experimento tan importante que cambiaría las leyes tradicionales de la física. Es decir, que aunque todos comprendían cuáles eran las posibilidades bélicas del proyecto, el interés que tenían en él era puramente científico. Por eso le propusieron a Truman hacer estallar una bomba como advertencia, antes de lanzar la segunda sobre Hiroshima. El plan tenía una  profunda connotación humanista, pero no era práctico desde el punto de vista militar.

         -¿Qué día se decidió el ataque?

       -El primero de junio. Para ese entonces el general George Marshall le había advertido al presidente que invadir a Japón iba a costar un millón de soldados norteamericanos y otros tantos japoneses, sin contar las víctimas civiles. Yo no estuve en la reunión, pero tengo entendido que Truman escuchó por última vez a sus 8 asesores inmediatos y, después de meditar unos segundos, decidió lanzar la bomba.

       -Por qué se eligió Hiroshima, una ciudad con una población civil de alrededor de 300,000 habitantes?

       -Uno de los errores más frecuentes de la gente que escribe sobre el tema es considerar a Hiroshima como un blanco civil. En realidad era un centro militar muy activo y desde allí se iba a dirigir la defensa de Japón cuando nosotros lanzáramos la invasión final.

         -¿Usted cree que fué Hiroshima lo que obligó a los japoneses a rendirse incondicionalmente?

       -Al parecer sí.

         -¿Cómo explica, entonces, la segunda bomba sobre Nagasaki que provocó otras 80,000 víctimas, en un momento en que Japón ya no tenía flota de guerra, había perdido Okinawa y también Iwo Jima?

       -Nosostros no sabíamos cuál iba a ser la reacción de Japón ante la bomba de Hiroshima. Recordemos que, en aquel momento, el emperador Hirohito estaba dominado por un sector militar duro, que no iba a aceptar jamás una rendición incondicional, como exigía Truman. Existía la posibilidad de que decidieran pelear hasta el último soldado, cosa que por otra parte habían hecho en Okinawa. Además, no podíamos dejar a los japoneses con la impresión de que disponíamos de una sola bomba.
       -Dejemos de lado por un momento esos recuerdos históricos y pasemos a una consideración de orden moral. El doctor Leo Szilard, uno de los padres de la bomba atómica, asegura que en agosto de 1945, Estados Unidos perdió la gran oportunidad de convertirse en una potencia capaz de monopolizar el poder nuclear y de convencer a otros países para que no desarrollaran sus propias bombas. "Una nación capaz de provocar Hiroshima y Nagasaki -sostiene Szilard- no tiene autoridad moral para exigirle nada a nadie dentro del campo nuclear"...
       -Soy el primero en reconocer que la guerra y la moral no tienen nada en común. Las guerras son básicamente inmorales y la del 45 no fué diferente. Eliminar al enemigo no es un asunto moral. Pero cuando un país entra en guerra, no importa en qué  circunstancia, tiene que hacer todo lo que está a su alcance para triunfar. Es así de simple. Yo no estoy de acuerdo con el doctor Szilard. Creo que, gracias a las bombas, el mundo no se enfrentó a una gran guerra durante los últimos cuatro decenios. En cuanto a la responsabilidad histórica de los Estados Unidos, es un tema sobre el cual posiblemente nunca nos pondremos de acuerdo. Personalmente, creo que Truman tomó la decisión correcta.

         -¿Para usted la victoria justifica los medios?

       -Sí.

         -Y desde el punto de vista personal ¿el hecho de cumplir ordenes hace innecesaria cualquier disquisición de tipo moral?

       -Exacto. Ya conoce el dicho: las órdenes no se discuten, se cumplen. Yo acepté la misión de Hiroshima porque mis superiores me lo ordenaron.

         -¿Por qué bautizó el avión con el nombre de "Enola Gay"?

       -Es el nombre de mi madre.

         -Sí, lo sé. La pregunta es por qué eligió justamente el nombre de su madre para identificar el avión que ser recordado por generaciones y generaciones como el aparato que dejó caer la bomba atómica?

       -Por tres motivos. En primer lugar, porque todos los bombarderos llevan un nombre pintado en la trompa. En segundo lugar, porque sabía que después de la misión ese B-29 iría a parar en un museo y pensé que Enbola Gay eran dos palabras fáciles de recordar: nadie iba a confundirse de avión. Mi abuelo sacó el nombre de una novela que leyó a mediados del siglo pasado. Dijo que, si algún día tenía una hija, la llamaría Enola Gay. El tercer motivo es más personal. Cuando abandoné la carrera de medicina por los aviones,  en casa estaban indignados. Mi padre dijo que lo único que iba a conseguir era matarme en un accidente. Sólo mi madre me defendió. El día que me marché a la escuela de aviación, ella fué la única que me deseó buena suerte.

