martes, 24 de enero de 2017

Trump y el Trumpismo

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TRUMP ES LA SUPERFICIE: 
EL PROBLEMA ESTÁ EN 
LA BASE SOCIAL


Lorenzo Meyer

14 Ene 2017

El personaje y su proyecto

La tesis es ésta: lo realmente preocupante no es el nuevo presidente de Estados Unidos sino las actitudes y demandas de quienes lo pusieron en el poder y que representan a la mitad de la sociedad políticamente activa de ese país.

Hoy, la única superpotencia ha colocado en su institución más poderosa, la Presidencia, a un personaje absolutamente improbable y peligrosamente impredecible: Donald John Trump. Se trata de un constructor multimillonario (3 mil 700 millones de dólares) de 70 años, exconductor de un programa de televisión –un reality show con una audiencia de siete millones–, sin ninguna experiencia política y con obvios y serios problemas de personalidad.

Los datos anteriores tienen interés por sí mismos, pero para México resultan cruciales pues el señor Trump ha decidido caracterizar la relación con nuestro país como fundamentalmente antagónica al interés nacional del suyo. Y así, lo que desde la entrada en vigor del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) en 1994 ha sido una situación de interdependencia asimétrica entre países vecinos, ahora es presentada por el próximo presidente norteamericano como una incompatibilidad de proyectos, como un juego de suma cero.

Al arrancar en 2015 la carrera de los aspirantes del Partido Republicano de Estados Unidos en pos de la candidatura presidencial, muy pocos consideraron que Trump pudiera llegar a ser realmente el abanderado republicano y menos aún el ganador de la elección de 2016. Se suponía que entre los 17 precandidatos republicanos iniciales, el finalista sería un político profesional como Jeb Bush –ex gobernador de Florida e hijo y hermano de presidentes– o Marco Rubio o Ted Cruz, senadores por Florida o Texas, respectivamente. 

Para sorpresa de casi todos, las bases republicanas le dieron ese papel a Trump, el multimillonario “no político” y estrella de televisión.

Desde el inicio, Trump despertó el interés de los mexicanos, pero por malas razones: porque en el arranque mismo del proceso electoral, el personaje decidió construir una parte central de su discurso alrededor de temas específicamente antimexicanos. 
En efecto, el 16 de junio de 2015, en la Torre Trump, en Manhattan, el rubio constructor afirmó: 


De esa caracterización tan negativa como injusta de los 5.8 millones de mexicanos indocumentados que se calcula viven en Estados Unidos, Trump pasó a proponer un remedio drástico: la erección de una gran muralla a lo largo de los 3,145 kilómetros que constituyen la frontera entre México y Estados Unidos, la deportación de los indocumentados y, finalmente, la renegociación o derogación del marco en que funciona el comercio bilateral México-Estados Unidos y que asciende a 531 mil millones de dólares anuales, (2015): el TLCAN.

En el primer debate público entre él y la candidata presidencial del Partido Demócrata, Hillary Clinton, en septiembre de 2016, el republicano aseguró que el TLCAN era “el peor tratado que se haya firmado alguna vez y, desde luego, el peor firmado por este país (Estados Unidos)”. 

Desde ese punto de vista, México y China, con su mano de obra barata, se habían apropiado de trabajos que deberían haberse quedado en Estados Unidos. 

Trump se comprometió entonces a que las plantas industriales que habían emigrado a México, particularmente las automotrices, volverían a Estados Unidos so pena de imponerles un impuesto de 35% a las unidades exportadas desde México.

Esta última propuesta de Trump es un golpe al corazón del proyecto neoliberal en que se embarcó a México a partir de la decisión de Carlos Salinas de Gortari de firmar el TLCAN y dejar atras el modelo económico nacionalista heredado del cardenismo. 

Lo que Salinas y los suyos  buscaron fue integrar la economía mexicana a la norteamericana pese a la desigualdad entre las partes. 