         -¿Cuál fue la reacción de ella al ver su nombre en los diarios?

       -Jamás me dijo una palabra. Tampoco hizo preguntas cuando regresé de Japón. Era una mujer muy sobria. Pensaba que la bomba había terminado la guerra y había traido a su hijo de vuelta a casa.

         -¿Por qué lo eligieron para la misión?

       -Tenía una gran experiencia con bombarderos, había ayudado a desarrollar el B-29, que era el avión más poderoso de la época, y tenía ganado un cierto prestigio como "piloto experimental": alguien a quien le gustaba hacer innovaciones cada vez que podía.  Siempre fui un fanático de la perfección. Esos fueron los motivos que me llevaron a encabezar el grupo Composite 509, encargado de arrojar las bombas en Hiroshima y Nagasaki. El trabajo era complejo porque nadie lo había hecho antes. Tenía que elegir los hombres, perfeccionar el avión en sólo dos meses y estudiar medio centenar de planes de vuelo. Como la misión era secreta, no podíamos hacer anotaciones ni consultar a nadie.

         -Hablemos del 6 de agosto de 1945...

       -El momento crítico no era arrojar la bomba en el lugar y el momento justo, como piensa la gente. El problema era armar la bomba en pleno vuelo. Después de meses de estudio, los científicos llegaron a la conclusión de que era demasiado riesgo decolar desde la base aérea de Tinian con B-29 que llevaba en sus bodegas un artefacto capaz de hacer desaparecer la isla. En ese momento había 660 aviones como el nuestro estacionados allí y alrededor de 30,000 hombre entre pilotos y mecánicos. Si algo fallaba durante el decolaje, el primer ataque atómico se transformaría en un fracaso militar cuyas consecuencias era imposible prever. La conclusión fué que teníamos que armar la bomba en vuelo, cuando estuviésemos lo suficientemente alejados de Tinian. En ese caso, si algo salía mal, sólo perderíamos un avión y nueve hombres. Para colmo, uno de los B-29 meteorológicos que iban a acompañar al "Enola Gay" se estrelló al final de la pista. Ese mismo día, Dick Parson, un físico encargado de acompañar la bomba hasta Hiroshima me dijo que quería salir y volar en el "Enola Gay" para practicar un poco. Después de varios decolajes, se dio cuenta que tenía que armar la bomba a quince mil pies de altura: era el nivel en que el avión se movía menos. Recuerdo haberle hecho entonces la pregunta más estúpida en mi vida: "¿Qué ocurre si atravesamos una corriente de aire mientras está trabajando con la bomba?". "Nunca nos daremos cuenta.", respondió, y me invitó a tomar una cerveza.

         -¿Qué sintió al ver el hongo atómico elevndose sobre Hiroshima?

       -Yo había escuchado varios relatos sobre cómo sería la explosión, pero aquello era mucho más espectacular. La bomba demoró 54 segundos en caer y me parecieron los segundos más largos de la Historia. Después de cerrar las compuertas, me puse los anteojos especiales y giré el avión hacia la izquierda. Entonces vi el resplandor. En el mismo instante en que llegó la luz, sentí un gusto a amalgama en la boca *años más tarde un físico me explicó que la energía atómica liberada había actuado sobre la mezcla de plomo y plata con que el dentista había arreglado la muela). Fué una sensación extraña y desde entonces quedé convencido de que la bomba atómica tiene gusto de amalgama. 10 segundos después del estallido, el "Enola Gay" se estremeció con un golpe seco y lo primero que pensé fue en los cañones antiaéreos japoneses. Pero era el efecto de la primera onda expansiva. Después nos alcanzó la segunda y el avión volvió a crujir. Yo seguí girando hacia la izquierda hasta realizar un giro completo. Dos minutos después de la explosión, el hongo  había alcanzado 30,000 pies de altura y seguía creciendo. Era una  imagen conmovedora. Antes de regresar al mar abierto, volví a sobrevolar a Hiroshima y entonces me dí cuenta de que sólo quedaban algunos edificios en ruinas en los barrios de las afueras: la ciudad había desaparecido.

         -¿Por qué se negó durante tantos años a dar entrevistas?

       -Porque detesto la publicidad y porque tenía que mantener en secreto ciertos aspectos de la misión. Además, se han contado tantas mentiras sobre mi que he llegado a la conclusión de que los periodistas pueden escribir sobre Paul Tibbets y hacerlo hablar sin conocerlo...