Hoy, como ya se señaló, ese intercambio comercial con Estados Unidos llega a 531 mil milllones de dólares, a lo que debe añadirse el rubro de servicios alrededor de 60 mil millones de dólares anuales. El 80% de las exportaciones mexicanas de manufacturas se dirigen a Estados Unidos y de ahí recibe 50.2% de sus importaciones (2012). Por ello la sorpresa, temor e incertidumbre que se han extendido en México ante la posibilidad de que Trump, como presidente cumpla total o parcialmente con su proyecto de deportar a millones de mexicanos y de revertir la integración económica con México con medidas arancelarias.

El fondo del problema

En la historia mundial contemporánea hay ejemplos dramáticos del papel que un líder puede jugar en la  dirección que tome la política interna y externa de su país. A la mente vienen, de inmediato, no sólo los nombres de Hitler y Stalin, sino también de Gandhi, Roosevelt o Mandela, sin embargo el ascenso e importancia que esas figuras adquirieron se explica finamente por el contexto social y una situación de crisis o circunstancial. En contraste, en los Estados Unidos de 2016 que eligió a Trump no había, no hay, ninguna crisis económica ni 
amenaza externa que explique al personaje. La economía creció a 3.5% 
el último trimetre de 2016 y el desempleo se encuentra en minimos (5%). Sin embargo, el sentido de injusticia si ha anidado en una parte de la sociedad norteamericana. Finalmente el carisma de Trump -esas cualidades personales excepcionales que impone su voluntad sobre otros y o trasformarlos en seguidores- no parece alcanzar los niveles de ninguno de los grandes lideres históricos, pero resulta que el de su rival fue mucho menor o inexistente.

-¿Cómo explicar entonces que Trump haya podido imponerse en las elecciones primarias y luego recibir 61.2 millones de votos en las presidenciales?

Y todo sin haber llegado a formular un proyecto coherete de futuro, salvo el compromiso de volver a “hacer grande a Estados Unidos”. Un primer paso en la explicación es la naturaleza absurda del sistema electoral; uno que da la última palabra a un Colegio Electoral donde la representación es por estados, lo que permite que alguien sea declarado vencedor pese a no tener la mayoría del voto ciudadano. Pero dejemos de lado esa peculiaridad del sistema norteamericano y vayamos a la naturaleza misma de la contienda electoral.

La candidata demócrata, Hillary Clinton, esposa de un expresidente, tuvo más votos directos pero nunca despertó gran entusiasmo entre sus partidarios. Además los malquerientes de la demócrata esban concentrados en estados clave para el conteo en el Colegio Electoral. De ahí que muchos observadores concluyeran: Trump ganó los estados clave no por él mismo sino ¡por no ser Hillary Clinton!

Y es que la señora Clinton -y antes los precandidatos republicanos descartados por el fenómeno Trump en las primarias-, no entendió lo que el multimillonario neoyorquino sí entendió y muy bien: que en una amplia zona de la sociedad norteamericana había una fuerte concentración de malestar,    frustración y rabia por la forma en que la élite política -demócrata y republicana- los habia ignorado durante años y a los que la señora Clinton en un mal momento llamó “conjunto de deplorabes”. Esos “deplorables” se vieron a sí mismos como injustamente relegados por las élites políticas -personificadas por la Clinton- en el   proceso de evolución económica, social y cultural de Estados Unidos y tomaron su revancha.

Para los ”deplorables”, Trump representó la oportunidad de dar forma a una auténtica “rebelión de las masas”, para usar el concepto acuñado hace 90 años por José Ortega y Gasset. Pero, y esto es fundamental, no de todas las masas norteamericanas, sino de unas muy específicas: las blancas, esas que consideran que el tipo de evolución que ha experimentado Estados Unidos en los útimos 30 ó 40 años les ha cancelado su presente y sobre todo, su futuro. 

Se trata de ciudadanos de origen europeo, que habitan en las zonas rurales de su país o en ciudades que una vez fueron el dinamo de la economía industrial como Detroit o Pittsburg, pero que ahora no tienen importancia, donde las naves industriales están abandonadas de plano son ya tierra baldía. Este grupo que fue la base del Partido Demócrata de Franklin Roosevelt y su New Deal en los 1930 y 1940, hoy no sólo se considera abandonado por el Partido Demócrata sino también por la dirigencia tradicional del Repblicano. Es más, hay en ellos un sentido de traición por parte de todos los políticos tradicionales.


En 2015 y 2016 los blancos resentidos se volcaron en apoyo a un candidato sin carrera política, que se supone hizo su fortuna según las reglas del mercado y que deliberadamente se propuso usar un lenguaje políticamente incorrecto y vulgar -similar al que emplean sus votantes— y abiertamente machista. Los resentidos estuvieron dispuestos a dar por buenas las vagas promesas de Trumps y a creer un montón de exageraciones o francas falsedades sobre la candidatura demócrata: “Hillary Clinton viola y mata niños”, “es una alcohólica”, “los Clinton  han asesinado al menos a veinte personas”, etc., (Mark Danner, THE REAL TRUMP, NEW YORK REVIEW OF BOOKS, 22 de diciembre 2016).

Trump supo leer muy bien y explotar mejor el resentimiento y la ira acumulados en esa parte de la sociedad norteamericana blanca, trabajadora, sin grado universitario, habitante del mundo rural o de centros urbanos en decadencia y con bastante consciencia de lo injusto que es que hoy una minoría de minorias de los norteamericanos -0.1%- reciba un ingreso promedio de 184 veces el que llega a los bolsillos de 90% de quienes se encuentran en el fondo de la pirámide social, (Institute for Policy Studies, inequality.org, Boston).

Pero hay más. Si bien Trump, el multimillonario exitoso y creador de empleos, se identificó con los perdedores, no lo hizo con todos. Fue selectivo. Se identificó con los bloncos y no con los pertenecientes a las minorías de color afroamericanos
e hispanos. Así, de manera no muy velada, el ahora presidente electo reavivó y se benefició de un viejo fenómeno de su país, el racismo. 

Fue Trump el que insistió en que Barack Obama, el primer presidente negro de Estados Unidos, no era en realidad norteamericano y no tenía derecho a estar en la Casa Blanca, lo que resonó muy bien entre su electorado que, con Trump como presidente, consideran “reconquistada” la mansión presidencial construida por esclavos negros pero para que la habitaran norteamericanos de cepa blancos como Trump y su familia. (Una buena exploración y exposición del racismo de Trump y el trumpismo la ha hecho en sus columas de opinión de 2016 y 2017 en THE NEW YORK TIMES, Charles M. Blow.)

Y es aquí donde entra de lleno en la arena política norteamericana “el factor mexicano”. 

Trump identificó a los millones de mexicanos indocumentados no sólo como criminales y violadores sino como ladrones de empleos de los verdaderos norteamericanos. Y, por extensión, también se vio igual a los mexicanos en México, al considerar que las empresas norteamericanas que al amparo del TLCAN abrieron plantas en México eran responsables de la falta de empleo y de vitalidad en las regiones industriales deprimidas de Estados Unidos. Por eso en sus mitines se pude escuchar el estribillo “built the wall, kill them all” (“construyamos el muro y matémoslos a todos”). En suma el antimexicanismo fue una fuente de energía política del trumpismo.

La demagogia de Trump hace caso omiso del hecho de que la pérdida de empleos en los centros industriales tradicionales norteamericanos se explica fundamentalmente por el cambio tecnológico y no por la barata mano de obra mexicana o china. Tampoco hace referencia al TLACAN como creador de empleos en Estados Unidos alrededor de 200 mil al año.