       -Admita que algunas de las frases polémicas que le atribuyen son auténticas. Por ejemplo: "Nunca perdí una noche de sueño por el asunto de Hiroshima".

       -Es verdad.

       -¿También es cierto que se ofreció de voluntario por si había que lanzar una tercer bomba?

       -Sí. No veo qué tenga de malo.

         -¿Y alguna vez lamentó que el "Proyecto Manhattan" no hubiera desarrollado a tiempo la bomba para arrojarla sobre Berlín?

       -Esa frase la dijo Jacob Besser, uno de mis tripulantes, pero podría haberla firmado yo.

-¿Y qué en 1976 piloteó un B-29 restaurado y "recreó" Hiroshima para un grupo de turistas utilizando bombas de estruendo y de humo?

       -Sí. Fué durante un festival aéreo llamado Airshow 76. No fuí el único que estuvo allí: había 40 aviones de la segunda guerra con sus pilotos. Recuerdo que los japoneses se ofendieron muchísimo por la exhibición y Washington tuvo que disculparse. Yo sólo quería mostrarles a los jóvenes de mi país cómo había sido Hiroshima.

         -¿Cuál sería su reacción si mañana los alemanes encienden simbólicamente los hornos de Auschwitz para mostrarles a los jóvenes como ocurrieron las cosas en la Segunda Guerra Mundial?

       -La decisión es de ellos. Pero una vez más estamos hablando de cosas diferentes. Una cosa es recrear una masacre contra civiles, como fueron los campos de concentración, y otra muy diferente es mostrar el ataque a Hiroshima.

         -¿Cómo nació el rumpor de que usted estaba atormentado por la culpa y había sido admitido en un hospital psiquitrico?

       -La leyenda nació en marzo de 1957, cuando Claude Eatherly, el piloto de uno de los aviones meteorológicos de la misión, fué detenido en un bar de Texas. Eatherly, que estaba borracho, le dijo a la policía que nadie podía meter en un calabozo al héroe de Hiroshima. Un reportero de Fort Worth Star Telegram escuchó parte de la historia y al día siguiente el diario publicó un titular sensacionalista que decía: "Héroe en Apuros".
       -La revista Newsweek del primero de abril de ese año reprodujo la información sin revisar la fuente. Luego, las agencias internacionales llevaron la historia falsa a todos los diarios del mundo. ¡Con el tiempo, los problemas de alcoholilsmo y la inestabilidad mental de Eatherly se agudizaron y siguió actuando como si realmente fuese el piloto que arrojó la bomba! Hasta convenció a un escritor para que lo ayudara a terminar una biografía que se tituló "El Piloto de Hiroshima". El pobre finalmente murió de cáncer hace tres años, después de haber sido abandonado por su familia y de haber pasado por varios hospitales psiquiátricos. Para entonces, el rumor era más creible que la verdad.

         -¿Tiene usted hijos?

       -Sí, tres: Paul, Jean y James.

         -¿Alguna vez los reunió para explicarles su papel en Hiroshima?

       -No. Todo lo que saben lo aprendieron en los libros de Historia. En casa jamás hablamos de la bomba.
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sábado, 27 de julio de 2013

Okey



       Para indignación de los puristas la expresión "okey" se ha vuelto de uso común en medio mundo y en cualquier idioma, especialmente en América Latina.


       Lo que poca gente sabe es que el involuntario culpable de la acuñación de la palabreja fue el político estadunidense Martín Van Boren -presidente de su país entre 1837 y 1841-, un abogado originario de Kinderhook, poblado cercano a   Nueva York.


       En la época en que Van Buren realizaba su campaña electoral, sus partidarios lo apodaban afectuosamente "Old Kinderhook" (en doble alusión a los 65 años de edad del hombre y al pueblo natal) y un club político neoyorquino fue bautizado OK por los iniciales del apodo del candidato.  


       Miembros del Partido Republicano -que se burlaban de la presunta incultura de los demócratas en general y de Van Buren en particular- propagaron el rumor de que OK, en realidad, significaba "All correct" (todo correcto), que sus adversarios políticos, iletrados como eran, escribían Oll korrect (es decir, OK)
       La mofa republicana -que en el caso de Van Buren era infundada, amen de que era abogado, había sido sucesivamente senador, gobernador estatal y vicepresidente de la república durante la gestión presidencial de Andrew Jackson (1829-1837)- acabó siendo excelente publicidad para la figura del abogado, que ganó la primera magistratura  tuvo un periodo sin crisis ni sobresaltos.
       A partir de entonces la expresión OK empezó a usarse para decir que las cosas marchan bien, sin problemas.
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