Para concluir

Cuando Samuel P. Huntington, el famoso politólogo de Harvard, publicó WHO ARE WE. THE CHALLENGES TO AMERICA’S NATIONAL IDENTITY, (Nueva York: Simon & Schuster, 2004), en México se debió haber detectado una señal de peligro: que un sector de la sociedad norteamericana -el blanco y protestante- ya veía a la creciente población hispana -alrededor de millones- como una amenaza a sus valores, a su identidad nacional y que podía reaccionar, si alguien lo encabezaba, contra la creciente presencia documentada e indocumentada de mexicanos en lo que alguna vez fue territorio mexicano. 

Ahora bien, ese identificar a México como un peligro para Estados Unidos tiene consecuencias: el rechazo político y económico y la amenaza de una nueva deportación masiva.

En 2009 George Friedman, un analista norteamericano de los procesos políticos mundiales y futurólogo, publicó THE NEXT 100 YEARS. A FORECAST FOR THE 21ST CENTURY (Nueva York: Doubleday). El último de los 13 capítulos de este libro está dedicado a examinar las causas que ve  llevarán a una guerra entre México y Estados Unidos. Y las causas están en la gran migración de mexicanos hacia el país del norte, originada en factores económicos, demográficos y tecnológicos, y en la concentración de mexicanos en zonas norteamericanas  que antes fueron mexicanas. Friedman consideró que las causas del conflicto madurarían alrededor de 2060 y harían crisis alrededor del año 2080.

Pareciera como si Trump hubiera leído a Friedman -cosa improbable- y hubiera decidido adelantarse medio siglo para sorprender a México en las peores condiciones posibes. Como quiera, lo realmente importante no es Trump sino las razones por las cuales el trumpismo se ha convertido en una fuerza antimexicana y que puede sobrevivir a Trump.
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Tomado de PROCESO 2098

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martes, 17 de enero de 2017

El Racismo Recupera el Permiso

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EL RACISMO RECUPERA EL PERMISO

Lorenzo Meyer
Agosto 04, 2016

El discurso con tonos racistas ha vuelto a ganar legitimidad en sectores de la sociedad norteamericana, y en buena medida lo ha hecho a costa de México y los mexicanos.

Entre las cosas que estamos obligados a examinar en la campaña electoral norteamericana se encuentra esta: 

“En abierto desafío a lo que por mucho tiempo se ha considerado como aceptable en el lenguaje y en las actitudes políticas modernas, el señor Trump (candidato presidencial republicano) rompió los límites que por mucho tiempo constriñeron la discusión racial en Estados Unidos” (The New York Times, 13 de julio). Y esa ruptura ha despertado y transformado en fuerza política el sentimiento racista que desde su origen ha albergado una parte de la sociedad norteamericana. 

Un racismo que, por lo que a los mexicanos indocumentados se refiere, puede no ser mayoritario, pero sí importante.

Indicadores como la estructura social, la animosidad persistente entre policías y minorías o el color de la población encarcelada, permiten afirmar que la secular tensión entre blancos y negros en Estados Unidos se mantiene. 

Sin embargo, la complicada y violenta historia racial de ese país ha llevado a que sea públicamente inaceptable que el grupo históricamente dominante, el de los blancos, use un discurso anti afroamericano. 

Ahora bien, desde el inicio mismo de su campaña, el candidato presidencial Donald Trump encontró la manera de relegitimar públicamente una argumentación con elementos racistas al dirigirla no contra los afroamericanos sino contra dos minorías a las que presentó como peligrosas para el interés y la seguridad nacionales: la mexicana y la musulmana. 

Una vez legitimado el ataque contra un grupo racial y otro religioso, se facilitará extenderlo a otras colectividades.

El argumento de Trump –aplaudido por un grupo de ciudadanos blancos que por razones demográficas y económicas siente amenazada su posición histórica como esencia de lo norteamericano– ataca a la comunidad mexicana en Estados Unidos porque supuestamente alberga a varios millones de “transgresores de la ley”, es decir, de trabajadores indocumentados pero muy utilizados en los escalones más bajos de la economía del país vecino.

Es esa ilegalidad migratoria que obviamente no tienen los afroamericanos, la que permitió primero a Trump catalogar a los mexicanos indocumentados como, básicamente, criminales para luego incluir como poco confiables a los ya nacidos en Estados Unidos, como el juez federal Gonzalo Curiel, pues, para Trump, sus raíces mexicanas no lo hacen idóneo para el puesto. Poco importa que las estadísticas muestran que los indocumentados mexicanos, como conjunto, cometen menos crímenes violentos que el promedio de los norteamericanos, Trump ya les asignó su papel como criminales, (The Wall Street Journal, 14 de julio, 2015).

El anti mexicanismo de Trump abarca no sólo a los mexicanos y sus descendientes al norte del Río Bravo ¡también a los del sur! Para el millonario neoyorquino, el TLCAN, en vigor desde hace 22 años, no ha sido otra cosa que un robo de empleos industriales. Y es que, según Trump y sus seguidores, las plantas que las empresas norteamericanas han abierto en México son causa directa de la decadencia industrial norteamericana y del empobrecimiento de sus trabajadores, (Reuters, 28 de junio, http://www.reuters.com/article/us-usa-election-idUSKCN0ZE0Z0).

Llover sobre Mojado. 

El racismo es un viejo conocido de los mexicanos. Las sociedades originales de nuestro país fueron incorporadas a la primera globalización en el siglo XVI en calidad de subordinadas. Las diferencias raciales se implantaron en las bases mismas de las estructuras del Reino de la Nueva España. Y ese reino se estructuró para hacer convivir como esencialmente desiguales a la pequeña “república de los españoles” con las “repúblicas de indios”. Ambas estaban conformadas por súbditos de Su Católica Majestad, iguales ante los ojos de Dios, pero muy diferentes en cuanto a sus derechos y obligaciones en este mundo.

El racismo colonial que justificaba la explotación de los muchos por los pocos no desapareció con la independencia. Simplemente se cubrió con el manto de la igualdad republicana. Luego, a ese racismo interno se le agregó otro: el externo. Este último se manifestó cuando el México independiente tuvo que relacionarse directamente con las grandes potencias europeas y con Estados Unidos en situaciones de gran y creciente asimetría de poder.

La discriminación de los mexicanos en Estados Unidos hoy está enmarcada por las dos derrotas militares del siglo XIX: la pérdida de Texas primero (1836) y la guerra de 1846-1848 después. Y el fenómeno se acentuó en el siglo XX con la migración masiva de mexicanos pobres en busca de trabajo en la expansiva economía norteamericana, especialmente a partir del programa bracero propiciado por la II Guerra Mundial.

Si Trump llegara a ser presidente, el agresivo nacionalismo de un sector de los blancos norteamericanos podría transformarse en un problema serio e inmediato para México, pero incluso si el republicano es derrotado, el problema ya no va a desaparecer. Y no desaparecerá el anti mexicanismo norteamericano actual porque nace de fenómenos no pasajeros: el resentimiento de numerosos blancos ante su pérdida de status y la mala imagen internacional de México.

¿Cómo reaccionar ante la hostilidad de esos vecinos del norte? 

Ese debe ser un tema central de nuestra agenda nacional ahora y en la que se formule para el 2018.

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agenda_ciudadana@hotmail.com

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Huracán

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HURACÁN




-¿Qué es un huracán?

-Es uno de los más devastadores fenómenos meteorológicos ya que son capaces de destruir grandes superficies y territorios alcanzando velocidades que pueden superar los 250 km/h. Las causas de los huracanes son muy variadas y de procedencia distinta. 

-Existen numerosos factores que influyen en la aparición de los huracanes, desde los fenómenos meteorológicos, pasando por las regiones en las que se originan, hasta la propia estructura del huracán. 

-Los huracanes son las tormentas más grandes y violentas de la Tierra. 

-Los huracanes tienen distintos nombres según la zona o la región en la que se producen. Así se le llama ciclón tropical en el Caribe, tifón en el Océano Índico y mar de Japón, baguío en Filipinas y willy-willy en Australia.

-También puede recibir nombres distintos atendiendo a la velocidad a la que se produce:

Depresión Tropical: son vientos cuya velocidad máxima a nivel del mar es
inferior o igual a 62 km/h.

Tormenta tropical ciclón tropical de núcleo caliente, cuyo viento máximo a
nivel del mar oscila entre los 63 y los 117 km/h.

Huracán: ciclón tropical de núcleo caliente cuya velocidad media a nivel
del mar puede ser de 118 km/h o superior, dependiendo de la categoría
del huracán.

-El término científico para todas estas tormentas es ciclón tropical. 

-Sólo los ciclones tropicales que se forman sobre el Océano Atlántico y el Océano Pacífico oriental se llaman "huracanes".

-Estas mismas tormentas tropicales son conocidos como ciclones en el norte del Océano Indico y la Bahía de Bengala, y como tifones en el Océano Pacífico occidental.

-Como sea que se les llamen, todos los ciclones tropicales se forman de la misma manera.

-Los huracanes son enormes motores de calor que generan energía en una escala asombrosa. Ellos extraer el calor del aire caliente y húmedo del océano y la liberación a través de la condensación del vapor de agua en las tormentas.

-Una sola tormenta puede causar estragos en poblaciones costeras e interiores y en espacios naturales en cientos de kilómetros cuadrados. 


-Cuando un huracán toca tierra, a menudo produce una marejada devastadora que puede alcanzar los 6 metros de altura y se extienden por casi 161 kilómetros. El 90% de todas las muertes resultan de huracanes.

-¿Cuáles son las causas de los huracanes?

-Cuando el aire cálido y húmedo se eleva y se enfría, el agua en el aire forma nubes. Todo el sistema de nubes y aire gira y crece, alimentado por el calor del océano y el agua que se evapora de la superficie.

-Las tormentas que se forman al norte del ecuador giran en sentido contrario a las manecillas del reloj.

-Las tormentas al sur del ecuador, giran en el sentido de las manecillas del reloj. Esta diferencia se debe a que la Tierra gira sobre su eje. Al girar el sistema de tormenta cada vez más rápido, se forma un ojo en el centro. En el ojo todo es muy tranquilo y claro, con una presión de aire muy baja. El aire de presión alta superior baja hacia el interior del ojo.

-Cuando los vientos en la tormenta giratoria alcanzan 63.7 kmph, la tormenta se denomina “tormenta tropical”. Y cuando alcanzan 120 kmph, se considera oficialmente que la tormenta es un “ciclón tropical", o huracán.

-Los ciclones tropicales por lo general se debilitan cuando tocan tierra, porque ya no se pueden "alimentar" de la energía proveniente de los océanos templados. 

-Sin embargo, a menudo avanzan bastante tierra adentro causando mucho daño por la lluvia y el viento antes de desaparecer por completo.

-¿Cómo se miden los huracanes?

-Cuando una tormenta alcanza 119 kilómetros por hora se convierte en un huracán y se gana un número de categoría de 1 a 5 en la escala Saffir-Simpson.

-¿En qué consiste la escala Saffir-Simpson?

-La escala de huracanes de Saffir-Simpson es una que clasifica los ciclones tropicales según la intensidad del viento.

-Fue desarrollada en 1969 por el ingeniero Herbert Saffir y el director del Centro Nacional de Huracanes de Estados Unidos, Robert Simpson.

-En el desarrollo de su estudio, Saffir se percató de que no había una escala apropiada para describir los efectos de los huracanes. 

-Apreciando la utilidad de la escala sismológica de Richter para describir terremotos, inventó una escala de cinco niveles, basada en la velocidad del viento, que describía los posibles daños en edificios.

 

-Posteriormente Simpson añadiría a la escala los efectos del oleaje e inundaciones. No son tenidas en cuenta ni la cantidad de precipitación ni la situación, lo que significa que un huracán de categoría 3 que afecte a una gran ciudad puede causar muchos más daños que uno de categoría 5, pero que afecte a una zona despoblada.

-Además, a medida que un ciclón tropical se organiza, pasa por dos categorías iniciales. Estas no están contenidas dentro de la Escala de Huracanes de Saffir-Simpson, pero clasifican a un ciclón tropical en formación y se utilizan como categorías adicionales a la misma. 

-Los huracanes comienzan como perturbaciones tropicales en las aguas oceánicas cálidas con temperaturas de la superficie de al menos 26.5 grados Celsius. 

-Estos sistemas de baja presión son alimentados por la energía de los mares cálidos. 

-Una depresión tropical se convierte en una tormenta tropical, y se le da un nombre, cuando sus vientos máximos sostenidos velocidades de 63 kilómetros por hora. 

-¿Qué hacer en caso de un huracán?

-La mejor defensa contra un huracán es un pronóstico exacto que da a la gente tiempo para salir de su camino. 

-El Centro Nacional de Huracanes informa sobre las tormentas que pueden poner en peligro a las comunidades, y las advertencias de huracán para las tormentas que tocará tierra en 24 horas.

-¿Cuáles son las regiones de huracanes?

     -Como ya te expliqué, los huracanes se forman en unas zonas determinadas del mundo. Así como existe la Cuenca del Atlántico se pueden encontrar otras 6 cuencas o áreas en las que se forman ciclones tropicales. 

Norte de la Cuenca del Atlántico. Está compuesta por el océano
Atlántico, el golfo de México y el mar Caribe. Es el lugar donde surgen
los huracanes que afectan ocasionalmente a Costa Rica. Esta cuenca ha
sido testigo de algunos huracanes famosos como Gilbert, Mitch o Katrina,
que se han retirado de las listas de nombres de huracanes para que no se
repitan en los huracanes del futuro. Las zonas de formación de
depresiones tropicales en la Cuenca del Atlántico cambian con respecto al
mes del año y varía mucho de una temporada a otra, oscilando entre una
veinte al año, con una media general de 10. A veces esta media es
superada ampliamente, como en la temporada de huracanes del 2005, que
se registraron 28. La temporada aqui va del 1 de junio al 30 de
noviembre.

Noreste de la Cuenca del Pacífico: Es la segunda región más activa del
mundo y la más densa (mayor número de tormentas en una región más
pequeña del océano). Las tormentas aqui pueden afectar a México,
Hawai. El Centro Nacional de Huracanes establece la temporada del 15
de mayo al 30 de noviembre.

Noroeste de la Cuenca del Pacífico: es el lugar donde más huracanes se
forman, en comparación con el resto del planeta, con un promedio de 26
tormentas tropicales y 15 tifones al año. Las islas Filipinas son afectadas
por ciclones tropicales más que cualquier otro país en el mundo. Se
producen tifones practicamente durante todo el año, por lo que no existe
una temporada oficialmente establecida.

Norte del océano Índico: (incluyendo la bahía de Bengala y el mar de
Arabia): al contrario que el anterior, esta es la zona donde se forman el
menor número de ciclones tropicales (5-6 tormentas y 2-3 ciclones), sin
embargo pueden ocasionar gran destrucción cuando hacen impacto en
lugares como Bangladesh, causando miles de muertes. Se cree que un
ciclón que impactó Bangladesh en 1970 mató por lo menos 500,000
personas, convirtiéndose en uno de los peores huracanes de la historia y
en el más mortífero. En esta zona se produce un doble pico de actividad
en mayo y en noviembre, aunque se producen ciclones tropicales desde
abril hasta diciembre.

Suroeste del océano Índico (de África a 100° este): es una zona poco
documentada puesto que apenas existen datos sobre ella. La actividad
tropical producida allí afecta a Mozambique, Madagascar, Islas Mauricio
y Kenia.

Suroeste de la cuenca indo/australiana (100 °E-142°E): Esta cuenca y la
anterior tienen ciclos anuales de huracanes muy similares, comenzado a
finales de octubre principios de noviembre, alcanzando dos picos de
actividad (a mediados de febrero y a mediados de enero) y terminando en
mayo.

Cuenca australiana/suroeste del Pacífico (142°E-120°O): Allí la actividad
empieza a finales de octubre, principios de noviembre, llega al
máximo a finales de febrero principios de marzo y desaparece a principios
de mayo.

     -¿Cómo es la estructura de un huracán?

     -Las partes más importantes de un huracán son el ojo, la pared del ojo y las bandas de lluvia en espiral.

El ojo: Es un área de relativa calma en el centro de un huracán, que se
extiende desde el nivel del mar hasta niveles altos de la atmósfera y
está rodeado por una pared de cúmulo nimbos. En el interior del ojo no
hay nubes debido a que prevalecen los movimientos descendentes
(subsidencia). Este descenso del aire genera altas temperaturas y una
disminución de la humedad relativa.
La pared del ojo: Es la densa pared de cúmulo-nimbos que rodea al ojo.
Allí se encuentran dos fuerzas opuestas: la fuerza del aire que se mueve
hacia el centro y la fuerza centrífuga, hacia afuera. En la pared del ojo
se registran los vientos más intensos y allí se originarían los tornados.
Las bandas de lluvia en espiral. Las bandas de lluvia externas del huracán
pueden extenderse a varios cientos de kilómetros del centro. Estas
densas bandas de cúmulo-nimbos, que rotan lentamente en espiral en
sentido opuesto al de las agujas del reloj en el hemisferio norte, pueden
medir de unos pocos kilómetros a decenas de kilómetros de ancho y de 80
a más de 450 km de longitud.

-¿Cuál es la terminología de los huracanes?

        -Para poder entender mejor todo lo que se refiere a los huracanes es conveniente dar un repaso a algunas palabras importantes:

Ciclón: denominación de huracán en el Océano Índico.

Depresión tropical: se ha identificado como una zona de baja presión con
rotación circular de nubes y vientos hasta 38 metros por hora.

Deslaves: cualquier combinación de materiales tales como rocas, lodo,
árboles, ramas y otros objetos que son movidos y depositados por la
 creciente acción de la lluvia.

Efecto invernadero: aumento de la temperatura de un planeta provocado
por el calor solar retenido por los gases en la atmósfera, como así lo
hacen los vidrios de un invernadero. Los "gases del efecto invernadero"
más eficientes son el vapor de agua y el dióxido de carbono. Gracias al
efecto invernadero moderado hay vida sobre la Tierra. El efecto
invernadero descontrolado provoca grandes desajustes climatológicos en el
planeta y es causante de múltiples desastres naturales.

Onda tropical: vaguada de baja presión en el flujo de los vientos alisios
con movimiento al oeste. Los nublados y la lluvia se observan, por regla
general, detrás del eje de la onda.

Presión atmosférica: la presión atmosférica es el peso del aire sobre
la superficie terrestre. La atmósfera pesa a una media de 1013 milibares 
(o 1013 hectopascales) al nivel del mar, aproximadamente una tonelada
por centímetro cuadrado. Pero cuando el aire está frío desciende, 
haciendo aumentar la presión y provocando estabilidad. Se forma
entonces un anticiclón térmico. Cuando el aire está caliente asciende,
haciendo bajar la presión y provocando inestabilidad.

Satélites espaciales meteorológicos: es un satélite diseñado
exclusivamente para recepción y transmisión de información
meteorológica. Los datos que proporciona son en su mayoría
en tiempo real, especialmente imágenes. Existen dos clases de ellos, los
geoestacionarios y los polar sincrónicos.

Tifón: nombre que reciben los huracanes en las costas del Pacífico
Tropical Occidental.

Tormenta tropical: ciclón tropical con vientos máximos sostenidos entre
62 km/h (34 nudos) y 117 km/h (63 nudos). Cuando llega a este punto el
sistema recibe un nombre para poder identificarlo y seguirlo.

Willy-Willy: denominación de los huracanes específica de las costas de
Australia.

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